Será costoso declararle la guerra al comercio global

Opinión. Con la hostilidad hacia las transacciones mundiales que se apodera cada vez más de EU, se corre el riesgo de revertir nueve décadas de políticas exitosas que lograron una gran reducción de la pobreza

Los países deben crear un acuerdo basado en los principios de la OMC, pero que vaya más allá. Juan Carlos Bautista
Martin Wolf
Londres /

Vivimos en un mundo dividido con muchas ramificaciones, pero no son las menos importantes las del comercio mundial. La desaceleración, el giro hacia el nacionalismo económico y las crecientes demandas en Occidente, en especial en Estados Unidos, de desvincularse de China están reconfigurando la economía global. Aún no está claro hasta dónde llegará esta desvinculación, tampoco hasta dónde llegará el intervencionismo orientado hacia el interior, pero no hay duda de que se trata de un punto de inflexión significativo, con resultados impredecibles y, con toda probabilidad, perjudiciales.

Como señala un artículo del Peterson Institute for International Economics (PIIE) elaborado por Alan Wolff, Robert Lawrence y Gary Hufbauer, con la hostilidad hacia el comercio que se apodera cada vez más de EU se corre el riesgo de revertir nueve décadas de políticas exitosas. Desde el desastre proteccionista de principios de los años 30, la política estadunidense se ha orientado hacia la creación de un sistema comercial abierto y regido por normas, las cuales crearon una economía mundial más próspera, que se convirtió en la base del éxito económico (y por tanto político) de Occidente en la Guerra Fría. Facilitaron una asombrosa reducción de la pobreza mundial. Son la credencial más importante de la pretensión de EU de haber sido un hegemón benigno.

Sin embargo, en la actualidad, Donald Trump y Joe Biden, que discrepan en casi todo, coinciden en que ha sido un error, una estafa para los trabajadores estadunidenses. Además, no solo están cambiando las políticas en la frontera. EU también está adoptando una agresiva política industrial, respaldada por generosos subsidios. Detrás de esto, y reforzándolo, está el conflicto de grandes potencias con China. De hecho, estamos entrando en un nuevo mundo.

Se pueden dar dos explicaciones generales para este cambio fundamental en la política de EU.

Una es el rechazo del neoliberalismo, una etiqueta peyorativa para las políticas orientadas al mercado. Pero, contrario a la opinión generalizada, no es cierto que el comercio liberal sea una causa dominante o incluso significativa de los males de las clases trabajadoras de las sociedades occidentales. El principal motor del declive del empleo en el sector industrial es el aumento de la productividad. Entre 2000 y 2020 se perdieron 6 millones de empleos en el sector de fabricación en EU, pero solo un millón de esa pérdida fue a causa de las importaciones procedentes de China. La falla fue no proporcionar ningún colchón a los que perdieron sus empleos y a los lugares en los que vivían, así como ignorar el aumento de la desigualdad económica.

La otra explicación es el ascenso de un competidor entre iguales que opera con mucho éxito dentro de la economía mundial abierta. Esto se unió a la desconfianza hacia los mercados libres para justificar la desvinculación de China, el reshoring (deslocalización) o friendshoring (trasladar la producción o las cadenas de suministro a países aliados o amigos) y las políticas comerciales e industriales intervencionistas y proteccionistas. Además, estas nuevas políticas no solo se dirigen a China. El buy America se dirige tanto a amigos como a enemigos.

Este cambio de política en la potencia hegemónica mundial plantea tres grandes preguntas.

Primero, ¿funcionarán estas políticas en sus propios términos? Hay buenas razones para dudarlo. Adam Posen, del PIIE, argumentó que “los tratos para beneficio propio” del actual enfoque estadunidense resultará contraproducente, que la autosuficiencia es un objetivo absurdo, que el subsidio competitivo es un juego de suma negativa y que la politización del comercio conducirá a resultados ineficientes. Asegura que centrarse en la producción es desacertado; lo importante es la adopción de nuevas tecnologías. Además, al decidir sus políticas, EU debe entender que está dando un ejemplo que otros van a seguir. Los intervencionistas extranjeros se sentirán legitimados, con lo que la economía mundial será menos abierta.

Segundo, ¿cuál será el impacto de este cambio en la economía mundial? Eswar Prasad, de Cornell, advierte de que “todos los países, tanto ricos como pobres, llegarán un día a lamentar su giro hacia sí mismos”. En su apoyo, un nuevo libro del Banco Mundial subraya que las perspectivas de crecimiento económico global a largo plazo se están deteriorando. Una de las razones es la desaceleración del crecimiento del comercio mundial desde la crisis financiera global de 2007-2009, agravada por las crisis posteriores a la pandemia y el aumento del proteccionismo. Entre otras cosas, el comercio “es uno de los principales canales de difusión de las nuevas tecnologías”. Además, hay que tener en cuenta que un mundo más proteccionista tendrá menores elasticidades de la oferta y, por tanto, será más propenso a los choques inflacionarios.

Por último, ¿cómo contener este cambio en un mundo de conflictos entre las grandes potencias? La respuesta evidente y racional es definir con precisión y claridad las excepciones a las reglas generales del comercio liberal. Así, respecto a las cadenas de suministro y la tecnología, EU y otras potencias deben definir en qué casos creen que el mercado no les proporcionará la seguridad que necesitan y ajustar sus políticas en consecuencia. Tendrá que haber un monitoreo continuo de los riesgos económicos y de seguridad relevantes y un ajuste de las políticas relacionadas. Además, el intervencionismo orientado a la seguridad debe ser lo más preciso y no proteccionista posible.

Supongamos ahora que esto es imposible y que China y EU se encierran cada vez más en sí mismos. ¿Qué deben hacer los demás países? Una respuesta es crear un acuerdo de libre comercio basado en los principios de la Organización Mundial del Comercio, pero que vaya más allá. El núcleo de un acuerdo de este tipo ya existe: el Acuerdo Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP, por su sigla en inglés). Éste nació del Acuerdo de Asociación Transpacífico, creado por Barack Obama, para ser rechazado por Trump. Para así sumar a los océanos Atlántico e Índico, pero también deja fuera a las superpotencias. El resto del mundo puede seguir cooperando.

Financial Times Limited. Declaimer 2021


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