¿Cómo damos sentido al mundo? El tiempo que pasé en Davos la semana pasada cristalizó mis respuestas en doce reflexiones.
1. El mundo está amenazado “por la espada, la hambruna y la peste”, como advirtió Ezequiel: primero el covid, luego la invasión a Ucrania y después la hambruna, al haber una disrupción en las exportaciones de alimentos, fertilizantes y energía. Todo esto nos recuerda nuestra vulnerabilidad ante crisis imprevisibles, aunque por desgracia, no inimaginables.
2. “Es la política, estúpido”. James Carville, el estratega de la campaña de Bill Clinton, dijo la famosa frase “es la economía, estúpido”. Ya no se puede asumir la preeminencia de la economía. La nuestra es una época de guerras culturales, políticas de identidad, nacionalismo y rivalidad geopolítica. También es, en consecuencia, una época de división, dentro de los países y entre ellos.
3. La tecnología continúa su marcha de transformación. La conmoción del covid trajo consigo dos gratas sorpresas: la posibilidad de llevar a cabo gran parte de nuestra vida normal en línea, y la capacidad de desarrollar y producir vacunas efectivas con una velocidad asombrosa, aunque no se entreguen a la misma velocidad. El mundo también está dividido en este sentido.
4. Las divisiones políticas entre las democracias de altos ingresos, por un lado, y Rusia y China, por otro, ahora son profundas. Antes de la invasión de Rusia a Ucrania, la supervivencia de un concepto global de “un mundo” parecía al menos concebible, aunque fuera difícil, pero las guerras son transformadoras. La oferta de China de una asociación “sin límites” a Rusia tal vez fue determinante en la decisión de Putin de arriesgarse a la invasión. Su guerra es un asalto a los principales intereses y valores de Occidente. Unió a Estados Unidos y Europa, por el momento. Debe ser decisiva para la actitud de Europa hacia China: una potencia que apoya una ofensiva de ese tipo no puede ser un socio de confianza. La marcha hacia el totalitarismo de estas dos autocracias también debe ampliar la división global.
5. A pesar del ascenso de China, Occidente es enormemente poderoso. De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), estos países seguirán representando 42 por ciento de la producción mundial en paridad de poder adquisitivo y 57 por ciento a precios de mercado en 2022, frente al 19 por ciento de China, en ambos casos. También emiten todas las monedas de reserva importantes. China tiene más de 3 billones de dólares en reservas en moneda extranjera, mientras que Estados Unidos tiene casi nada. En su lugar, puede imprimirlas. La capacidad de EU y sus aliados para congelar una gran parte de las reservas de divisas de Rusia demuestra lo que significa este poder. Pero el poder occidental no solo es económico, también es militar. ¿Cómo le habría ido al tan cacareado ejército ruso contra el de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)?
6. Sin embargo, Occidente también está muy dividido dentro de los países y entre ellos. Muchos de sus políticos eran entusiastas partidarios de Putin: Marine Le Pen era una de ellos. En Europa, Viktor Orbán es el superviviente más vocal de esta compañía. En EU, el autoritarismo xenófobo —el “orbanismo”— aún es un conjunto de ideas principales en la derecha. El ataque de Donald Trump a la característica fundamental de la democracia —la transferencia de poder mediante una votación justa— también está muy vivo. Muchas de estas personas ven la autocracia nacionalista de Putin como un modelo. Si vuelven al poder, la unidad occidental se derrumbará.
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7. A largo plazo, es probable que Asia se convierta en la región económica dominante del mundo. Los países emergentes del este, sureste y sur de Asia contienen la mitad de la población mundial, frente al 16 por ciento de todos los países de altos ingresos juntos. Según el FMI, la producción real promedio per cápita de estas economías asiáticas pasará de 9 por ciento de la de los países de altos ingresos en 2000 a 23 por ciento en 2022, sobre todo debido a China. Es probable que este aumento continúe.
9. Las democracias de altos ingresos tendrán que mejorar su juego político si quieren convencer a los países emergentes y en desarrollo de que se pongan de su lado frente a China y Rusia. A pocos países les gustan estas autocracias, pero Occidente perdió mucho apoyo con sus guerras fallidas y su ayuda inadecuada, en especial durante el covid. La mayoría de los países emergentes y en desarrollo se esforzarán por permanecer en buenos términos en ambos lados.
9. La cooperación mundial es esencial. Por muy profundas que sean las desavenencias, compartimos este planeta. Todavía tenemos que evitar guerras, el colapso económico y la destrucción del medio ambiente. Nada de esto es posible sin un nivel mínimo de cooperación. Sin embargo, ¿es eso probable? No.
10. Los rumores de la muerte de la globalización son exagerados. Los estadunidenses piensan que su perspectiva es la norma mundial. Con frecuencia, no lo es, como en este caso. La mayoría de los países saben que el comercio extendido no es un lujo, sino una necesidad. La perspectiva probable es que el comercio sea menos estadunidense, menos occidental y menos dominado por la fabricación; sin embargo, es probable que el comercio de servicios se dispare, impulsado por la interacción transfronteriza en línea y la inteligencia artificial.
11. Dados los inmensos retos políticos y organizacionales, las posibilidades de que la humanidad evite un cambio climático perjudicial son escasas. Las emisiones cayeron en 2020 gracias al covid, pero la curva sigue sin doblarse.
12. La inflación se desató como no se veía desde hace cuatro décadas. Es una interrogante si los bancos centrales mantendrán su credibilidad. La alta inflación y la caída de los ingresos reales son una combinación políticamente nociva. Se producirán agitaciones.
En Occidente tenemos que administrar cambios profundos y conflictos letales en un momento de división y desilusión. Nuestros líderes tienen que estar a la altura de las circunstancias. ¿Lo estarán? Solo cabe esperar que sí.