Durante miles de años, los humanos se vistieron con seda y lana, algodón y lino, pieles y cuero. Probablemente puedes encontrar la mayoría de estos en tu guardarropa, si no es que todos. Pero dentro de una década, es posible que veas menos materiales de eficacia tan probada colgando en tu armario.
Tu vestido de “seda” puede provenir de fibra de cáscara de naranja o levadura fermentada en un laboratorio. Tus zapatos o bolsos de “cuero” podrían estar elaborados principalmente a partir de residuos de piña o micelio cultivado en laboratorio, o de la red de hilos de raíces que crecen debajo de los hongos.
A medida que la ansiedad por el cambio climático y el bienestar de los trabajadores de la confección se ha profundizado, la industria mundial de la moda de 2.5 billones de dólares está bajo la presión de los consumidores •y cada vez más de los gobiernos• para que mejore su huella ecológica y social. Los fabricantes de textiles, antes preocupados principalmente por el rendimiento y el precio, ahora introducen una gama de materiales para satisfacer la creciente demanda de las marcas de tejidos “éticos”. Los capitalistas de riesgo invierten cientos de millones de dólares en startups para llevar al mercado alternativas de cuero y seda cultivadas en laboratorio.
Los nuevos materiales “ya no se crean solo teniendo en cuenta el rendimiento”, dice Claire Bergkamp, directora de operaciones de Textile Exchange, un organismo comercial de fibras sustentables. “Hay un aumento real en la innovación para resolver problemas ambientales”.
La demanda de nuevos materiales se alimenta por un cambio en los valores del consumidor. El éxito de defensores ambientales como Patagonia y la startup de tenis Allbirds llamó la atención de los ejecutivos de la moda deseosos de atraer a la próxima generación de compradores.
Cuando el conglomerado de lujo francés Kering, cuyas marcas incluyen Gucci y Saint Laurent, se comprometió en 2017 a reducir su impacto medioambiental en 40 por ciento para 2025, la compañía sabía que no podía hacerlo únicamente con lo que estaba disponible en el mercado.
En 2013, la compañía estableció un Laboratorio de Innovación de Materiales, que funciona como una biblioteca de telas sustentables certificadas •ahora hay 2 mil 800 de ellas• y extendió una invitación a los diseñadores de las marcas de Kering para que trajeran los materiales que les gustaban, para ver si se podía encontrar una alternativa con un menor impacto.
Otro motor del cambio •particularmente cuando se trata de alternativas de pieles y cuero• es el bienestar animal. Esta primavera, Hermès, el fabricante del bolso Birkin, causó un gran revuelo cuando anunció que una nueva edición de su clásica bolsa de viaje Victoria, lanzada en 1997 y que se elabora con piel de becerro, se va a reeditar principalmente en micelio cultivado en laboratorio. Este material, desarrollado por la startup de California MycoWorks, se fabrica combinando residuos agrícolas y micelio para formar una hoja que se puede curtir como el cuero real; Hermès planea hacer el curtido en sus propias instalaciones en Francia.
Lo dice...“La industria mundial de la moda de 2.5 billones de dólares está bajo la presión de los consumidores y gobiernos para que mejore su huella ecológia y social”
Hermès aún no dice cuántas bolsa planea lanzar, pero será uno de los primeros a base de micelio fabricados a escala.
Otros están en camino. Adidas anunció recientemente que usará Mylo, una alternativa de micelio para el cuero de Bolt Threads, para una nueva versión de su exitoso tenis Stan Smith.
A pesar de toda la atención que se le presta a las alternativas del cuero, este no es el mayor problema de la industria de la moda. La eliminación del poliéster y otras telas a base de petróleo podría marcar una diferencia significativa.
El 55 por ciento de los textiles producidos son de poliéster, seguidos por otros sintéticos de nylon (5 por ciento) y acrílico (2 por ciento). Barato y rápido de producir •a diferencia del algodón o el cuero, las marcas no tienen que esperar a que el poliéster crezca• sus consecuencias ambientales son enormes, 330 millones de barriles de petróleo se utilizan cada año para fabricar tan solo poliéster, según la Ellen MacArthur Foundation.
Los peores son los efectos del poliéster en el océano: las telas sintéticas que se lavan arrojan partículas microplásticas que llegan a las vías fluviales y las ingieren los organismos acuáticos, que ingresan a la cadena alimentaria.
Debido a que es tan barato, existen pocos incentivos para que las startups desarrollen alternativas. “El poliéster es particularmente difícil porque el precio es más barato que el agua en algunas localidades”, dice Dan Widmaier, cofundador y director ejecutivo de Bolt Threads.
La mayoría de los materiales innovadores los están introduciendo las altas esferas del sector. Con menos presión de costos, las marcas de lujo pueden permitirse experimentar con materiales que todavía no logran las economías de escala.
Estos materiales están lejos de ser las únicas innovaciones que rehacen el mundo de la moda. En agosto de 2019, Apple presentó una solicitud de patente para un tejido conductor conectado a un smartphone que podría recopilar datos de salud, condición física y permitir a los usuarios controlar las aplicaciones de entrenamiento sin la ayuda de una pantalla táctil.
Este tipo de tejidos no son sustentables y requieren materiales sintéticos como el nylon y componentes como baterías y sensores que no se biodegradan fácilmente. Pero tal vez tengan la llave para otro futuro, uno todavía más intrigante: un mundo en el que nuestra ropa no solo es lo que usamos, sino una parte integral de cómo vivimos.
srgs