Los economistas pocas veces son unánimes, pero están de acuerdo en la necesidad de fijar un precio al carbono. Su apoyo está dando sus frutos. El principio de que el que contamina paga está cada vez más vigente en todo el mundo. En entrevista con Financial Times la semana pasada, Ngozi Okonjo-Iweala, directora de la Organización Mundial de Comercio (OMC), dijo que a escala global existen 78 mecanismos de fijación de precios e impuestos del carbono. Estos cubren cerca de una cuarta parte de las emisiones internacionales, frente a apenas el 5 por ciento en 2010, según el Banco Mundial.
La expansión de las políticas de fijación de precios del carbono es bienvenida, ya que proporciona un incentivo para que los que contaminan cambien a fuentes de energía más limpias e inviertan en tecnología verde y eficiencia. La contaminación cubierta por el Sistema de Comercio de Emisiones de la Unión Europea —que combina un tope máximo con un mecanismo para negociar derechos—ya disminuyeron cerca de 40 por ciento desde 2005. China busca expandir su ETS (régimen de comercio de derechos de emisión); Turquía y Brasil planean introducir uno también, pero a medida que más naciones fijan un precio a sus emisiones de carbono, ya sea a través de impuestos, esquemas comerciales o a través de la regulación, las tensiones comerciales globales aumentan.
El mecanismo de ajuste fronterizo del carbono de la Unión Europea, que se puso en marcha el año pasado, es un buen ejemplo. Con el tiempo exigirá que los exportadores para el bloque, que pagan precios más bajos o ninguno en su país, paguen un impuesto vinculado al precio que maneja el grupo. La idea es igualar las condiciones para los fabricantes europeos que pagan el ETS, pero ya está provocando quejas de los socios comerciales, en particular de que carga a las naciones más pobres con costos y administración adicionales. Los países pueden aplicar tasas equivalentes en su país para evitar los cargos fronterizos, pero tienen dificultades porque piensan que es injusto que tengan que hacerlo.
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Okonjo-Iweala dice que la respuesta es una fijación de precios mundiales del carbono. Eso es lógico. Alinear los regímenes de precios del carbono reducirá las fricciones comerciales y aliviará las preocupaciones en torno al arbitraje, donde los grandes emisores se trasladan a zonas con precios más bajos. Sin embargo, llegar a un acuerdo sobre precios, por no hablar sobre una equivalencia regulatoria, a escala internacional no será fácil, ni rápido. Y dadas las señales de que el mundo se está calentando más rápido de lo esperado, los precios del carbono deben aumentar rápido.
Hay un camino a seguir. En primer lugar, más gobiernos deben darse cuenta de que la indecisión es cada vez más inútil. El mundo se está alejando de los combustibles fósiles y los subsidios verdes son caros. Los políticos pueden generar apoyo en su país utilizando los ingresos de los impuestos al carbono para amortiguar su impacto, reducir la deuda o aumentar la inversión pública. Los ingresos que provienen de estos esquemas a escala mundial superaron los 100 mil millones de dólares el año pasado, un récord.
En segundo lugar, a medida que más países adopten sus propios precios del carbono, las distorsiones comerciales y las amenazas a la competitividad se aliviarán. De hecho, el potencial costo adicional del comercio con la Unión Europea llevó a otros a actuar. Dada su prominencia, la expansión del Mecanismo de Ajuste Fronterizo del Carbono del bloque a más industrias, a su vez, ayudará a ampliar el alcance de la fijación de precios del carbono en otras partes. Estados Unidos también estudia la posibilidad para sus importaciones.
Tercero, por más complicados que sean, los esfuerzos para sincronizar el comercio global y la política climática deben continuar. Los países querrán adoptar medidas de carbono a medida, pero con el tiempo se pueden agrupar.
Las instituciones multilaterales pueden promover este proceso de abajo hacia arriba. Eso significa proporcionar experiencia y apoyo administrativo a los países en desarrollo que buscan desarrollar regímenes de carbono y actuar como un foro para impulsar a las economías más grandes a que estén alineadas.
La fijación de precios es solo una parte del gran arsenal de políticas que se necesita para abordar el cambio climático global, pero no aprovechar el impulso reciente será una oportunidad perdida.