Los lectores de Swamp Notes van a estar encantados hoy, porque el interlocutor que responderá mi pregunta es Julius Kerin, editor de American Affairs, un pensador conservador muy inteligente. Le interesa tanto como a mí el tema de la política industrial y la necesidad de impulsar la fabricación en Estados Unidos, así que quería invitarlo para que hiciera un repaso de lo que hemos visto hasta ahora de la administración Trump en cuanto a los esfuerzos para impulsar la industria estadunidense.
Empecemos con la montaña rusa de los aranceles. Personalmente, no estoy contra los aranceles en sí. Pensé que la primera administración Trump (en particular, el ex representante comercial Robert Lighthizer) acertó al criticar la disfuncional relación comercial entre Estados Unidos y China. Ningún país rico puede competir contra un gigante bajo el control estatal con una economía incompatible con las reglas de la Organización Mundial de Comercio (OMC), que se diseñaron para Europa y EU. Alguien tenía que decirlo en voz alta, y qué bueno que lo hizo Trump. El hecho de que Joe Biden llegara al poder y mantuviera los aranceles que se impusieron a China, pero también comenzara a reconstruir la industria estadunidense de microprocesadores fue aún mejor.
Sin embargo, si avanzamos al día de hoy, vemos que Trump 2.0 básicamente está deshaciendo parte del éxito de su primera presidencia, durante la cual los aranceles contra China tuvieron como resultado el regreso de parte de la industria a Norteamérica. Siendo justos, parte de ese nearshoring ya estaba en marcha, ya que el aumento de los costos de mano de obra en Asia coincidió con el aumento de los precios de la energía y los riesgos de conflicto en el Mar de China Meridional. Pero, sin duda, los aranceles impulsaron la fabricación en México, y el T-MEC (que negoció Trump) impulsó aún más la regionalización.
Eso es algo positivo. Dejando de lado cualquier amenaza de conflicto entre grandes potencias; incluso si no hubiera buenas razones de seguridad nacional para cierta desvinculación de China, existen razones básicas de resiliencia y redundancia para tener múltiples nodos de producción de bienes clave en todo el mundo. Volvamos a los chips. Nunca fue una gran idea, en mi opinión, tener 92 por ciento de la capacidad de fabricación de microprocesadores de gama alta en Taiwán. Así que, cuando se aprobó la Ley de Chips y quedó claro que EU se iba a reconstruir en este ámbito, Europa siguió el ejemplo con su propia estrategia industrial en torno a los chips, y ahora se cuenta con una mayor resiliencia global para un bien crucial.
Ante esto, no entiendo por qué Trump 2.0 decide imponer aranceles tanto a adversarios como a aliados, en un momento en el que se necesita trabajo en equipo para combatir el mercantilismo chino. No solo es buena idea contar con aliados para desarrollar bloques compartidos de demanda de los consumidores y ayudar a cubrir partes de la cadena de suministro que EU no tiene (como en la industria de la construcción naval, por ejemplo). Sino que también se necesitan aliados que apoyen un debilitamiento del dólar estadunidense, lo cual forma parte de un plan para aumentar la competitividad de la industria de fabricación.
El llamado acuerdo de Mar-a-Lago, que pretende replicar el Acuerdo del Plaza, en el que la administración Reagan colaboró con varios otros países para debilitar el dólar, es mucho menos probable que se concrete mientras Trump se distancia de sus aliados y penaliza a sus enemigos (aunque ya no está tan claro quién es quién).
También me preocupa que no parezca haber medidas claras en marcha para apoyar la capacitación de los trabajadores ni para analizar las implicaciones de los aranceles de represalia para la industria estadunidense (incluso Tesla se queja de eso). Esto parece una estrategia improvisada que probablemente no reconstruirá la industria estadunidense. En vez de eso puede hundir los mercados y distanciar a posibles aliados con los que la administración puede construir una estrategia compartida hacia China.
Julius, además de American Affairs, diriges un grupo comercial de fabricación estadunidense, la New American Industrial Alliance. ¿Me estoy perdiendo algo? ¿Estás de acuerdo con mi evaluación? ¿O hay algún método más complejo en lo que parece una locura?
Lecturas recomendadas
-Lean una publicación del blog 404 Media, de Emanuel Maiberg, en la que se analiza cómo las universidades francesas están capitalizando la fuga de cerebros de EU después de Trump. Mi expectativa es que esto también acelerará la tendencia, ya en marcha, de que los estudiantes estadunidenses vayan el extranjero (lo que suele ser mucho más barato que ir a la universidad en EU, incluso pagando el costo total del viaje).
- David Brooks hizo un buen resumen en The New York Times de los propios objetivos de la administración Trump, que ha logrado destrozar a la OTAN, a Occidente, el poder blando estadunidense y la alianza transatlántica (entre otros) en unas cuantas semanas.
