Hace dos años, Estados Unidos y la Unión Europea acordaron levantar los aranceles de la era Trump sobre el acero y el aluminio, y el presidente estadunidense, Joe Biden, y la líder de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, prometieron trabajar en un convenio a más largo plazo sobre cómo debe funcionar el comercio de estos bienes de importancia estratégica.
La fecha límite para ese acuerdo se fijó para finales de este mes, pero la semana pasada, cuando Von der Leyen se reunió con Biden en Washington para discutir los detalles, el plazo se retrasó hasta finales de año. La forma como evolucione será un sólido indicador de las futuras relaciones entre EU y la Unión Europea y de la configuración de un nuevo sistema de comercio mundial. ¿Cómo leer las hojas de té en torno a este retraso y lo que puede presagiar?
Para empezar, la guerra en Medio Oriente echó por tierra el calendario de cualquier nuevo acuerdo importante en Washington. Todo el mundo está distraído por la preocupación de si va a escalar y sus consecuencias para el mundo. (Ray Dalio, de Bridgewater, predice 50 por ciento de probabilidades de que se produzca un conflicto mundial grave, dado que ahora hay dos grandes luchas regionales simultáneas).
Pero más allá de eso, hay un problema importante que debe superarse en cualquier nuevo acuerdo entre EU y la Unión Europea en torno al acero y otros productos con alta intensidad de emisiones de carbono: el Mecanismo Europeo de Ajuste en Frontera por Carbono, o CBAM, por su sigla en inglés. Se trata de un método muy complicado y que requiere muchos datos para calcular la carga de carbono de los bienes producidos fuera de la Unión Europea y luego someter aquellos que no cumplen con los estándares nacionales a un arancel que tome en cuenta la carga de carbono adicional.
En teoría, estoy a favor de poner un precio al carbono; de hecho, necesitamos tener uno si queremos luchar contra los bajos estándares laborales y ambientales, y el mercantilismo que suele alimentarlos, pero a medida que aprendo más sobre el CBAM, menos confianza tengo en que proporcione una solución viable. Para empezar, la propia complejidad del sistema lo abre al juego de todo tipo de intereses corporativos y estatales. En segundo lugar, el hecho de que la Unión Europea se haya esforzado mucho en convertir el CBAM en algo que cumpla con las reglas tecnocráticas y (yo creo que) poco prácticas de la Organización Mundial del Comercio (OMC), le da brillo institucional sin hacerlo aplicable o aceptable para muchas otras naciones.
Por supuesto, la Casa Blanca adoptó un enfoque diferente respecto de la transición energética. Muy temprano en la campaña de Biden se decidió que los mecanismos de mercado como el precio al carbono en realidad no llevarán al país ni al mundo al lugar donde necesita estar en materia de clima. Los intentos neoliberales de utilizar ese tipo de mecanismos de fijación de precios fracasaron durante 40 años. Como alternativa, la campaña de Biden decidió pensar en el calentamiento global como si fuera una guerra, una emergencia nacional que no requería un enfoque de que el mercado sabe, sino una estrategia industrial contundente en forma de subsidios y estímulo fiscal para una transición limpia.
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Si analizamos los últimos dos años, diría que a EU le ha ido mejor en materia climática que a Europa. La Ley de Reducción de la Inflación (IRA, por su sigla en inglés) creó un auge de fabricación y aceleró la inversión en tecnología contra el cambio climático, como los vehículos eléctricos. También obligó a otorgar subsidios similares en Europa, que son muy necesarios, dado que aún nos faltan varios billones de dólares para las inversiones necesarias para cumplir los objetivos climáticos mundiales.
De hecho, un estudio de Rhodium de julio encontró que “por cada tonelada de CO2 que se reduce dentro de EU, se logran entre 2.4 y 2.9 toneladas adicionales de reducciones de emisiones fuera de Estados Unidos, gracias al recorte de costos impulsadas por la IRA”.
Mi esperanza es que el retraso en el financiamiento del acuerdo deje tiempo para que Von der Leyen (que se inclina hacia la visión de la Casa Blanca sobre la situación) arrastre a más tecnócratas de Bruselas con ella (parece que siempre es 1995, es decir —el era de auge del neoliberalismo— en la Dirección General de Comercio). Escuché que la mayoría de los gobiernos nacionales, incluso el gobierno alemán (aunque, por supuesto, no su industria automotriz), cada vez más quieren avanzar hacia un acuerdo compartido del acero, así como un camino mutuo para abordar el dumping chino, como una punto de partida para un plan de descarbonización más amplio en todas las cadenas de suministro.
Tengo la esperanza de que esto suceda, a pesar de que en este momento se está pasando la pelota. Creo que si Biden y Von der Leyen están juntos en esto, el resto seguirá, aunque sea de forma vacilante. Ed, ¿cuál es tu pronóstico en esto?
