Los presupuestos le dan al ministro de Hacienda de Reino Unido la oportunidad de establecer los términos del debate político pero, despojado de su grandiosa retórica, el esfuerzo de Rishi Sunak no era tanto para establecer una agenda como un reconocimiento de las realidades políticas. Sus instintos siguen siendo los del Tesoro y los ministros conservadores anteriores. Pero son imposibles las reducciones significativas en la participación del gasto público en el producto interno bruto. Esto condujo a la adopción de lo que son, según los estándares británicos, altos impuestos y un gran Estado.
Por tanto, la frase más sorprendente de la evaluación que ofreció la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (OBR, por su sigla en inglés) es que “un crecimiento más fuerte y más rico en impuestos, junto con los aumentos de impuestos anunciados en los dos últimos presupuestos, elevan la carga fiscal de 33.5 por ciento del PIB registrado antes de la pandemia en 2019-2020, a 36.2 por ciento del PIB en 2026-2027, su nivel más alto desde finales del gobierno laborista de posguerra de Clement Attlee a principios de la década de 1950”.
En 2020-2021, el “gasto total manejado” alcanzó 53.1 por ciento del PIB. Esto no es sorprendente dadas las circunstancias. Lo que puede ser sorprendente es que, tras caer a 45 por ciento del PIB proyectado para 2021-2022, se mantenga cerca de 42 por ciento hasta 2026-2027. En parte este resultado es e porque el gobierno está dirigido por un hombre al que le gusta un Estado intervencionista, como muestran los planes de gasto en infraestructura, “nivelar al alza” y cuidado infantil. Algo más fundamental es la imposibilidad política de repetir o sostener la presión sobre el gasto público impuesta por George Osborne tras la crisis financiera de 2008. Sin embargo, lo más fundamental es la presión al alza del gasto en salud y cuidados en una sociedad que envejece.
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El gran Estado es inevitable. Al igual que los impuestos necesarios para pagarlo, pero uno también tiene que decidir qué tan grande es el déficit a manejar, con qué rapidez reducirlo después de una crisis, y cuánta deuda se tiene que soportar. Sunak está produciendo una nueva Carta de Responsabilidad Fiscal que establece sus intenciones. Su plan consiste en reducir la deuda neta del sector público para el tercer año del periodo de previsión continua, equilibrar el presupuesto actual (excluida la inversión), igual para el tercer año, y evitar que la inversión del sector público alcance un promedio superior a 3 por ciento del PIB. Además hay límite para el gasto social. La OBR juzga (oh, qué sorpresa) que el resultado satisfará las reglas que Sunak acaba de establecer.
De acuerdo con el Instituto de Estudios Fiscales, Reino Unido tenía 15 conjuntos de reglas diferentes entre 1997 y las elecciones de 2019. Esto hace que sea difícil tomar en serio una nueva. Debemos centrarnos en lo que significan hoy. No está claro por qué el presupuesto actual debe equilibrarse en tres años, en especial cuando la OBR prevé un daño permanente de 2 puntos porcentuales del PIB. El objetivo debe ser eliminar esos daños, si es posible. El límite del gasto de capital de 3 por ciento del PIB es arbitrario. En una década en la que el plan consiste en transformar el capital acumulado para lograr reducciones rápidas de las emisiones de gases de efecto invernadero, es demasiado estricto. Una de las características de esta revisión del presupuesto es lo poco que dice sobre políticas (e inversiones) que acelerarán esta transformación.
Sin embargo, los pronósticos ofrecidos por la OBR deben dar a Sunak la posición fiscal que querrá de aquí a tres años si, como se supone, luego quiere reducir los impuestos. Esto se lo debe sobre todo al exitoso despliegue de la vacuna. Sin embargo, cualquier euforia debe ser contenida. La OBR redujo su pronóstico de daño posterior al covid en solo 1 por ciento del PIB. A partir de entonces, se espera un débil crecimiento a medio plazo: se proyecta que el crecimiento anual del PIB per cápita sea de un promedio de 1.2 por ciento entre 2024 y 2026. Sunak vendió la recuperación como si fuera una historia de crecimiento. Con toda razón, la OBR no compró ese argumento.
Hay riesgos económicos en los que el canciller no se detuvo. Se prevé que la inflación alcance un máximo de 4.4 por ciento en el segundo trimestre de 2022, 2.6 puntos porcentuales más que el pronóstico en marzo de 2021. Esto refleja los cuellos de botella y el alza de los precios de la energía. Pero no sabemos cuánto durará esta conmoción y si afectará a la inflación en el mediano y largo plazos. Existe mucha incertidumbre sobre la rapidez con la que las economías se van a recuperar del covid y, en el caso de Reino Unido, del brexit.
Es fundamental analizar si el gobierno reveló una estrategia económica coherente para Reino Unido. De hecho, los nuevos conservadores no son los mismos que los antiguos. Este canciller conservador ofrece fundamentos conocidos para objetivos fiscales conocidos. Es, como debe ser, flexible para responder a las crisis, pero el gobierno hizo las paces con las presiones por un gran Estado, en su mayoría para proteger a los ancianos. Si bien puede ajustar compromisos específicos, como el “triple candado” de las pensiones estatales, reconoce estas realidades.
Estos son conservadores fiscalmente conservadores, de gran Estado, con fuertes tendencias intervencionistas. Esto es, como mínimo, realista, pero, ¿funcionará bien la economía y el público estará satisfecho con esta nueva administración? Eso lo sabremos.