- Y en Financial Times vean las cinco maneras en que Europa puede impulsar el crecimiento rápidamente, y no se pierdan la columna de Janan Ganesh sobre por qué la recesión no va a disuadir a Trump.
Julius Kerin responde
Muchos fabricantes estadunidenses estarán de acuerdo al menos con algunas partes de tu evaluación. Los primeros anuncios de aranceles incluyeron artículos, como el gas y el petróleo canadienses, que ni siquiera los defensores de la línea más dura de los aranceles tenían en sus listas de escenarios posibles; en todo caso, el aumento de los costos de la energía contradice el objetivo de reconstruir la industria estadunidense. La política comercial también deberá considerar que nuestra base industrial está tan debilitada que reconstruirla va a requerir más importaciones de equipos y materiales.
Hasta la fecha, el gobierno ha ofrecido varias justificaciones para su política comercial. Además de la deslocalización, los aranceles forman parte de las negociaciones para combatir el tráfico de fentanilo, y el presidente también propuso utilizar los ingresos de los aranceles para compensar las reducciones del impuesto sobre la renta.
Uno puede argumentar a favor de todos estos puntos, pero creo que debe haber más claridad sobre qué aranceles forman parte de una estrategia a largo plazo para la reindustrialización y cuáles son una moneda de cambio en las negociaciones a corto plazo.
Las decisiones de inversión a largo plazo en sectores con uso intensivo de capital, como la fabricación, requieren mayor certidumbre sobre la política subyacente. El gobierno también puede beneficiarse de una mayor comunicación con los fabricantes de EU.
Además, recién se confirmó el nombramiento de personal clave en la oficina del representante comercial de EU y en los departamentos de Comercio y del Tesoro. Ahora que el equipo comercial completo —que considero muy sólido— está en funciones, existe la oportunidad de desarrollar una estrategia más sistemática. El gobierno anunció una revisión de la Fase Uno del acuerdo comercial con China, y el T-MEC se revisará y renovará en 2026. Estos ejercicios deben ser útiles para orientar la política comercial futura.
Los aranceles son una herramienta política necesaria y útil, una herramienta que antes del primer mandato de Trump se ignoraba con demasiada frecuencia por razones ideológicas. Pero también creo que los aranceles son más efectivos cuando forman parte de una estrategia de reindustrialización más amplia, que abarca desde la reforma fiscal y de permisos hasta la contratación pública, el desarrollo de la fuerza laboral, el apoyo a la inversión y más allá.
Se están produciendo avances importantes en estas otras áreas, como nuevos esfuerzos en la construcción naval y un fondo soberano de inversión, aunque no han atraído tanta atención de los medios. Personalmente, animaría a la Casa Blanca a abordar la política comercial como parte de un esfuerzo mucho mayor, no como un mero elemento aislado.
Respecto a la colaboración con aliados, irónicamente, Europa puede beneficiarse de las primeras medidas de la administración Trump. La ruptura que se ha manifestado es lamentable, pero una Europa que se tome en serio la reconstrucción de sus propias capacidades de defensa y, en general, de su industria, será mejor para ambas partes a largo plazo. Y aunque sospecho que las relaciones entre los gobiernos pueden ser tensas durante algún tiempo, en el sector privado existen muchas oportunidades de cooperación para la reindustrialización, y algunas conversaciones ya están en marcha.
Cabe destacar algunas diferencias respecto al primer mandato de Trump. Antes hubo una oposición significativa a los aranceles del presidente a China. Esta vez, mientras todos centran la atención en Canadá, parece haber poca resistencia a aumentar las tasas a Pekín, y existe un importante apoyo para cerrar la laguna legal de minimis sobre las importaciones asiáticas.
Una mayor parte de la comunidad empresarial estadunidense comprende ahora la importancia —y la urgente necesidad— de la reindustrialización. Stephen Schwarzman, de Blackstone, por ejemplo, incluso hizo comentarios positivos sobre los aranceles de Trump. Por tanto, la administración tiene una oportunidad extraordinaria en este sentido, pero todos deben reconocer que la reindustrialización será una maratón, no una carrera de velocidad.
Sus comentarios
Y ahora, unas palabras de nuestros lectores de Swamp Notes…
En respuesta a “Je suis Khalil”: “La lógica binaria que adoptan líderes como Katrina Armstrong parece conveniente. Pueden coexistir varias verdades, como que el antisemitismo es una discriminación de odio que no tiene lugar en los campus universitarios, y que cualquier acción del gobiernol que tome cono rehén a una universidad es inconstitucional y, hasta hace poco, incomprensible” -Jennifer Ruth Hoyden.