Lecturas recomendadas
-El medicamento para adelgazar Ozempic se convirtió en un fenómeno en EU, transformando cinturas, pero también modelos de negocio. Las empresas de ejercicio y de dietas temen que caigan sus utilidades a medida que aumenta el número de personas que toman el fármaco, algunas que lo necesitan y muchas que no. Aunque estoy a favor del Ozempic para las personas cuya salud está en peligro a causa de la obesidad, creo que este artículo de opinión de New York Times es una reflexión sobre los buenos deseos que hay detrás de estas medicinas milagrosas. Es posible que nos ayuden a perder kilos, pero no abordarán los problemas de fondo que contribuyen al problema de la obesidad, como la cultura del automóvil, la expansión de los suburbios, los desiertos alimentarios y la deficiente atención de salud pública.
-La semana pasada estaba en un largo vuelo a Asia y aproveché la oportunidad para leer la maravillosa novela distópica de ciencia ficción de Paolo Bacigalupi, The Windup Girl. Es oscura, brillante y muy de nuestro momento, con reflexiones sobre la inteligencia artificial y su capacidad tanto para imitar a la humanidad como para deshumanizarnos, el cambio climático y lo que hará a nuestro mundo, y los problemas de la concentración empresarial, el sistema de comercio mundial y el financiamiento de los alimentos. Espero que escriba una segunda parte, o que alguien haga una película sobre el tema.
-En Financial Times, me fascinó el artículo de mi colega Peggy Hollinger sobre la carrera por aprovechar la energía solar del espacio para luchar contra el cambio climático. Además, me encanta cualquier artículo de Josh Chaffin, sobre todo si trata del sector inmobiliario de Nueva York.
Edward Luce responde
Rana, en la actualidad cualquier negociación comercial entre la Unión Europea y EU está destinada a ser víctima de un diálogo de sordos. Tienen enfoques muy diferentes. La administración Biden quiere crear un club del acero occidental que castigue a China y no le importan los criterios que utilice. Los aranceles iniciales impuestos por Donald Trump se basaron en la seguridad nacional. La administración Biden recurrió entonces a criterios ambientales, pero la manera como formuló las nuevas propuestas violó las reglas de la OMC, algo que se encontró con las objeciones de la Unión Europea. Así que ahora están tratando de dar forma a otra regla que castigará a los países con exceso de capacidad (China) que venden acero en el mercado global. Cualquiera que sea el principio cambiante, el objetivo es fijar la mira sobre China. Como señala nuestro colega Alan Beattie, “este es un programa de juicios en el que el veredicto y la sentencia se decretan con antelación”.
Por desgracia, la Unión Europea no funciona de esta manera. Todavía pretende apegarse a las normas de la OMC. Como dices, Bruselas ideó un mecanismo de ajuste en la frontera del carbono que no es sencillo; sin embargo, no creo que Washington se oponga a la complejidad del CBAM. El problema de Biden es que el mecanismo castigará a los productores estadunidenses de acero y aluminio por su alta intensidad de emisiones de carbono. Entonces nos quedamos con este lío. Estados Unidos propuso hasta enero su reimposición de aranceles sobre los metales de la Unión Europea, a la espera de que se resuelva este estancamiento. Sospecho que el bloque encontrará una manera de ceder, en especial si Ursula von der Leyen va en el asiento del conductor.
Sin embargo, en general el enfoque de Washington para el comercio deja un sabor amargo en la boca. En nombre de un orden basado en reglas, Estados Unidos inventa cualquier norma que se adapte a sus propósitos con “la seguridad de una cabra montés” (el temible Alan, de nuevo). Sospecho que Estados Unidos va a terminar imponiéndose por la fuerza, pero debe dejar de fingir que sigue principios coherentes. El comercio mundial es ahora la ley de la selva.
Sus comentarios
Y ahora unas palabras de nuestros lectores. En respuesta a:
”Aquí hay algunas ironías que apuntan a la verdadera cuestión. La alineación y el apoyo progresistas a Hamás son totalmente incoherentes con los valores y los grupos de interés que por lo regular se asocian con el progresismo: LGBTQ y derechos de la mujer, entre otros. Hamás no apoya a esos grupos de interés. La única explicación es ‘el enemigo de mi enemigo es mi amigo’. Esa es la verdadera cuestión”. - Neil Winward
“Últimamente he sentido esta punzada en las discusiones, sobre todo de mis colegas más jóvenes que están en huelga para protestar por el ‘apoyo estadunidense al genocidio del gobierno israelí’, etcétera. También tengo mucho miedo por los palestinos de Gaza y también desearía que hubiera otra forma de abordar el problema. Y me siento culpable cuando esta vocecita dentro de mí dice bueno, si la matanza de Hamás del 7 de octubre no hubiera ocurrido, no estaríamos aquí ahora…tampoco puedo imaginar el trauma por el que deben estar pasando ahora los israelíes que viven en las zonas fronterizas. Y los supervivientes del Holocausto también. Así que gracias por dar voz a este susurro interno y hacer que personas como yo, que apoyamos los derechos de los palestinos y nos oponemos a las políticas israelíes hacia ellos, nos sintamos validados y vistos en este terrible momento”. - Dina Smeltz.