Veamos si Elon Musk aprendió algo. Hace cuatro años, el director ejecutivo de Tesla ofreció de forma imprecisa la posibilidad de volver privada su compañía de vehículos eléctricos y en un momento dado publicó un tuit en el que afirmaba de forma engañosa que tenía “el financiamiento asegurado” para dicha operación.
Con este mensaje se infringió lo suficiente la ley de valores de Estados Unidos como para que los reguladores estadunidenses exigieran que la actividad que realizara Musk en las redes sociales tenía que ser aprobada antes por los abogados.
Musk una vez más anunció fusiones y adquisiciones de gran envergadura, pues ofreció comprar el 91 por ciento de Twitter que no posee a una valoración total aproximada de 43 mil 400 millones de dólares.
Esta vez comunicó sus intenciones de forma sensata a través de documentos legales.
Si este voluble titán de los negocios llega a adquirir una de las firmas de medios más importantes del mundo se van a plantear cuestiones sociales que van más allá de las competencias de la Comisión de Bolsa y Valores de EU (SEC, por su sigla en inglés).
Una pregunta interesante es de dónde va a sacar Musk el dinero. Gastó 2 mil 600 mdd en la compra de su participación de casi una décima parte de la compañía, a un precio promedio de alrededor de 36 dólares por acción. Se calcula que el patrimonio personal de Musk supera los 200 mil mdd, pero en gran parte está ligado a las acciones de Tesla y a la propiedad de la empresa privada SpaceX. Musk, de acuerdo con las propias divulgaciones, ya pidió un gran préstamo sobre sus acciones de Tesla.
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Los analistas de Wall Street proyectan que Twitter tendrá alrededor de mil 500 millones de dólares de Ebitda (beneficios antes de impuestos) en 2022. Incluso multiplicando por seis esa cifra, no llega a los 10 mil mdd en efectivo. Twitter ya tiene 6 mil mdd de deuda en forma de bonos basura y convertibles. Su saldo de efectivo es casi igual a su deuda bruta.
La asociación de estos grupos reservados, con una bala perdida como Musk, parece una exageración. Sin embargo, el empresario también tiene una base de inversionistas que son sus seguidores, quienes pueden estar dispuestos a respaldar las promesas de cualquier plan de negocio que escriba, por ambicioso que sea.
Musk es un empresario notable, pero su animadversión a la moderación enérgica puede resultar en un uso aún mayor del sitio por parte de grupos extremos. Esto puede ser malo para el debate civilizado y para el tambaleante modelo de negocio de Twitter.
La cuestión más urgente para el consejo de administración de Twitter es evaluar si el precio que ofrece Musk es razonable.
Musk afirma que su oferta de 54.20 dólares por acción en efectivo es la mejor. Eso representa una prima de 54 por ciento respecto a la cotización de las acciones en enero, cuando el empresario empezó a comprar títulos en el mercado de forma discreta. Sin embargo, apenas hace 14 meses, los papeles de Twitter alcanzaron un máximo de 77 dólares.
No esperamos que los accionistas de Twitter vendan a un precio tan lejano de su máximo histórico.
Musk está cubriendo sus apuestas, pues también anunció que si no se acepta su oferta, tendría que “reconsiderar” su posición como accionista.
La probabilidad de que Musk posea pronto el cero por ciento de Twitter es tan alta como que, al final, termine siendo dueño de toda la empresa.