Datos de riesgo climático tocan fibras sensibles

El regulador bursátil de EU se esfuerza en elaborar reglas para que las empresas sean más transparentes

La laguna Suesca, en Colombia, se ha secado por el cambio climático desde 2012. Raúl Arboleda AFP
Gillian Tett y Simon Mundy
Londres /

Una cosa para empezar: Saludos desde Washington (casi), a donde me dirijo esta semana para la reunión de primavera del FMI y el Banco Mundial, y una conferencia del CFA sobre ESG (temas ambientales, sociales y de gobierno) en el mismo contexto.

La invasión de Rusia a Ucrania será uno de los principales temas de debate en estas reuniones; también lo será la cuestión de si la guerra desbarató el movimiento de la sustentabilidad, al tener en cuenta el nuevo enfoque en la seguridad energética.

La semana pasada, el consejo editorial del FT adoptó una postura firme al respecto, argumentando que la guerra crea mayor necesidad —y no menor— de energía verde ahora. Paul Polman y Andrew Winston también respondieron a los críticos de la agenda ESG en el Harvard Business Review con una contundente réplica de cinco puntos sobre por qué la sustentabilidad sigue siendo una parte fundamental de los negocios que los líderes ignoran a su cuenta y riesgo.

Pero según mi opinión, es probable que la reacción negativa contra la agenda ESG —y la reacción negativa contra la reacción negativa— siga aumentando. Y los esfuerzos de la Comisión de Bolsa y Valores de EU (SEC, por su sigla en inglés) para elaborar reglas de divulgación sobre el clima se están convirtiendo en un foco de tensión.

Los republicanos presionan frenéticamente para diluir las reglas.

A continuación, vean lo que piensan los lectores de Moral Money al respecto.

También echen un vistazo a la investigación que el historiador Doug Brinkley está haciendo para poner esta batalla en un contexto histórico. (Gillian Tett)

Reglas de divulgación sobre el clima: Los lectores de Moral Money opinan

El impulso de la Comisión de Bolsa y Valores de EU (SEC, por su sigla en inglés) por nuevas normas de divulgación de información sobre el clima de las empresas ha resultado ser muy divisivo en el Congreso, ya que provocó una fuerte oposición por parte de los legisladores republicanos y del rebelde senador demócrata Joe Manchin.

Pero cuando invitamos a los lectores de Moral Money a compartir sus opiniones, se mostraron abrumadoramente a favor de los nuevos y estrictos estándares de divulgación, aunque también instaron a los reguladores a fijar la mira más alto en algunas áreas.

“Los inversores son los que eligen qué riesgos asumir”, escribió Julie Gorte, vicepresidenta de Impax Asset Management, expresando su apoyo a las propuestas de la SEC. “Para entender esos riesgos y tomarlos en cuenta de manera justa, necesitamos información”.

Fue implacable en sus descalificaciones a los críticos republicanos de la SEC.

“Esos políticos quejumbrosos tienen que darse cuenta de que la política es la gestión del riesgo en sentido amplio, y que dejaron caer la pelota”, escribió Mike Clark, fundador de Ario Advisory. “La excelente SEC está ayudando a llenar el enorme vacío de gestión de riesgos que dejaron”.
“La crítica visceral de los republicanos a cualquier cambio regulatorio que no inyecte directamente dinero público a los bolsillos de sus donantes debería ser ignorada”, añadió el lector Mark Shumway, quien agregó que las empresas con una escasa divulgación de información relacionada con el clima probablemente sufrirían valoraciones más bajas, en ausencia de estándares obligatorios”.

“Cada campo de negocio tendrá su categoría de activos varados relacionados con el clima”, escribió Jonathan Rose, fundador de la compañía inmobiliaria homónima con sede en Nueva York, señalando el creciente riesgo de edificios “invendibles”. “Los inversores merecen tener conocimientos de esto”. Además, instó a los reguladores a que ayuden a arrojar luz sobre los complejos riesgos sistémicos que surgirán a medida que una enorme gama de sectores empresariales interdependientes se descarbonicen simultáneamente mientras combaten los impactos climáticos físicos.

La SEC debe hacer más para dar un veredicto claro y adecuado sobre qué riesgos relacionados con el clima se considerarán materiales y, por tanto, estarán sujetos a divulgación obligatoria, escribió Peter Bakker, presidente del World Business Council for Sustainable Development (Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sustentable).

Bakker elogió a la SEC por haber introducido gradualmente sus requisitos de divulgación, afirmando que esto demuestra su comprensión del “estado de los negocios”. Sin embargo, instó a los reguladores estadunidenses a armonizar sus normas con los estándares globales que están surgiendo, como los del nuevo Consejo de Normas Internacionales de Sostenibilidad (ISSB, por su sigla en inglés).

Al otro lado del Atlántico, los reguladores europeos avanzaron más en este ámbito, con un cúmulo de nuevas normas de divulgación para empresas e inversores. Pero aunque ya empezaron a aparecer los primeros informes bajo este régimen, no todo el mundo quedó impresionado por su impacto.

