Kamala debe combatir la concentración de poder para garantizar un mercado justo, de lo contrario puede perder a los votantes de la clase trabajadora de estados clave para las elecciones
Es difícil exagerar la transformación en la política demócrata desde que Kamala Harris se convirtió en la posible candidata presidencial del partido. Los números en las encuestas contra Donald Trump aumentaron mucho a partir del 21 de julio, las donaciones políticas se dispararon y los votantes más jóvenes que se mantenían al margen de repente se están involucrando. Los primeros discursos de campaña de Harris han sido enérgicos e impresionantes. Entonces, ¿qué, si es que hay algo, puede frenar su impulso? Respuesta: su postura sobre el poder corporativo.
Hacer frente al poder corporativo ha sido el centro de la Bidenomía, pero Harris es mucho más cercana a las grandes empresas que Joe Biden, que es un verdadero populista. El dinero y los respaldos de Wall Street, Hollywood y Silicon Valley han fluido hacia su campaña en los últimos días. Eso no es malo: todo candidato exitoso necesita recaudar fondos y el crecimiento económico está impulsado por las empresas en todos los niveles, pero las relaciones de Harris con los líderes corporativos y las grandes tecnológicas en particular abren vulnerabilidades que debe gestionar con cuidado.
Pensemos en el multimillonario Reid Hoffman, cofundador de LinkedIn, que ya donó 7 millones de dólares al principal superpaquete a favor de Biden y Harris, que apareció en televisión y acusó a la presidenta de la Comisión Federal de Comercio, Lina Khan, de “estar en guerra” contra las empresas estadunidenses y dijo que esperaba que Harris la sustituyera. El donante demócrata Barry Diller llamó a Khan “tonta” (no lo es). No es una gran sorpresa, ya que Khan, junto con el presidente de la comisión antimonopolio del Departamento de Justicia, Jonathan Kanter, ha sido a la vez creativa y agresiva en la lucha contra el poder monopólico de las grandes compañías de tecnología.
Pero las imágenes no son buenas, y evocan la buena relación de la era Obama entre los demócratas y las grandes compañías de tecnología en un momento en el que el compañero de fórmula de Trump, J. D. Vance, elogió los esfuerzos de Khan, al igual que otros republicanos.
Por supuesto, el propio Vance es un discípulo cínico y oportunista del libertario tecnológico Peter Thiel. Pero eso no es, políticamente, lo que importa aquí. Lo relevante es que si los demócratas quieren ganar en noviembre, no pueden permitir que los republicanos presenten a Harris —como lo hicieron con Hillary Clinton en 2016— como parte de una élite de las costas en deuda con los intereses de los grandes grupos financieros y empresariales en lugar de con la clase trabajadora de estados como Pensilvania, Wisconsin y Michigan, donde es probable que se gane o pierda la elección.
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Harris es menos vulnerable que Clinton, quien tuvo que responder por el apoyo de su marido al acuerdo comercial del TLCAN y las pérdidas de empleos en el cinturón industrial a manos de China. Harris apoyó a Biden cuando aprobó su legislación emblemática para apoyar la reindustrialización de EU y también ha sido una gran defensora de la agenda de la “economía del cuidado”, que incluye créditos fiscales ampliados para los padres, licencias de ausencia con remuneración, más fondos federales para el cuidado infantil, etcétera, Pero eso es política progresista básica, no algo que haría cambiar la balanza a favor por parte de los votantes indecisos del Medio Oeste.
Mientras, el historial de Harris en su enfrentamiento con las grandes empresas es mixto. Como fiscal, Harris fue dura con los conglomerados hospitalarios, pero también respaldó la estrategia de Obama de hacer recaer la mayor parte de la carga de la crisis financiera sobre los propietarios de viviendas en lugar de los bancos. En California impulsó leyes más duras contra el acoso cibernético y la privacidad de los niños en línea, pero no se ha comprometido con la política antimonopolio.
En la medida en que aborde la mala conducta empresarial, puede hacerlo desde la perspectiva de la equidad de género y racial. Ya está impulsando un plan de 2 billones de dólares para establecer la educación preescolar universal y mejorar el cuidado de los niños y las personas mayores (donde muchos trabajadores son mujeres de minorías). Le gustaría hacer recortes fiscales para las familias de la clase trabajadora.
Pero, de nuevo, esa es la política demócrata de siempre. Creo que Harris entiende hasta qué punto se movió el péndulo político y económico respecto al paradigma neoliberal que reinó durante décadas, pero es posible que deba analizar más por qué los mercados no siempre funcionan y cómo los grandes actores corporativos utilizan el poder económico y político para distorsionarlos.
Eso requiere un interés en la economía que Harris tal vez no tenga. Mientras Biden dedicó tiempo a leer artículos académicos sobre gobernanza corporativa, el cortoplacismo en los mercados financieros y política laboral, las pasiones de Harris son los derechos de las mujeres, los derechos civiles, la Suprema Corte y la protección de la democracia.
Se trata de fortalezas maravillosas, en particular en este momento y teniendo en cuenta su oponente, pero Harris también necesita reafirmar su compromiso con los principios básicos de la Bidenomía, que en realidad trata de combatir las concentraciones de poder, ya sea en empresas o países (como China), para garantizar un mercado justo. De lo contrario, corre el riesgo de perder a los votantes de la clase trabajadora en los lugares importantes en noviembre.
Aquí hay algunas tareas iniciales fáciles. Harris debe distanciarse de los donantes multimillonarios que intentan dictar políticas, reconocer el realineamiento bipartidista en torno a la política antimonopolio en EU y elogiar el trabajo de Khan y Kanter en la lucha contra los monopolios; debe hablar de que presidió el grupo de trabajo del presidente sobre los derechos de los trabajadores y explicar lo que hará para apoyar no solo la inversión y los recortes de impuestos, también el empleo y los sindicatos.
La candidatura de Harris cambió los términos de las elecciones presidenciales de una manera importante y ella tiene el viento a su favor. Pero falta mucho para noviembre. No debe quedar vulnerable a sus propios objetivos.