Economía británica enfrenta una productividad estancada

Tras la salida de Boris Johnson, los aspirantes al cargo deben dar solución al problema de los ingresos con inversión, gobernanza empresarial y menos emisiones

El primer ministro de Reino Unido dimitió la semana pasada. Phil Noble/Reuters
Martin Wolf
Londres /

Al final, el instinto de supervivencia de su partido político se impuso a la determinación de Boris Johnson de sobrevivir. Estas son buenas noticias; sin embargo, ha sido un líder político significativo, aunque desastroso. Cambió el debate sobre las cuestiones fundamentales de las soluciones a los símbolos. Esto es cierto, sobre todo, en el caso del Brexit, su legado perdurable. La insistencia de Johnson en los adornos de la soberanía resultó en una salida dura de la Unión Europea. Si la amenaza de romper el protocolo de Irlanda del Norte le sobrevive puede ocurrir algo peor. 

El Brexit no es el reto más importante al que se enfrentan los políticos británicos. Lo más relevante es sencillo de describir y difícil de resolver. Se trata del estancamiento a largo plazo de la productividad y los ingresos reales. Si el país no puede resolver esto, es poco probable que resuelva muchas cosas importantes. La actual crisis del costo de la vida es tan grave debido a los terribles resultados a largo plazo.

Como señala la Resolution Foundation en su último informe, los 15 años transcurridos entre 2004 y 2019 —antes de la crisis y del Brexit— fueron los más débiles en el crecimiento del producto interno bruto (PIB) per cápita desde el lapso entre 1919 y 1934. El poco crecimiento del PIB provocó un bajos ingresos reales disponibles de los hogares: los de los no pensionados aumentaron 12 por ciento entre 2004-2005 y 2019-2020. Esto puede compararse con un incremento promedio de 40 por ciento cada 15 años desde 1961.

También han sido significativos los cambios en la distribución del ingreso. Entre 1980 y 1995, los ingresos reales disponibles promedio de los hogares no jubilados aumentó 37 por ciento, pero 67 por ciento para el decil superior y solo 3 por ciento para el inferior. Entre 1992 y 2007, los ingresos subieron 41, 47 y 37 por ciento, respectivamente. Entonces el crecimiento fue rápido y compartido, lo que seguro fue mucho mejor, pero luego, entre 2004 y 2019, mientras los ingresos promedio aumentaron 12 por ciento, la del decil superior lo hizo en 11 por ciento y la del inferior en 2 por ciento: eso fue estancamiento en general. En 2018, la distribución fue la más desigual de las democracias de altos ingresos, solo por detrás de Estados Unidos.

El desempeño desde la crisis financiera no solo es malo según los estándares históricos de Reino Unido. También es malo en comparación con los desdeñados pares europeos. Según la Resolution Foundation, entre 2007 y 2018 los ingresos promedio reales disponibles de los hogares, ajustados al poder adquisitivo, cayeron 2 por ciento en Reino Unido. En el mismo periodo aumentaron 34 por ciento en Francia, 27 por ciento en Alemania y 23 por ciento en Países Bajos. Como resultado, el ingreso promedio disponible de los hogares de Reino Unido se ubicó muy por debajo de la de sus pares de Europa occidental: 9 por ciento por debajo de Francia, por ejemplo, y 16 por ciento por debajo de Alemania (a pesar de los elevados costos de la unificación).

Estos malos resultados relativos se observan también en otros ámbitos. Según el Conference Board, la producción por hora de Reino Unido cayó de 84 por ciento de los niveles alemanes en 2007 a 81 por ciento en 2015 y a 79 por ciento en 2021. El PIB per cápita relativo de Reino Unido también cayó, pasando de 92 por ciento de los niveles alemanes en 2007, a 87 por ciento en 2015 y a 82 por ciento en 2021.

La situación es aún peor. El aumento del empleo compensa el freno de la productividad y apoya los ingresos de los pobres, pero es poco probable que esto ayude tanto en el futuro. La prosperidad dependerá aún más de la productividad.

Algunos argumentarán que el estancamiento de los ingresos no tiene mucha importancia. Dicen que en su lugar los responsables de las política deben centrarse en el bienestar. Hay buenas razones para que los gobiernos gasten en salud mental, atención social y cambio climático, como recomienda el World Wellbeing Movement, pero una condición necesaria para ese gasto es un aumento de la prosperidad compartido. El ascenso de la política populista parece un resultado natural, aunque desastroso, de la gran desigualdad y el estancamiento de los ingresos reales en Reino Unido. “Déjenlos que se coman el Brexit” es la táctica. Esa comida es tentadora, pero resultará bastante indigesta a largo plazo.

La gran pregunta es cómo acabar con el estancamiento. La respuesta no serán los recortes fiscales: los impuestos ya son más bajos que los de nuestros pares europeos; tampoco será la desregulación. Dependerá de una mayor inversión y de llevar a las empresas y regiones rezagadas a la frontera. Dependerá de la mejora de la gobernanza empresarial y de los mercados de capitales, que fomentan la inversión y la innovación; además, de que se aproveche la revolución energética para acelerar el crecimiento y reducir las emisiones.

Los candidatos al más alto cargo deben ofrecer respuestas serias a estos grandes retos. Y deben hacer que esas respuestas sean creíbles, a pesar de la locura del Brexit. ¿Lo harán? Lo dudo.


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