El primer aniversario de la invasión de Rusia a Ucrania ha sido recibido con una retórica exaltada. En particular, Joe Biden declaró en Varsovia: “Nuestro apoyo a Ucrania no va a flaquear, la OTAN no se va a dividir y no nos vamos a cansar. La codicia del presidente Putin por tierra y poder fracasará. Y el amor del pueblo ucraniano por su país prevalecerá”. Estos sentimientos son admirables, pero, ¿el compromiso es auténtico? ¿En realidad harán todo lo necesario para garantizar la supervivencia de Ucrania como democracia independiente?
Incluso aquellos que exigen una solución negociada deben darse cuenta ya de que una condición necesaria para este resultado es que Vladímir Putin se dé cuenta de que Occidente no va a permitirle absorber a Ucrania en su imperio. Es posible que los fracasos de su ejército el año pasado le hayan hecho dudar de su capacidad para hacerlo, pero sigue creyendo que Rusia prevalecerá. Ni siquiera es una opinión irracional, dado el tamaño relativo de los principales adversarios y el control de Putin sobre los recursos humanos y de otro tipo de su país. La única fuerza capaz de cambiar la marea para bien es una combinación de la determinación ucraniana con los recursos de Occidente, tanto militares como financieros.
Como explicó Biden, existen poderosas razones para otorgar ese apoyo. El ataque de Putin amenaza los valores e intereses fundamentales sobre los que se asienta la Europa en la era de la posguerra: la inviolabilidad de las fronteras, la cooperación pacífica entre los Estados y la democracia. Amenaza en especial la seguridad de los países más cercanos a Rusia, que no hace mucho estaban dentro del imperio soviético. Si gana Putin, ¿quién será el siguiente? No se puede trazar una línea divisoria entre nuestros valores y nuestros intereses, sin importar lo que sugieran los “realistas”. Nuestros valores son nuestros intereses. Esta guerra es por un modo de vida construido sobre el ideal de libertad frente a la coerción destructiva de rufianes como Putin. Esto hace que también sea nuestra guerra.
Por desgracia, la retórica de Occidente todavía no corresponde a las acciones. Esto hace que el resultado de la guerra esté en duda. Justin Bronk, del Royal United Services Institute, escribió: “Se puede derrotar a Rusia en el campo de batalla este año, y se le puede disuadir de futuras agresiones, pero solo si Europa deja de subestimar la determinación rusa, acepta que se encuentra en una contienda militar a largo plazo con un enemigo agresivo y decidido e invierte ahora en capacidad industrial y apoyo a Ucrania a la escala que exige lo que está en juego”. Tampoco los recursos militares son todo lo que se necesita. Ucrania requiere sostener a su pueblo y su economía. Necesita, ahora mismo, rehabilitar sus infraestructuras, mientras Rusia las destruye; sin embargo, Rusia está físicamente indemne. Su economía también ha sobrevivido a las sanciones occidentales de mejor manera de lo que muchos esperaban, al igual que Ucrania, ha sobrevivido militarmente mejor de lo que muchos temían.
El Ukraine Support Tracker del Kiel Institute for the World Economy, analizado por Adam Tooze, ofrece información inquietante sobre lo limitado que ha sido en realidad el apoyo a Ucrania, en especial por parte de Europa. En concreto, señala que los compromisos de Estados Unidos hasta ahora han superado a los de los miembros de la Unión Europea. EU es el principal proveedor de material militar, pero su ayuda a Ucrania se ve empequeñecida por lo que gastó en las guerras de Vietnam o Irak e igualada por Afganistán. Otro ejemplo, Alemania destinó 7.2 por ciento de su PIB a subsidios nacionales de energía, en comparación con 0.4 por ciento de la ayuda total a Ucrania.
Putin puede concluir que Ucrania no obtendrá los recursos que necesita para mantener la guerra a largo plazo. También puede esperar obtener un mayor apoyo militar de China. Entonces, el tiempo al final está de su lado.
Occidente tiene que demostrar que se equivoca y debe hacerlo más pronto que tarde para que la guerra no se eternice. Debe reconocerse que hay un interés nacional vital de los países europeos si desean que perduren la estabilidad y la prosperidad de Europa en la era de la posguerra. Junto con EU, deben movilizar los recursos, incluidos los militares, necesarios para ganarla.
Los tiempos cambiaron. Ya no se puede dar por sentada la paz en Europa. Occidente también debe hacerlo. En el proceso, también tendrá que reconsiderar sus políticas hacia otros países. No cabe duda de que el comportamiento pasado de las naciones occidentales socavó su legitimidad en gran parte del mundo en desarrollo. Esto también es comprensible, dada la historia de guerras absurdas, el fracaso a la hora de movilizar la vacunación anticovid, los problemas para proporcionar la ayuda financiera ante la pandemia y las secuelas económicas de la guerra.
Occidente debe dejar en claro que el resultado de la guerra de Ucrania se considera de interés vital, les guste o no a otros países. Evaluará el comportamiento de otras naciones, grandes y pequeñas, en consecuencia. A la hora de calcular cómo comportarse, estos últimos deben entender que Occidente está realmente decidido a que Ucrania salga del incendio como un país democrático e independiente. Eso también es, esperemos, la verdad.
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