Jeremy Hunt es un político con suerte. El fracaso de su predecesor le convirtió en el ministro de Hacienda de Reino Unido. Eso y la crisis energética lo obligaron a tomar medidas duras en noviembre. Desde entonces, la caída de los precios del gas alivió la presión sobre la economía y las finanzas públicas, pero también utilizó su nuevo margen de maniobra con inteligencia. El presupuesto contiene ideas sensatas. No es transformador, pero la pareja conformada por Rishi Sunak y Hunt es competente.
El resumen de la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (OBR, por su sigla en inglés) sobre la situación de la economía británica es claro. La recesión a corto plazo será más breve y menos profunda, la producción a mediano plazo será mayor y el déficit fiscal y la deuda pública neta serán menores de lo previsto. Gran parte de la explicación es que los precios del gas se redujeron en más de la mitad en los últimos seis meses y se espera que sigan bajando, lo que fortalecerá el producto interno bruto (PIB) y reducirá la inflación.
Sin embargo, es esencial no dejarse llevar. Persisten las debilidades estructurales. En particular, la inversión empresarial se estancó desde 2016, como consecuencia de la incertidumbre del brexit, la pandemia y la crisis de energía. La participación en el mercado laboral cayó desde el inicio de la pandemia. Como resultado, la fuerza laboral es 520 mil personas menor de lo que se esperaba. La productividad creció a menos de la mitad de su ritmo anterior a la crisis financiera de 2007-2009. A estos males a largo plazo hay que añadir que la crisis del costo de la vida sigue siendo grave, los servicios públicos básicos funcionan mal y los intentos de recortar los ingresos reales de los trabajadores del sector público en respuesta a una inflación inesperada están creando una reacción negativa inevitable.
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Según la OBR, el ministro de Hacienda gastó dos tercios de sus ingresos fiscales extraordinarios en sus medidas presupuestarias. Éstas ofrecen más apoyo a las facturas de energía y a la inversión empresarial a corto plazo, al tiempo que impulsan la oferta de mano de obra a mediano plazo. Según Hunt, sus medidas también reducirán la inflación en casi 0.75 puntos porcentuales este año.
Se espera que los ingresos reales disponibles de los hogares por persona caiga 5.7 por ciento acumulado entre 2022 y 2024. Este descenso es 1.4 puntos porcentuales menor que el que se pronosticó en noviembre de 2022, pero aún es el mayor descenso en dos años desde 1956-1957. Se proyecta que el nivel de vida real sea 0.4 por ciento más bajo en 2027-2028 que antes de la pandemia. Es casi una década perdida, que se suma a un periodo anterior muy malo.
Por si sirve de algo (no mucho, dada la irrisoria historia de reglas fiscales rotas y luego abandonadas), se pronostica que Hunt alcance el objetivo de reducir la relación entre la deuda pública neta y el PIB (excluido el Banco de Inglaterra) por un margen de 6 mil 500 millones de libras (0.2 por ciento del PIB) en 2027-2028. Se trata del menor margen de maniobra reservado por un ministro de Hacienda para su objetivo fiscal primario. Dados los riesgos de tasas de interés más altas y de una peor economía, es una apuesta arriesgada. ¿Importa? Tal vez no. Es difícil predecir cuándo o si los mercados se volverán contra un país.
Esta decisión de utilizar al límite su nuevo margen de maniobra debe tener sentido políticamente: para su partido, el futuro está cerca. Que tenga sentido económico y social depende de la sensatez de las propias medidas.
La medida más cara es la desgravación de ciento por ciento de los gastos de capital, con un costo promedio de alrededor de 9 mil millones de libras al año durante tres años. La medida en sí es deseable, pero tiene que ser permanente. Se pronostica que desaparezca porque, de lo contrario, romperá las reglas del ministro de Hacienda. Esto es una tontería. Si es importante, Hunt debe proponer formas de financiamiento a largo plazo. Este es otro ejemplo más de la incapacidad de abordar el gasto y los impuestos de forma conjunta y sistemática, que se pone de manifiesto en la negativa a reconocer los costos de cumplir los compromisos.
El segundo gran conjunto de medidas son las dirigidas a aumentar la participación en el mercado laboral, la más importante es un mayor apoyo al cuidado infantil. Esto debe considerarse un complemento permanente del estado del bienestar. También las nuevas medidas en materia de discapacidad y prestaciones sociales, desgravaciones fiscales más generosas para las pensiones y mayor gasto en defensa. Todo esto representará un gasto adicional de 8 mil 300 millones de libras en 2025-2026.
En sí mismas, estas medidas son bienvenidas en su mayoría. La OBR cree, por ejemplo, que las medidas aumentarán el empleo en 110 mil personas. El incremento de los gastos de defensa parece casi inevitable en tiempos de guerra, pero el tratamiento liberalizado de las pensiones es excesivo y solo beneficia a los más acomodados.
Hay otros aspectos destacables del presupuesto: planes para 12 nuevas zonas de inversión, transferencia de la responsabilidad del desarrollo económico local a las autoridades locales, impulso a la autonomía financiera de los alcaldes, clasificar la energía nuclear como “sustentable desde el punto de vista ambiental” y fomento de la inteligencia artificial.
En definitiva, Hunt tiene éxito aprovechando su suerte. Presentó medidas que deben aportar algunas mejoras estructurales, pero el panorama fundamental es una crisis del costo de la vida, un sector público disfuncional, una fuerza laboral del sector público descontenta y una economía poco dinámica. ¿Cambiará todo esto este presupuesto? Lo dudo. ¿Hará que ganen las próximas elecciones? También lo dudo.