Los cambios de paradigma ocurren lentamente, y luego todo al mismo tiempo. El covid-19 nos mostró esto; el cambio climático también. La pandemia y el calentamiento global están relacionados. También el aumento de inundaciones, huracanes y los incendios forestales en California que arrojaron suficiente humo como para oscurecer los cielos de la costa este.
Las empresas suelen ir a la delantera de los gobiernos frente a los cambios. Ya hemos visto varias formas de adaptarse a la pandemia, entre ellas el trabajo desde casa y recoger los productos que se compran en línea fuera de la tienda, pero creo que los cambios van a ser más grandes y más profundos.
Un área que hay que observar, debido a su relación con el cambio climático, así como a disrupciones como migración transfronteriza, es la agricultura vertical. Esto implica cultivar productos en enormes paredes de varios pisos que se nutren con niveles precisos de luz y agua, un concepto que desarrolló el profesor de la Universidad de Columbia Dickson Despommier.
La agricultura vertical aumenta la producción de frutas y verduras sin modificación genética o el cultivo en nuevas tierras. Muchas plantas necesarias para una dieta saludable se pueden cultivar todo el año en la forma tradicional solo en algunos lugares, y el cambio climático provoca problemas para muchas de esas áreas.
Los incendios en Estados Unidos acabaron con los cultivos y pusieron en riesgo a miles de trabajadores agrícolas. Uno de los productores afectados fue Driscoll’s, una compañía con sede en California que es el mayor distribuidor de bayas del mundo. Soren Bjorn, presidente de la firma para el continente americano, me dijo que “hay tres tipos de clima (fuera de los invernaderos) en los que se pueden cultivar bayas, incluido California”.
Cuando se altera la temperatura, aunque sea un poco, la cosecha se arruina. Entonces, ¿debe de extrañar, dados los patrones cambiantes del clima y el aumento de las temperaturas globales, que Driscoll’s decidió realizar una importante inversión para ingresar en una nueva empresa conjunta con Plenty, una startup de agricultura vertical de San Francisco? “En lugar de preocuparnos por mover toda una granja más arriba en la montaña”, dice Bjorn, “podemos movernos a las granjas verticales”.
Las granjas dependen de alta tecnología como sistemas de agua personalizados y un poderoso software de análisis de datos. Su desarrollo puede costar decenas de millones de dólares. Pero, dice Matt Barnard, jefe de Plenty, todo se trata del contexto. “Podemos producir un acre de capacidad más barato de lo que puedes comprar tierras agrícolas en California, algo que, en cualquier caso, es una opción falsa, pues no hay tierra disponible”.
Para los productos con un alto margen, la agricultura vertical tiene mucho sentido. Tiene el potencial de reducir el combustible fósil que se necesita para cosechar y transportar, así como disminuir el riesgo de fracasos de los cultivos relacionados con el clima y recortar la escorrentía de fertilizantes y el desperdicio de agua. Cuando se hace bien, la agricultura vertical utiliza alrededor de 5 por ciento la cantidad de agua que la tradicional.
Las ciudades inteligentes en China y otras partes ya implementan estos sistemas. En los próximos dos a cinco años surgirán en ciudades o incluso en sedes corporativas alrededor del mundo. El campus de Google en el Área de la Bahía fue uno de los proyectos de demostración de Plenty, y entre los primeros inversionistas de la compañía se encuentran Eric Schmidt, de Alphabet, y Jeff Bezos, de Amazon.
Para muchos cultivos, el modelo de negocios de la agroindustria requiere grandes cantidades de mano de obra con poca cualificación. Estos trabajadores por lo general provienen de fuera del área agrícola local y pueden llevar a una reacción negativa populista en un momento en el que aumentan las deudas y los presupuestos públicos se reducen. “La mano de obra es más de la mitad de nuestro costo”, dice Bjorn. Las granjas verticales que atienden a su área local y están mecanizadas, evitan este problema.
En la medida en que el mundo siga con la desglobalización, la regionalización y la localización, el atractivo de la agricultura vertical puede minimizar estos riesgos, así como las guerras comerciales y de aranceles. Se podrá ahorrar energía, satisfacer nuevos estándares ambientales y alimentar a poblaciones urbanas en los mercados emergentes que piden más productos ricos en nutrientes.
Es mejor para un país tener su propia fuente de producción de alimentos que tener aranceles de 30 por ciento en las fresas como parte de un conflicto comercial. Las granjas verticales también ayudan a satisfacer la demanda en nuevos mercados. Dos de los mercados de fresas más grandes de Driscoll’s son Hong Kong y el mundo árabe.
Pero una granja vertical puede ir a cualquier parte con agua y electricidad. Y, al igual que con la mayoría de los tipos de fabricación, el sector ya demuestra fuertes efectos multiplicadores que impulsan la riqueza y la innovación local.
Plenty inventó nuevas formas de plástico y luces LED para construir sus granjas, aunque todavía no las vende a otras firmas. Un tercio de su fuerza laboral consiste en ingenieros, el tipo de trabajadores con alta remuneración que gastan y alimentan más el crecimiento del empleo. “Hacemos granjas como Intel produce chips” dice Barnard. Las dos pueden hacerse más locales en el futuro.
1.1 Grados centígrados ha aumentado la temperatura media mundial desde la época preindustrial, de acuerdo con cifras de Greenpeace.
1.5 Grados centígrados es el umbral máximo de aumento de temperatura del planeta; aproximadamente 200 países acordaron dicha meta.
49% De las emisiones de gases de efecto invernadero en la UE resulta de quemar combustibles para uso energético o de transporte, según datos de Eurostat.