Cuando el empresario estadunidense Alex Karp y el multimillonario de PayPal Peter Thiel cofundaron una compañía de análisis de datos hace 18 años, decidieron llamarla Palantir.
En aquel momento, el nombre —una referencia a los palantíri, las siete “piedras videntes” utilizadas en El Señor de los Anillos para vigilar el mundo desde grandes distancias— fue considerado caprichoso por algunos y lindo por otros. Hoy se ha convertido en un arma de doble filo. Al igual que las piedras de las novelas de Tolkien se utilizaban tanto para el bien como para el mal, el Palantir moderno inspira admiración, pero también aversión.
La semana pasada entrevisté a Karp en el FT Weekend Festival de Londres, donde se reunió un grupo de manifestantes enojados. ¿El motivo? Durante la pandemia, el gobierno británico pidió a Palantir que dirigiera su plataforma de datos de vacunación. “Si te vacunaste en Reino Unido, te (nos) utilizaron”, dijo Karp a la audiencia.
Palantir actualmente está en una puja por un contrato de 360 millones de dólares para administrar más datos del Servicio Nacional de Salud de Reino Unido (NHS, por su sigla en inglés). Parece probable que lo gane, ya que la plataforma del covid ha funcionado bien. De hecho, la compañía ya le robó (para contratar) a funcionarios de alto nivel del NHS, pero parte de lo que está provocando las protestas es que al inicio la firma fue financiada por la CIA y, según me cuenta Karp, alrededor de 50 por ciento de sus ingresos todavía procede de grupos de seguridad como el FBI, la OTAN, el ejército británico y las fuerzas en Ucrania.
No se trata de un caso excepcional para una compañía estadunidense de tecnología. Innovaciones como el GPS nacieron en los círculos militares. Y una de las razones por las que firmas como Palantir pasan del ámbito militar al civil es que los contratos gubernamentales pueden ser caprichosos.
En opinión de Karp, el hecho de que Palantir se haya asociado con la CIA debe tranquilizar, más que angustiar, a los usuarios del NHS en Reino Unido. Después de todo, me dijo, la Agencia Central de Inteligencia solo hará tratos con entidades que puedan mantener los datos ultraseguros y segmentados, y que no los vendan a otros. Se puede suponer que esto es lo que quiere también el NHS.
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Sin embargo, los manifestantes denuncian que el grupo es “una enorme y hermética empresa estadunidense de tecnología de espionaje fundada por Peter Thiel, partidario de Trump”, y afirman que los datos médicos solo deben utilizarse “para el bien público” y, por tanto, no los debe manejar ninguna compañía con fines de lucro. De hecho, una de las manifestantes está tan segura de lo que hace Palantir que me dijo en un correo electrónico que estaba “muy decepcionada” de que Financial Times ofreciera a Karp una plataforma en el festival.
No estoy de acuerdo: el deber de los periodistas es entrevistar a figuras controvertidas. Y como descubrí en mi conversación, Karp desafía algunos estereotipos fáciles. Como otros grandes innovadores tecnológicos, es intenso, inteligente y tiene curiosidad, pero también posee un doctorado en ciencias sociales por la Universidad Goethe de Fráncfort, tiene una declarada inclinación política de izquierda y profesa su aversión por la arrogancia y la naturaleza introvertida de Silicon Valley.
También es leal al gobierno estadunidense y está dispuesto a ayudar a Washington a ejecutar las políticas. A veces, con esto se gana los elogios: en apariencia, los servicios de datos de Palantir ayudaron a localizar a Osama bin Laden y ahora se utilizan para respaldar al ejército ucraniano. En otras ocasiones, no: los liberales denuncian el uso del software de Palantir para rastrear y deportar a los inmigrantes indocumentados en Estados Unidos. Tanto si crees que está bien como si te parece que está mal que la compañía ayude a llevar a cabo los asuntos del gobierno, su preocupación es hacerlo de forma eficiente.
En cuanto a los temores sobre la entrega de datos sensibles de salud al sector privado, Palantir obtiene sus utilidades a través de contratos de administración de datos, no de su venta. Por supuesto, esto no va a calmar a sus críticos y entiendo por qué. Pero tal vez la pregunta que debe hacerse los manifestantes es: si no confían en Palantir, ¿quién prefieren que manejara los datos del NHS en su lugar? ¿Una compañía británica que pueda ser menos de vanguardia? ¿Un organismo del sector público que puede ser menos seguro? ¿O el propio NHS, que actualmente se tambalea?
Son preguntas difíciles. Cuando Karp habla acerca de mantener la seguridad de los datos del NHS suena creíble, pero no tenemos forma de saber con exactitud lo que ocurre con esos datos, y la falta de supervisión que implica que compañías privadas se hagan cargo de los datos públicos es preocupante.
Muy pocos votantes, políticos o periodistas —yo incluida— saben cómo determinar qué es “seguro” cuando se trata de esta industria en rápida expansión. Como el mismo Karp señaló, el hecho de que solo un minúsculo grupo de expertos técnicos comprenda las cuestiones plantea un gran reto para la democracia moderna.
Pero justo por eso tenemos que poner a personas en su posición —y a sus críticos— en un escenario público. También debemos asegurar que haya un escrutinio público de cualquier contrato que celebre el NHS. El control final de los datos debe corresponder al servicio de salud y a sus usuarios, y a nadie más. A medida que los datos suban, estos retos serán cada vez más difíciles.