El 'brexit' puede terminar en un acuerdo remendado

Con la amenaza de repudiar su acuerdo comercial con la Unión Europea y los intentos de negociar la parte más conflictiva de la salida, el gobierno de Reino Unido socava su credibilidad como socio confiable

La nación salió formalmente de la eurozona en 2020. Daniel Leal Olivas/AFP
Martin Wolf
Londres /

Boris Johnson ganó las elecciones generales de 2019 con la promesa de que conseguiría hacer el brexit, pero no está hecho. En lugar de estabilizarse, las relaciones tras el divorcio están empeorando. No es de extrañar que sean más tensas cuando las responsabilidades siguen siendo compartidas. La pesca es uno de esos puntos de discordia; sin embargo, el más peligroso, por mucho, es Irlanda del Norte. Ya en octubre de 2019, Johnson declaró que había alcanzado un “gran nuevo acuerdo”. Ahora le gustaría romperlo. Eso es característico, por desgracia, pero es peligroso no solo para Reino Unido, también para la Unión Europea y el resto de Occidente.

En cierto sentido, el brexit nunca pudo haberse “hecho” a estas alturas. El fin de un matrimonio transforma las perspectivas de los cónyuges hacia el futuro. En igualdad de condiciones, el socio económicamente más dependiente también sufrirá más.

En su último mes, la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (OBR, por su sigla en inglés) concluyó que “desde noviembre de 2016, nuestros pronósticos han supuesto que tanto las importaciones como las exportaciones totales de Reino Unido eventualmente serán un 15 por ciento más bajas que si hubiéramos permanecido en la Unión Europea. Esta disminución en la intensidad del comercio impulsa la reducción de 4 por ciento en la productividad potencial a largo plazo que suponemos que al final resultará de nuestra salida de la Unión Europea”. Para poner esto en contexto, esto es el doble de los costos estimados a largo plazo del covid y, en valor actual, es de 80 mil millones de libras al año.

Hasta ahora, los resultados se acercan a los pronósticos anteriores. El comercio de Reino Unido con la Unión Europea se está reduciendo respecto a lo que habría ocurrido en otras circunstancias. Esto no se compensará con otros intercambios comerciales. Eso impondrá costos a perpetuidad.

Sin embargo, puede ser mucho peor que esto. Supongamos que los comercializadores e inversionistas, extranjeros y nacionales, concluyeran que no pueden confiar en el marco negociado para las relaciones entre Reino Unido y sus socios económicos más importantes. Peor, supongamos que se destruye la credibilidad del gobierno británico como socio. Entonces las pérdidas para Reino Unido pueden superar las señaladas por la OBR. También irán mucho más allá de los costos solo económicos.

¿Hasta qué punto son realistas estos temores? En una emisión del fin de semana, Simon Coveney, el ministro de Relaciones Exteriores irlandés, sugirió que la Unión Europea puede repudiar su acuerdo comercial posterior al brexit si el gobierno británico seguía adelante con su amenaza de suspender partes del acuerdo sobre Irlanda del Norte. Advirtió que Reino Unido está presionando para conseguir un acuerdo que sabía que no podía obtener. En efecto, la nación está impulsando un cambio radical. En un combativo discurso en octubre, el gallo de Johnson, lord David Frost, argumentó: “Que la Unión Europea diga ahora que el protocolo —elaborado con extrema prisa en un momento de gran incertidumbre— no puede mejorarse nunca, cuando es tan evidente que está causando problemas tan importantes, será un error de apreciación histórico”.

Este es el lenguaje del repudio. Resulta muy llamativa la insinuación de que este protocolo —consciente y, hay que suponer, acordado a sabiendas por el propio Johnson hace dos años— era de algún modo “incierto” y se elaboró con “extrema prisa”. De hecho, sus consecuencias eran bastante previsibles. Por eso, Theresa May, su predecesora, rechazó la idea de separar así a Irlanda del Norte del resto de Reino Unido. Si Johnson no entendía lo que estaba firmando fue un incompetente. Si lo hizo, pero no tenía intención de cumplir el acuerdo que firmó, fue deshonesto.

Esto no quiere decir que la administración de este protocolo no pueda mejorarse. La Comisión Europea ha hecho importantes propuestas al respecto, pero la insistencia de Reino Unido en desviarse de las normas de la Unión Europea en materia de alimentos sin duda creará problemas en su comercio con Irlanda del Norte. Y así ha sido.

En busca de un cambio radical en el acuerdo, el gobierno británico propone adoptar medidas de “salvaguardia”, que están permitidas por el artículo 16 del protocolo. Pero tales “medidas se limitarán, en cuanto a su alcance y duración, a lo estrictamente necesario para remediar la situación”. El deseo de Reino Unido de eliminar el papel del Tribunal de Justicia de la Unión Europea en la resolución de la legislación comunitaria que rige el mercado único está muy lejos de ser “estrictamente necesario”. Además, la eurozona tendrá derecho a adoptar sus propias medidas de reequilibrio. Nadie sabe dónde terminará este ciclo de represalias entre estos vecinos.

La visión optimista es que este “juego de la gallina” terminará, como ya ha sucedido en otras ocasiones, con un acuerdo remendado: la Unión Europea cederá un poco y Reino Unido no conseguirá todo lo que quiere. Sin embargo, esta visión alegre tiene evidentes dificultades. La primera es que los intentos de renegociar la parte más conflictiva de la salida han agriado las relaciones y, lo que es peor, lo seguirán haciendo: después de todo, Irlanda, Irlanda del Norte, la Unión Europea y Reino Unido no van a desaparecer. La segunda es que estas artimañas socavan la confianza en sus compromisos que necesita cualquier gobierno. Reino Unido ya no puede esperar salirse con la suya con su reputación de “pérfida Albión”. La última es que el juego de la gallina puede terminar en un choque del tipo sugerido por Coveney. Tal vez eso no ocurra, pero cada vez más parece que el gobierno seguirá con esto hasta que la Unión Europea se doblegue o se produzca el choque. A largo plazo, esto último parece más probable.

¿Qué pasaría si partes fundamentales de los acuerdos entre Reino Unido y la Unión Europea se derrumban? Los efectos económicos serán perjudiciales. Pero peor será la ruptura de la confianza entre las principales democracias y los vecinos en un momento de enormes desafíos. Son riesgos que nadie en su sano juicio correría. Este peligroso “juego” debe terminar. Tenemos que avanzar.


LAS MÁS VISTAS