Economías emergentes deben anticipar la crisis inflacionaria

El Fondo Monetario Internacional prevé que el índice tocará un máximo de 6.8% en países pobres y ricos antes de caer a alrededor de 4% el próximo año

Los precios de los alimentos han subido 40 por ciento, indica la FAO. Araceli López
Consejo Editorial
Londres /

Para los banqueros centrales de los países ricos el argumento a favor de endurecer la política monetaria más pronto que tarde está bien equilibrado. Si se espera demasiado la inflación puede salirse de control, ir demasiado pronto y la recuperación, aún frágil, puede tambalearse. Por otro lado, para los mercados emergentes los argumentos se inclinan hacia un lado.

El miércoles el Banco Nacional de Polonia fue el último en unirse a un club de países de ingresos medios, junto a Hungría, Rusia, México, Colombia y Brasil, que ya comenzaron a subir las tasas. El alza fue modesta, elevando las tasas de 0.1 a 0.5 por ciento, pero fue una medida prudente. Los bancos centrales tienen menos margen para esperar y ver si los aumentos de precios y los cuellos de botella en la oferta son temporales.

La inflación subió aún más rápido en los países de ingresos medios que en los ricos. La tasa polaca fue de 5.8 por ciento en septiembre, la más alta en 20 años. Está más cerca de las cifras de Brasil, y en México la tasa de inflación subyacente se aceleró en septiembre al ritmo más rápido desde 2017. Estas tasas más altas se deben en parte a que los alimentos representan una mayor proporción del consumo y, por tanto, de las canastas de inflación que en los países más ricos. Los precios de los alimentos aumentaron 40 por ciento durante los 15 meses anteriores, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

El Fondo Monetario Internacional (FMI) proyecta que las tasas de inflación alcanzarán un máximo de 6.8 por ciento en las economías emergentes y desarrolladas antes de caer a alrededor de 4 por ciento el próximo año. Las economías avanzadas tendrán una inflación más modesta, con un pico de 3.6 por ciento este otoño, antes de caer a 2 por ciento.

Si bien las tasas de interés más altas pueden hacer poco para evitar que los alimentos se encarezcan, en las economías emergentes hay menos confianza en los bancos centrales y tienen que trabajar más para mantener bajo control las expectativas de aumentos de precios. Con frecuencia, los periodos de alta inflación no son fábulas, sino recuerdos frescos, más en América Latina. En Turquía, el presidente Recep Tayyip Erdogan defiende la visión poco ortodoxa de que las tasas de interés más altas provocan aumentos de precios en lugar de sofocarlos y la inflación ya alcanzó casi 20 por ciento.

También es una medida inteligente adelantarse a los países ricos. Cuando la Fed comenzó a reducir su programa de expansión cuantitativa en 2013, el capital salió de las economías de mercado emergentes y los tipos de cambio se depreciaron. Tener tasas nacionales más altas ayuda a proteger contra tal eventualidad.

Un menor margen para apoyar a las economías mediante estímulos fiscales y monetarios es una de las razones por las que es probable que las recuperaciones económicas en los mercados emergentes y los países más ricos difieran aún más. Esto no solo se debe al despliegue desigual de las vacunas, también a la desaceleración de China. Cuando los funcionarios del FMI, el Banco Mundial y otras entidades se reúnan en Washington la próxima semana, la atención debe centrarse en cómo lograr una recuperación global.



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