Si quieres echar un vistazo a un mundo de confusión, nihilismo y degradación, insisto en que visites durante un rato el juzgado del condado de Fairfax, en Virginia. Allí podrás ver el proceso en el que Amber Heard es demandada por difamación en un caso presentado por el actor Johnny Depp.
Depp demanda a su exesposa por 50 millones de dólares (mdd) por un artículo de opinión en el que ella afirmaba ser víctima de violencia doméstica. El artículo se publicó en el Washington Post en 2018; en él, Heard describió su experiencia de violencia y acoso sexual, así como “sentir toda la fuerza de la ira de nuestra cultura contra las mujeres que no se quedan calladas”. En realidad no aparecía el nombre de Johnny Depp.
El actor ya peleó un caso de difamación en el Tribunal Superior de Londres: demandó al periódico The Sun por calificarlo como “golpeador de esposas” en 2020, y perdió. En esta segunda demanda, volcó todo su peso en un argumento legal que no deja ningún centímetro de su escuálida vida doméstica sin descubrir. Amber Heard, por su parte, presentó una contrademanda por 100 millones de dólares, y aportó grabaciones y videos que buscan probar la violencia que dice tuvo que soportar.
Nadie sale ganando en el sórdido y poco edificante espectáculo que se transmite en la televisión y en las redes sociales de todo el mundo. Pero para los que no están acostumbrados a ver la cobertura de los tribunales en directo, como ocurre en Gran Bretaña y en gran parte de Europa, el espectáculo de ver a uno de los actores más famosos de su generación describir una vida de consumo de drogas, bebida y disolución rabelesiana lo hace casi imposible de ignorar. Se ha convertido en mi placer culposo.
“No es de extrañarque TikTok esté feliz de absolverlode toda culpa; admitir que Johnny Depp fue abusivo sería una incriminación condenatoria de nosotros mismos”
Las pruebas de las dependencias de Johnny Depp, su falta de contundencia y los brutales intercambios de textos demuestran que rara vez fue Socio del Año. Aun así, su extraordinario carisma, su encanto, sus garabatos en la sala y su forma de ser —una especie de Keith Richards mezclado con un príncipe del Renacimiento— ya se ganaron a gran parte del jurado de las redes sociales.
Independientemente del resultado del caso que supervisa la jueza Penney Azcarate, cuyo comportamiento transmite total mistificación ante el polémico caso que ahora preside, el tribunal de TikTok no tiene reparos a la hora de ofrecer un veredicto.
Uno de los primeros grandes casos de celebridades que se desarrolla en las redes sociales, ya generó un tsunami de opiniones rápidas sobre el juicio. Y nadie es imparcial: #JusticeForJohnnyDepp ya logró cerca de 10,000 millones de visitas en TikTok, mientras que un hashtag similar para Amber Heard solamente alcanzó 37 millones. Mientras tanto, la plataforma produjo un montón de contenido difamatorio sobre la actriz y cada frase de su testimonio ha sido revisada, recreada y vuelta a actuar para presentarla a los espectadores.
Las Directrices de la Comunidad de TikTok prohíben “el contenido que menosprecie a las víctimas de tragedias violentas”. En caso de comportamiento abusivo su política establece: “Eliminamos las expresiones de maltrato, incluidas las amenazas o las declaraciones degradantes que buscan burlarse, humillar, intimidar o herir”.
TikTok dice que ya eliminó varios videos sobre Heard que violaron sus políticas contra el acoso, y afirma que seguirá aplicándolas. Pero cualquiera que eche un vistazo al material filmado actual debe saber que cualquier intento de moderar el contenido no es más que una promesa que cae en saco roto.
La sala del tribunal se convirtió en un circo de las redes sociales, preparado para activar el meme viral. Y a pesar de la gravedad de las acusaciones, o lo angustioso que puede ser este juicio para lo que se estima es 1 de cada 4 mujeres que, según la organización benéfica de ayuda a la mujer Refuge, sufrirá violencia doméstica en algún momento de su vida, no hay duda de que los detalles secundarios que componen el caso judicial han sido atractivos.
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El guardaespaldas escocés de Depp, Malcolm Connolly, ha sido objeto de una serie de perfiles en los medios desde que subió al estrado. Con un talento innato para el stand up, cuando se le preguntó si podía recordar si había visto al actor orinando en un pasillo, su respuesta hizo llorar a la sala. En el futuro tampoco beberé una gran copa de alcohol sin recordar la descripción que hizo el abogado de Heard de la “mega pinta de vino tinto” de Depp. El comentario ahora ya está disponible en camisetas, se convirtió en un “reto” de internet y es el tema de un hashtag que ya se utilizó 122 millones de veces.
Mientras tanto, la forma como Depp seduce a las redes sociales no ha hecho más que complicar el espinoso tema de nuestras actitudes hacia el abuso. Su excéntrica forma de hablar, sus excesos y sus explosiones son sin duda sintomáticos de un agresor, no ha ocultado sus adicciones en el juicio. Pero sus defectos de personalidad y su carácter más salvaje son precisamente las características sobre las que construyó una carrera multimillonaria. No es de extrañar que TikTok esté feliz de absolverlo de toda culpa; admitir que Johnny Depp fue abusivo sería una incriminación condenatoria de nosotros mismos.
Disfrutamos del valor de entretenimiento de delincuentes como Jack Sparrow, el Lobo Feroz o el contrabandista de cocaína George Jung (todos ellos héroes en la carrera de Johnny Depp), independientemente del dolor que provocan.
Como ejercicio para saber quién es el culpable aquí, probablemente deberíamos ser menos amables con nosotros mismos. Nosotros construimos la cultura que convirtió a Depp en una “leyenda”, y ahora somos responsables de apuntalar el andamio de la culpa. Es sombrío, deprimente y degradante. Y lo veo con una pizca de vergüenza. Pero aún así voy a seguir navegando en busca de noticias, y a servirme otra mega pinta de vino.
GAF