Caminar por el pasillo de bebés de mi farmacia local de Nueva York en estos días se siente como entrar en un supermercado soviético en la década de 1970. Los estantes, normalmente repletos de latas de fórmula en polvo para bebés, están vacíos, salvo por un aviso que advierte a los clientes que pueden comprar un máximo de tres latas cada uno.
Esta escasez provocó una crisis nacional de tal magnitud que la Casa Blanca se esfuerza por dar una solución. De hecho, 43 por ciento de las tiendas de Estados Unidos no tienen existencias de fórmula para bebés, y la cifra va en aumento.
Los problemas tienen su origen en un mercado nacional muy concentrado, distorsionado por la intervención del gobierno y perturbado por el acaparamiento por la pandemia, los problemas de la cadena de suministro y las preocupaciones de seguridad. Esta historia encierra importantes lecciones para los responsables de las políticas que buscan acercar la producción de bienes esenciales al país.
El mercado de fórmulas de EU desde hace mucho tiempo es dominado por apenas tres empresas: Abbott, Gerber y Mead Johnson. El trío debe su fuerza al gobierno estadunidense. Se calcula que dos tercios de toda la fórmula para bebé se compran a través del programa de nutrición para mujeres, bebés y niños, un plan de financiamiento federal para familias de bajos ingresos que contrata a estos tres fabricantes nacionales. Las estrictas restricciones de seguridad y los derechos de importación aplastaron la competencia de Europa y Canadá. En el país se fabrica 98 por ciento de la fórmula para bebé de EU.
Esta combinación fomentó una producción estable, pero dejó a la industria con pocos motivos para invertir en capacidad adicional. Luego llegó el covid y un descenso de la tasa de natalidad. Los nacimientos diarios cayeron un promedio de 0.39 por ciento al año de 2000 a 2019, antes de caer precipitadamente en el invierno de 2020-20221. En los primeros meses de la pandemia, los estadunidenses acumularon fórmula para bebé junto con el papel higiénico y la pasta, pero luego los pedidos de las tiendas cayeron cuando la tasa de natalidad se redujo y se comenzaron a usar los inventarios.
Desde entonces, los fabricantes han tenido dificultades para encontrar trabajadores y camiones para transportar su producto. Por eso no estaban preparados para aumentar la producción cuando la tasa de natalidad se recuperó y la demanda se disparó.
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La presión se sintió en todas partes, pero más específicamente en una planta de Michigan perteneciente a Abbott, el mayor proveedor. Una inspección de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por su sigla en inglés) reveló el año pasado la existencia de prácticas deficientes que no controlaban la proliferación de microbios. Abbott no introdujo cambios, y varios bebés se enfermaron, al menos cuatro fueron hospitalizados y dos murieron. La planta cerró en febrero y Abbott retiró varias marcas. A esto le siguió el aumento de precios y la escasez.
En esto hay una advertencia. Las autoridades solo trataban de garantizar que los bebés fueran alimentados con fórmulas seguras y producidas localmente cuando pusieron barreras comerciales y limitaron los contratos de compra. Pero sus intervenciones dejaron al país dependiente de un pequeño número de proveedores que a su vez dependían de muy pocas plantas de fabricación.
La debacle de la fórmula para bebé se puede repetir con facilidad cuando las autoridades recuperen la producción local de suministros críticos y regulados, como las vacunas y los equipos de protección personal. Los contratos del gobierno y el proteccionismo pueden ayudar a poner en marcha la producción y proporcionar una base necesaria, pero si no se controlan pueden conducir a la complacencia y a la falta de inversión.
El objetivo a largo plazo es estimular un mercado dinámico con muchos competidores creíbles para las fórmulas y para todo lo demás.