La artesana forestal le da voz a los bosques

FT MERCADOS

La ecologista Suzanne Simard habla sobre la protección de los bosques en peligro de extinción y por qué los árboles y los humanos no son tan diferentes.

Suzanne Simard, profesora de Ciencias Forestales y de Conservación de la Universidad de Columbia Británica.
Henry Mance
Ciudad de México /

Cuando Suzanne Simard era una niña, comía humus, la dulce capa superior del suelo que la mayoría de nosotros deja bajo sus pies. “Siempre me metía tierra en la boca”, dice. “Simplemente se convirtió en parte de lo que era”. No le hizo mucho daño. “De hecho, es bueno para los niños porque refuerza su sistema inmune”.

Nacida en una familia de leñadores canadienses, Suzanne Simard creció con el bosque. A lo largo de sus 40 años de carrera, ha modificado nuestra visión del mismo. Se alarmó al ver cómo las plantaciones de abeto Douglas fracasaban en la Columbia Británica. Ahora es una de las principales ecologistas forestales del mundo y con su trabajo demostró que las distintas especies de árboles no solo compiten por los recursos, sino que dependen unas de otras y de redes de hongos para obtener nutrientes y reconocer señales de advertencia.

Otros no podían ver el bosque por la madera. Pero Simard vio los árboles, los hongos y mucho más. Vio que cada parte creaba una “wood wide web” (red amplia de madera). Tímida por naturaleza, ligeramente de otro mundo, esta mujer de 61 años ha hecho por los árboles algo parecido a lo que Jane Goodall hizo en su día por los chimpancés: hacerlos parecer más como nosotros. “(Un árbol) Nunca es tranquilo, nunca está solo, siempre se está regenerando y esa es la belleza”.

Nos reunimos en el Holland Park de Londres. Suzanne Simard se detiene y coloca su mano sobre un árbol. “Todos los días camino por los viejos bosques de mi casa, y paso junto a los árboles que conozco tan bien, y me acerco a ellos y los huelo. Les pregunto: ‘¿Cómo estás y qué piensas hoy? O digo: ‘Espero estar ayudando’”.

Si esto parece excesivo, Simard  valora la complejidad de los árboles. ¿Se daría cuenta un árbol de que pasamos? Ella insiste en que sí. “Son tan perceptivos de lo que ocurre a su alrededor que me parece ridículo que se piense lo contrario”.

Pero al igual que la fama de Goodall no ha impedido que los chimpancés se encaminen hacia la extinción, el trabajo de Simard todavía no protege a los bosques. En su Columbia Británica natal, se lamenta de que solo quede 3% de los bosques originales, icónicos y antiguos, algunas de estas “catedrales” naturales taladas para fabricar papel higiénico y cajas de cartón. Las motosierras y el cambio climático se ciernen sobre nosotros, desde el Amazonas hasta Alaska. Algunas zonas del Ártico ya son 30 grados centígrados más cálidos que el promedio histórico. Los árboles se encuentran con que su hábitat natural se desplaza cientos de metros al año.

Nos espera el trabajo de restaurar la tierra y de ayudar a las especies a migrar. Cambiar la idea que tenemos de los árboles es apenas la mitad de la batalla. “Estamos tan ocupados con todo este otro mundo que no le prestamos atención a nuestros ecosistemas. Pero podemos hacerlo. Se va a convertir rápidamente en nuestra prioridad”.

Salimos del parque y nos metemos en un bistro vecino. Pedimos ensaladas, a las que le siguen diferentes versiones de risotto de calabaza. Debería haber adivinado que mi invitada investigadora de hongos pediría virutas de trufa del Périgord.

“(Un árbol) Nunca es tranquilo, nunca está solo, siempre se está regenerando y esa es la belleza”
Suzanne Simard, profesora de Ciencias Forestales y de Conservación de la Universidad de Columbia Británica.

