A los presidentes estadunidenses de primer mandato que se postulan para la reelección les encanta el aforismo “no se cambia de caballo a mitad del río”. Estupefacto por los decepcionantes resultados electorales en Nueva Jersey y Virginia, Joe Biden debe hacer caso al proverbio y volver a nombrar al actual presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, para un segundo mandato. Eso proporcionará a las empresas y a los inversionistas al menos una fuente de estabilidad en un momento de gran incertidumbre económica.
Powell se ha desempeñado, en su mayoría, de forma admirable en el banco central más poderoso del mundo. Guió a la economía estadunidense a través de la pandemia, previniendo el colapso de los mercados y evitando que la recesión fuera más profunda. El actual repunte de la inflación es una reivindicación de los esfuerzos de estímulo y refleja lo sólida que ha sido la recuperación. Ahora que la Fed se prepara para retirar el apoyo, Powell ha demostrado una admirable capacidad para comunicar sus intenciones y sentar las bases para "normalizar" la política.
Sin embargo, se ha encontrado en el fuego cruzado de dos conflictos. El primero: dos presidentes regionales de la Fed dejaron sus cargos a principios de año tras realizar operaciones bursátiles durante un periodo de turbulencias en los mercados. También se cuestionaron las operaciones del propio Powell y las del vicepresidente Richard Clarida. Endureció las reglas, pero el olor a escándalo persiste.
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En el segundo conflicto, Powell está atrapado entre dos facciones de demócratas, los moderados de centro y el ala progresista de izquierda. Con gran parte de la agenda nacional de Biden enredada en el tira y afloja del Capitolio, Biden necesita conservar el mayor apoyo posible de ambos. El hecho de que Powell sea un republicano de toda la vida y que su nombramiento lo realizó el ex presidente Donald Trump aleja aún más a sus críticos de izquierda.
Sustituir a Powell por Lael Brainard, miembro de la junta y principal candidato, supone pocos cambios en la política monetaria. La política moderada de Powell, que hizo que el banco central tenga como objetivo el “pleno empleo” y compense los déficits de inflación, está de acuerdo tanto con Brainard como con los progresistas. Es más probable que las críticas a su historial de política monetaria provengan de la derecha.
En cambio, las críticas de la izquierda se centran en la actitud más permisiva de Powell respecto a la regulación financiera; la senadora Elizabeth Warren lo calificó de “hombre peligroso” a principios de este año. Parte de esto está más allá de su control, pero en lo que respecta a la banca, hay un caso que responder. La prohibición de las operaciones bursátiles por cuenta propia tras la crisis financiera, que permite a los bancos especular con sus propias cuentas, se suavizó, al igual que las pruebas de estrés utilizadas para evaluar la salud financiera de los bancos y su vulnerabilidad ante una recesión.
Una concesión es evidente. El anterior vicepresidente de supervisión de la Fed, Randal Quarles, dejó su cargo el lunes y Biden debe nominar a alguien. Nombrar a Brainard para ese puesto ayudará a disipar algunas de las preocupaciones del ala progresista de los demócratas, al tiempo que permitirá a Powell terminar el proceso de “normalización” que ahora comenzó.