“No he visto a ningún participante en el mercado admitir lo buena que es la nueva información y qué tanto valor añadido le aporta a los inversores”, escribió Santeri Suominen, abogado especializado en mercados de capitales y finanzas sustentables de la Confederación de Industrias Finlandesas.

Argumenta que las normas de la Unión Europea para las empresas se desviaron del objetivo original, y en su lugar tratan de “redefinir la forma en que las compañías operan sus negocios”. “Es probable que este tsunami regulatorio no cumpla sus objetivos”, advirtió Suominen.

Si tienes algo más que añadir a este debate —o a otra de las acaloradas disputas dentro del espacio de la sostenibilidad— ya sabes dónde encontrarnos: moralmoneyreply@ft.com. Como siempre, esperamos sus comentarios. (Simon Mundy)

¿Volver (o no) al futuro?

Cuando los ecologistas debaten en la actualidad las cuestiones ecológicas, suelen ver al futuro. No es de extrañar: la cuestión de si podemos mantener colectivamente el calentamiento global por debajo de 1.5 grados centígrados en los próximos años será fundamental para el futuro del planeta, como muestra el último informe del IPCC.

Pero a veces también vale la pena mirar hacia atrás. Y eso es precisamente lo que hace Doug Brinkley, profesor de historia de la Universidad de Rice, e historiador oficial de la Historical Society de Nueva York. Hace unos años publicó un libro premiado sobre los problemas ambientales y sociales en torno al huracán Katrina. Este otoño publicará un libro sobre la revolución ambiental de la década de 1960 en EU, titulado Silent Spring Revolution: John F. Kennedy, Rachel Carson, Lyndon Johnson, and the Great Environmental Awakening.

Merece la pena reflexionar sobre este periodo porque contiene lecciones para la administración de Joe Biden en Washington en la actualidad. En la década de 1960, como me explicó Brinkley durante una reciente mesa redonda en la Historical Society, la activista Rachel Carson desempeñó un papel crucial en el impulso del movimiento de protección del medio ambiente, ya que era una comunicadora muy poderosa, muy parecida a Greta Thunberg en la actualidad (aunque sin Instagram). Su poder surgió, en parte, porque parecía tener una voz muy suave y serena.

Sin embargo, también contaba con el apoyo de algunos políticos clave, como Kennedy. Y en aquella época la protección del medio ambiente no se consideraba un asunto puramente partidista; los republicanos también estaban comprometidos.

Otro detalle notable es que el movimiento recibió un fuerte apoyo de los sindicatos, mientras que las empresas se mantuvieron al margen, una patrón que se revirtió parcialmente en la actualidad.

Pero con el inicio de la guerra de Vietnam, las crisis de energía y la inflación por los cielos, este estallido de pasión medioambiental se apagó en las décadas siguientes. La Silent Spring (Primavera Silenciosa) de Carson cambió el debate durante un tiempo, pero no de forma permanente.

¿Cuáles son las lecciones para la actualidad? Una es que es corto de miras suponer que los republicanos no pueden contribuir a la lucha ambiental, dada la acción bipartidista de la década de 1960. Sí, la frase “cambio climático” actualmente es polarizante. Y sí, el sector del gas y el petróleo (que suele estar aliado con los republicanos) a menudo contraataca. Pero palabras como “administración” o “protección del medio ambiente” resuenan entre los republicanos y los evangélicos. Y, como señaló Brinkley, la mayoría de los paisajes naturales (como los parques nacionales) que los ecologistas protegieron se encuentran en regiones de voto rojo (republicano), no azul (demócrata).

El segundo punto es que a los ecologistas modernos les convendría hacer más para que el movimiento obrero participe en las batallas verdes. Esto puede ser difícil en la actualidad, ya que algunas reformas verdes (como el cierre de las minas de carbón) pueden costar puestos de trabajo. Pero los trabajadores podrían —y deberían— estar más integrados hoy en día.

Sin embargo, la tercera lección de la historia es que es peligroso que los activistas se duerman en sus laureles, o que se extralimiten en sus funciones de forma precipitada o agresiva.

Cuando la campaña Silent Spring de Carson cobró impulso, algunos sectores del movimiento ecologista se volvieron tan hostiles hacia la clase dirigente que alienaron a los partidarios de la corriente principal. Eso privó al movimiento verde de posibles aliados cuando los intereses corporativos respondieron, y el estado de ánimo del público cambió ante el aumento de la inflación.

Los activistas actuales de la agenda ESG deberían tomar nota: vale la pena construir coaliciones. Sobre todo en un momento en el que la guerra y las crisis de energía están creando una nueva ola de inflación, y algunos inversores refunfuñan sobre burbujas verdes en los precios de los activos. (Gillian Tett)

Smart Read

¿Quieres sentirte un poco más alegre sobre la humanidad y el progreso tecnológico? Echa un vistazo a este insólito artículo en The Conversation sobre...er... peces. Nicholas Sullivan, investigador de la Universidad de Tufts, escribió un nuevo y fascinante libro en el que argumenta que la tecnología de la información podría hacer que la pesca comercial fuera menos destructiva e ineficiente en los próximos años. Y, aunque solamente sea por eso, es un avance interesante para que los inversores reflexionen.


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