El acuerdo para renovar el TLC aumentó la posibilidad de que la inyección de capitales en México vuelva a subir, pero los inversionistas extranjeros muestran cautela por las políticas propuestas por el presidente entrante, Andrés Manuel López Obrador, por lo que observarán de cerca sus planes para el sector petrolero del país.
El Acuerdo Estados Unidos, México y Canadá (USMCA, por sus siglas en inglés), al que se llegó a inicios de semana, ayudó a calmar las tensiones comerciales entre los aliados estratégicos de largo tiempo y alivió las preocupaciones sobre la economía mexicana.
“El pacto elimina un riesgo importante”, dijo Jorge Mariscal, director en jefe de inversión para mercados emergentes de UBS Wealth Management. “Establece las reglas del juego e inyecta una importante fuente de estabilidad que volverá a traer la confianza”.
Con las preocupaciones comerciales menguando, los inversionistas cambiaron su atención hacia otro riesgo potencial: el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador.
Si bien de cierta manera moderó su postura de izquierda, se comprometió a profesar la prudencia fiscal y respetar la independencia del banco central, a muchos inversionistas les preocupa lo que pueda hacer con un mandato político tan decisivo.
“Cree que el sector público debe tener una mano fuerte en la economía y desconfía de la capacidad del privado para hacer negocios en una forma justa y limpia”, dijo Kim Catechis, gerente de cartera de Martin Currie, filial de Legg Mason. “También es un hombre que está muy convencido de sí mismo, de su capacidad y de su política. Al juntar todo eso puedes ver una mayor percepción de riesgo en México”.
Michael Gomez, responsable de mercados emergentes de Pimco, considera al sector energético como la “prueba de fuego” de López Obrador. Los inversionistas aclamaron por mucho tiempo la crucial reforma del presidente saliente, Enrique Peña Nieto, en 2013 con la que revirtió la historia de 75 años de propiedad estatal y permitió la inversión extranjera y privada en la industria del petróleo, gas y electricidad.
Tras la apertura de Peña Nieto, el país recibió más de 220 mil millones de dólares en compromisos, de acuerdo con Duncan Wood, del Centro Wilson con sede en Washington. Además, se espera que los 107 contratos que el gobierno otorgó a cerca de 70 compañías a escala mundial generen más de 160 mil mdd en inversión.
Los inversores tienen motivos para mostrarse escépticos acerca de cómo procederá López Obrador. En las elecciones presidenciales anteriores dejó clara su oposición. Más recientemente, anunció planes para inyectar 4 mil millones de dólares a Pemex para expandir la exploración, construir una nueva refinería y, en dos años, aumentar en un tercio la producción de crudo para llegar a 2.5 millones de barriles diarios, el nivel que alcanzó por última vez en 2004. Si bien el presidente entrante le aseguró a los ejecutivos de la industria privada que sus contratos de energía existentes se van a cumplir, puso en pausa las nuevas licitaciones hasta 2019.
En un momento en el que los precios del petróleo se ubican cerca de máximos de cuatro años, Henry Peabody, gerente de cartera de Eaton Vance, cree que la inversión externa es crítica. “Pemex por sí solo en un vacío no es un operador eficiente en el entorno de energía”, dijo. “Necesita la experiencia y el capital, algo que el sector privado puede proporcionar”.
La inclinación que tiene López Obrador por los referendos se suma a las preocupaciones. Para determinar si la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México debería continuar o no, el Presidente electo instó a una “consulta pública”, en la que los ciudadanos voten sobre los planes.
Según Axel Christensen, estratega en jefe de inversiones de BlackRock para América Latina e Iberia, esta táctica sienta un peligroso precedente. “Construye un nuevo marco para la forma como se debaten y se deciden las cosas, y pasar por alto al Congreso para consultar a un público que carece de investigación técnica adecuada envía una señal muy negativa”.
En el frente fiscal, López Obrador se enfrenta a otro desafío. Él prometió aumentar el gasto en infraestructura, elevar las pensiones y subsidiar a los agricultores, mientras equilibra el presupuesto sin aumentar los impuestos. Su administración planea hacerlo recortando los salarios de los funcionarios públicos, a través de un gasto que se realice de manera más eficiente y con una ofensiva contra la corrupción, medidas para la que algunos funcionarios ya comenzaron a dar marcha atrás.
Para Alberto Ramos, economista de Goldman Sachs, el plan resulta ingenuo. “¿Cuánto dinero puede ahorrar al reducir a la mitad los salarios de los administradores y secretarios? Son cacahuates”, dijo.
Por ahora, los mercados le dan a López Obrador el beneficio de la duda, dijo Mario Castro, de Nomura. “La verdadera prueba llega cuando surgen los tiempos difíciles”.
Esos tiempos posiblemente no estén lejos. México no solo es un representante de los mercados emergentes, sino que está muy expuesto a la economía de Estados Unidos. Ya hay señales de que el impulso fiscal por los recortes de impuestos y el gasto del gobierno ya comenzó a disminuir.
“No puedes engañar al mercado por siempre”, agregó Castro.
Inversionistas recelan de plan petrolero de AMLO
FINANCIAL TIMES
“Está muy convencido de sí mismo, de su capacidad y de su política. Al juntar todo eso puedes ver una mayor percepción de riesgo en México”, dicen en Legg Mason.
Nueva York /
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