En sus memorias, Simard describe los descubrimientos científicos no como un proceso abstracto, sino como el producto de decisiones humanas imperfectas, cómo se crían los hijos, quién obtiene financiamiento para la investigación y qué sacrificios hacen los académicos por su trabajo.

Los Simard ya estaban vinculados al terreno: sus bisabuelos desbrozaban las tierras de las Primeras Naciones para cultivar heno y cuidar el ganado. Pero cuando Suzanne se incorporó a la industria maderera (muy masculina) en la década de 1970, las cosas habían cambiado. La tala selectiva había dado paso a la tala industrial.

El suelo desnudo se plantó con una sola especie de árbol. El herbicida Roundup de Monsanto se utilizaba para matar las plantas nativas: la teoría era que, de lo contrario, desplazarían a las comercialmente apreciadas. En realidad, la plantación de una sola especie “le quita a los árboles todos los compañeros que necesitan para realizar otras tareas”, afirma Simard.

Se dio cuenta de que los abetos saludables tenían hilos de hongos en sus raíces, pero los de las plantaciones en dificultades no. Después de informarse, se dio cuenta de que estos hongos micorrícicos eran esenciales para que los árboles recogieran nutrientes, pero las técnicas forestales los eliminaron. Al principio intentó convencer al sector de que moderara la tala. Al ser rechazada, se dirigió al servicio forestal.

En 2002, después de que la política estatal diera un giro a la derecha, Suzanne Simard dejó el servicio forestal por el mundo académico antes de que la sacaran. Sus estudiantes han identificado la reciprocidad entre varias especies de árboles. “La diversidad hace que el ecosistema sea más sano”, afirma.

Sus descubrimientos parecen poco darwinistas. ¿Son compatibles con la evolución de las especies por interés propio? “Creo que sí”, dice. “La parte de la teoría de Darwin era que la competencia era el principal proceso por el que se producía la selección natural. Pero también hablaba de las otras formas en que las plantas cooperan y colaboran”. La colaboración es “tan importante en el desarrollo de los ecosistemas”.

En el trabajo posterior de Simard se ha descubierto que los árboles más grandes y viejos del bosque —los más apreciados por los madereros— desempeñan un papel clave en la alimentación de las jóvenes plántulas. Ella llama a estos árboles como “árboles madre”.

Simard se enfoca en aplicar sus ideas. Su Mother Tree Project (Proyecto Árbol Madre) busca la mejor combinación de cosecha y plantación. Simard sabe que las plantaciones de una sola especie no son la respuesta. “La mitad de esos árboles están muriendo”. Argumenta que la tala debe eliminar las grandes máquinas. En los bosques del norte, “la mitad del carbono está bajo tierra, y aproximadamente la mitad está en el suelo del bosque. Las máquinas lo arrancan. Así que acabamos perdiendo este enorme almacenamiento de carbono”. Una alternativa es hacer (la tala) más a mano. “Tenemos tantas personas desempleadas que será un maravilloso trabajo ser un artesano del bosque”.

Sus investigaciones demuestran que los bosques se regeneran y se extienden más fácilmente en las zonas donde se dejan los “árboles madre”. Sin embargo, 1 de cada 3 especies de árboles del mundo está en peligro de extinción; 142 ya se extinguieron en el mundo silvestre.

Los escépticos se preguntan si Simard antropomorfiza a los árboles. Le pregunto qué distingue a los humanos de los árboles. “No lo sé, sinceramente. Esta es la pregunta que me cuesta más trabajo responder. Tienen mucha capacidad perceptiva. Para mí es como, ¿cuál es la diferencia?”.

Solicito un Uber para que lleve a Simard a su siguiente reunión. En la pausa que sigue, menciono que el último canadiense al que entrevisté fue Jordan Peterson. “Muy bien”, dice. “No sé quién es”. Cuando se va, pienso en lo bueno que sería saber más de las cosas que sabe y menos de las que no.


​GAF


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