La reelección de Donald Trump marca una nueva era en la política estadunidense y mundial. Hace ocho años, su victoria pudo ser considerada como una anomalía. En esta ocasión, después de todo lo que ha sucedido desde entonces —en particular el intento de revocar el resultado de las elecciones de 2020— representa una decisión determinante para lo peor. Con un probable control sobre el Congreso y una Corte Suprema supina, Trump domina a Estados Unidos. Busca remodelar mucho según sus propios deseos. Esta vez, además, tendrá un ejército de leales a su lado.
Para cualquier gobierno de Reino Unido, esto creará enormes dilemas. La relación unilateral con EU es, de manera aplastante, el vínculo de seguridad más importante que posee el país. También es uno de dos nexos económicos más importantes (el otro es con la Unión Europea). Los gobiernos británicos han creído desde la Segunda Guerra Mundial que EU seguirá siendo el gran baluarte de la democracia liberal y el multilateralismo cooperativo. Ahora hay más que una pequeña duda en todo esto.
Pero EU no es el único pilar que se está debilitando. El 2016 trajo consigo el brexit y a Trump. Si la alianza con Estados Unidos, cimentada en la creación de la OTAN, se convirtió en la base de la seguridad británica, la decisión de unirse a la Unión Europea convirtió a la nueva Europa en una parte central del destino económico del Reino Unido.
Así como no hay sustituto para la alianza de seguridad con EU, en particular en el alterado entorno actual, el Brexit demostró que la Unión Europea sigue siendo el socio natural del Reino Unido, en virtud de su tamaño y cercanía, especialmente en el comercio. Incluso en 2023, el bloque proporcionó 55 por ciento de todas las importaciones de bienes de Reino Unido y absorbió 47 por ciento de sus exportaciones de bienes. En inversión extranjera directa, la Unión Europea y EU también son socios dominantes de Reino Unido. Además, y esto es crucial, Reino Unido es una economía muy dependiente de las amenazas comerciales. Si bien los miembros más grandes de la Unión Europea dependen aún más del comercio, su socio más importante es el resto del bloque. Reino Unido ahora es un forastero.
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Lo que hace que todo esto sea mucho más difícil es que Trump está decidido a debilitar los compromisos con la OTAN y a aumentar las barreras al comercio. Se habla de aranceles de 60 por ciento a las importaciones estadunidenses procedentes de China ―claramente un acto de guerra económica― y de 10 a 20 por ciento a todos los demás. Los análisis del FMI y del Instituto Nacional de Investigación Económica y Social de Reino Unido indican que estos impuestos tendrán efectos negativos significativos en las economías de Estados Unidos y del mundo, tanto en el corto como en el mediano plazo.
Entonces, ¿qué debe hacer Reino Unido, teniendo en cuenta todo este potencial y el frágil estado de su propia economía?
No puede hacer nada para evitar el inicio de una guerra comercial, pero puede persuadir al nuevo gobierno de que, como aliado y país con un déficit comercial, debe estar exento. El precio podría ser un aumento adicional del gasto de defensa. Pero eso podría ser sensato, en cualquier caso. ¿Funcionaría? Tal vez no. Pero Trump seguramente disfrutaría de la humillación.
Una opción opuesta es decidir que el pilar estadunidense se derrumbó y tratar de hacer causa común con la Unión Europea para resistir la embestida. Eso puede incluso tomar la forma de reconsiderar el propio brexit, con el argumento no tan ridículo de que los supuestos políticos y económicos en los que se basó esa decisión ahora están completamente obsoletos.
Las dificultades con esta idea son al menos tres. En primer lugar, no está del todo claro que en las circunstancias actuales, especialmente en EU, la Unión Europea pueda funcionar con éxito. En segundo lugar, dados todos sus problemas, actuales y futuros, es poco probable que incluso una Unión Europea funcional pueda reunir la energía para volver a abrir este debate tóxico. En tercer lugar, para Reino Unido, la discusión sobre la posibilidad de volver a examinar el Brexit volvería a desgarrar al país. Lo sensato parece ser dejar que el brexit siga su curso, pero eso no excluye la posibilidad de tratar de mejorar las relaciones con la Unión Europea siempre que sea posible.
El camino sensato ahora es reconocer los peligros que se avecinan para Reino Unido, tratar de fortalecer los fundamentos internos y tratar de hacer todo lo posible para conservar aquello en lo que este país tiene que creer necesariamente: los mercados abiertos, el multilateralismo y la cooperación internacional, pero también la defensa de la democracia liberal, especialmente en su continente de origen. Todo esto tendrá que intentarse en un contexto global mucho más difícil.
Reino Unido no puede oponerse a EU por su cuenta. Si se atreve a hacerlo en algunas áreas vitales debe encontrar aliados creíbles, pero sus intereses y valores ya no se alinean con los de su aliado histórico. Es una nueva. Reino Unido tendrá que ser valiente y astuto en su respuesta.