Donald Trump, que todavía no es más que un candidato a la presidencia de Estados Unidos, puede entregarle pronto a su amigo, Vladímir Putin, la victoria sobre Ucrania. Esto sería increíble si uno no estuviera acostumbrado a este tipo de atrocidades. ¿Alguien se imaginaba que un hombre que intentó anular el resultado de unas elecciones sería el candidato republicano en las siguientes?
En agosto, la administración Biden pidió al Congreso fondos para Ucrania, ayuda en caso de catástrofes y fortalecimiento del control de la frontera sur. Esto estaba diseñado para lograr el apoyo bipartidista. Trump se opuso, porque quería asegurar el fracaso de Joe Biden. Obedientes a su amo, los republicanos del Senado no aprobaron el proyecto de ley, pero el Senado sí aprobó al final uno que daría ayuda a Ucrania, Taiwán, Israel y a los civiles de Gaza. Que luego se atoró en la Cámara de Representantes. Esto se debe a que el perrito faldero de Trump, el presidente de la Cámara, Mike Johnson, se niega a someterlo a votación, con el conocimiento de que sería aprobado y, al parecer, con el temor de que Trump lo castigue tratando de impedir su reelección en la Cámara en noviembre. Como la mayoría de los hombres fuertes, Trump valora la lealtad por encima de todo.
Como señaló Anne Applebaum, de The Atlantic, en una columna reciente: “Para los de afuera, esta realidad es alucinante, difícil de comprender e imposible de entender”. Así es, pero es vital hacerlo, porque nos dice algo profundo sobre los acontecimientos en el país que es el líder de Occidente desde el ataque a Pearl Harbor en 1941.
Durante dos años heroicos, Ucrania ha luchado contra el gigante ruso hasta llegar a un punto muerto, a pesar de que los superan en hombres y armas. El heroísmo de los ucranianos es incluso más notable que el de los finlandeses en la guerra de invierno de 1939-1940 contra los ejércitos de Stalin. La guerra hasta ahora infructuosa de Putin también le ha costado mucho a Rusia. Según el director de la CIA, Bill Burns, “dos tercios del inventario de tanques de Rusia de antes de la guerra ya quedaron destruidos, y el alardeado programa de modernización militar de Putin que duró décadas se ha vaciado”.
Sir Roderic Lyne, ex embajador británico en Rusia, escribe que “las estimaciones de Occidente de las pérdidas rusas, muertos o gravemente heridos, oscilan entre 300 y 350 mil, con más de cien mil muertos… se espera que las víctimas se acerquen al medio millón a finales de este año”. Además, añade: “un tercio del presupuesto se destina a defensa… si se añade el gasto en seguridad interna, la cifra asciende a un enorme 40 por ciento del gasto presupuestario”.
Ucrania logró esto contra la dictadura revanchista de Putin con un costo mínimo para los países de Occidente. Los soldados de la OTAN ni siquiera son llamados a luchar. Para EU, el daño infligido a Rusia por la guerra de Ucrania ha sido una ganga colosal.
Sin embargo, ahora Trump y sus acólitos parecen decididos a darle a Putin una victoria inmerecida y que no ganó. Sabemos por los crímenes rusos en las regiones ocupadas los horrores que infligirían si ganaran, pero hay mucho más en juego que eso. Si EU abandona ahora a Ucrania, sacudirá sus alianzas hasta los cimientos.
¿Cómo logró Trump ejercer tal control sobre su partido? La respuesta es que gran parte de la base republicana le es leal. Los republicanos son una secta. Armado con este apoyo, Trump controla a los legisladores del partido, aprovechando su cobardía y su arribismo. Esto hace que las próximas elecciones sean al menos las más importantes desde 1932, cuando fue elegido Franklin Delano Roosevelt.
¿Qué puede pasar si se abandona a Ucrania? Evidentemente, planteará dudas sobre la confiabilidad de EU en todas partes. Sobre todo, los aliados dudarán de las garantías. ¿Cómo podrán responder? Una posibilidad es un peligroso aumento de la proliferación nuclear. Otra es la reestructuración de las alianzas para que sean menos dependientes de Estados Unidos. Otra más es un intento de cerrar acuerdos con China y Rusia. En un mundo transaccional, eso es lo que harán muchos actores sensatos.
No es difícil comprender que a muchos estadunidenses les molesta que los aliados se aprovechen de sus recursos y su voluntad. Éste es un problema clásico de acción colectiva: los países que no marcarán una diferencia en los resultados tendrán la tentación de aprovecharse, pero una superpotencia no puede ir por la libre. Su retirada del mundo lo remodelará. Eso es lo que intentó hacer entre las dos guerras mundiales. Eso no terminó bien. Es poco probable que un mundo del que se retire EU sea de su agrado.
Es más, si lo hiciera, lo haría, como señala Graham Allison, de Harvard, justo en el momento equivocado. Ucrania no es un aprovechado. Más bien, está pagando con su sangre el derecho a ser un país libre y democrático en una lucha desigual contra el bravucón del barrio. Lo que busca también es ayuda financiera y militar perfectamente asequible.
Esta guerra ha hecho mucho más que infligir grandes daños al ejército ruso. También revitalizó a la propia OTAN. Sus miembros comprenden cada vez más la imperiosa necesidad de aumentar el gasto en defensa. El gigante dormido de Europa, Alemania, reconoce por fin la necesidad de reforzar sus fuerzas armadas. Además, Finlandia y Suecia, ambos muy capaces, se unieron a la alianza.
Lo que nos espera en el futuro será una larga guerra de desgaste, antes de que los rusos se den cuenta de que no se les permitirá borrar Ucrania. El papel de los aliados occidentales consiste en suministrar dinero y armas. Esto no debe estar más allá de su capacidad o voluntad. Después de todo, Ucrania seguirá suministrando a los efectivos. Abandonarlos en este momento, en su hora de mayor necesidad, demostrará una catastrófica debilidad occidental en un momento de éxito potencial: Rusia se alegrará, la alianza occidental se desmoronará y muchos llegarán a la conclusión de que EU está en un declive irreversible. Para EU y el mundo, este es un momento decisivo.