Estados Unidos libra lucha por mantener viva la democracia

Biden pide cuidar el “sagrado derecho al voto”; acólitos de Trump buscan descalificar elecciones

El mandatario busca demostrar la eficacia del gobierno con el despliegue de vacunas. J. Ernst/Reuters
Martin Wolf
Londres /

“La cuestión de si nuestra democracia perdurará por mucho tiempo es antigua y urgente, tan antigua como nuestra república”. Así, en su discurso ante el Congreso del 28 de abril, Joe Biden definió lo que está en juego en su presidencia. También tenía razón al afirmar que los autócratas apuestan a que la democracia estadunidense no puede “superar las mentiras, la ira, el odio y los temores que nos han separado”, pero esos autócratas pueden incluso tener razón. Uno de los principales partidos se ha vuelto antidemocrático. Esta es ahora una lucha entre dos ancianos por el destino de la democracia liberal en Estados Unidos.

En una democracia liberal, las elecciones justas determinan quién tiene el poder. Los intentos de subvertir o anular el voto son traición. Eso es lo que Donald Trump intentó hacer antes y después de las votaciones del año pasado. Trató de convertir a EU en una autocracia. Eso no era en absoluto sorprendente: era evidente desde el comienzo de su carrera política que ese era su objetivo.

Fracasó. La gente decente y valiente se aseguró de eso, pero esta historia acaba de empezar. Incluso sin las redes sociales, Trump todavía mantiene la lealtad de la base de su partido y, por tanto, controla a sus líderes. Incluso las personas cuyas vidas puso en peligro con la invasión del Capitolio que promovió se apresuran a besarle la mano en Mar-a-Lago. Mientras tanto, incondicionales profundamente conservadores, como Liz Cheney, la tercera republicana de mayor rango en la Cámara de Representantes, están siendo defenestrados. ¿Su crimen? Afirmar que la gran mentira de Trump de que el resultado real de las elecciones fue una gran mentira es una gran mentira.

Que Trump mienta no es noticia. Lo que es noticia es que, incluso sin cargo público, Trump define la verdad para su partido. Hay una palabra alemana para una organización política en la que el deber primordial de los miembros es la lealtad absoluta a un líder que define lo que es verdadero y correcto: Führerprinzip (principio de liderazgo). La aceptación por parte de los republicanos de la gran mentira de Trump es un ejemplo de ello.

Esto está lejos de ser todo. La gran mentira de Trump se está utilizando como arma a través de la legislación estatal diseñada para subvertir las elecciones. Se está prestando mucha atención a los obstáculos a la votación, pero las amenazas de muerte también han perseguido a funcionarios honestos para que dejen sus cargos.

Peor aún, como señala el United States United Democracy Center: “En 2021, las legislaturas estatales de todo el país —a través de al menos 148 proyectos de ley presentados en 36 estados— se están moviendo para abrirse camino a la fuerza hacia la administración electoral, ya que tratan de desplazar o desestabilizar al ejecutivo o a funcionarios electorales locales que, tradicionalmente manejan nuestros sistemas de votación”. Las personas que tienen que rendir cuentas se sienten obligadas a cumplir con los juramentos de su cargo. Es posible que los legisladores menos visibles no lo hagan.

Por desgracia, este asalto no es sorprendente. Ocho de los 23 estados que los republicanos controlan totalmente eran miembros de la Old Confederacy (Antigua Confederación). Estos estados se inclinaron hacia los republicanos después de la aprobación de la Ley de Derechos Civiles, en 1964. Una gran parte de esta historia es el intento del Sur de protegerse, una vez más, de los votos de los afroamericanos.

Lo que estamos viendo es una mezcla de fanatismo con arribismo. Ambos grupos creen que está bien subvertir las elecciones si al hacerlo pone a las personas “correctas” en el poder. Después de todo, estos demócratas son antiamericanos. El fin de mantenerlos fuera del poder justifica el medio.

Biden entiende esto. Como le dijo al Congreso: “Si realmente queremos restaurar el alma de Estados Unidos, debemos proteger el sagrado derecho al voto”. Pero los demócratas también necesitan cambiar las coaliciones electorales de EU contemporáneo a su favor. Para hacer eso, tienen que pasar a su campo a un número significativo de personas blancas sin educación universitaria. En resumen, Biden necesita convertir un índice de aprobación decente (según el estándar de Trump) en abrumador.

Biden entiende que la única esperanza de hacer esto es demostrar que el gobierno puede actuar con eficacia, en el interés de todos. Lo ha hecho a través del despliegue de vacunas y de sus enormes programas de gastos inmediatos y de largo plazo. Olivier Blanchard, ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI), dijo al Global Boardroom de Financial Times la semana pasada que el apoyo fiscal ascendió a 12.6 por ciento del producto interno bruto de EU en 2020 y se prevé que sea de 12.8 por ciento este año. De acuerdo con sus estimaciones, eso es tres veces más grande que la brecha de producción de EU, la diferencia entre la producción real y la potencial.

Parece seguro que este gasto generará un auge fuerte a corto plazo. Si todo va bien, la producción se expandirá para satisfacer la demanda, la inflación aumentará y la economía cambiará a un camino más dinámico. Pero si, como Larry Summers, ex secretario del Tesoro de EU, dijo al Economists Exchange de Financial Times, el resultado es un gran alza en la inflación y un endurecimiento monetario tardío, habrá crisis financiera y recesión antes de 2024, lo que llevará al poder a Trump, o a alguien peor.

Biden está apostando por algo muy importante, y lo sabe. No se trata solo de asegurar una fuerte recuperación económica después del covid, de restaurar la posición de EU en el mundo o de demostrar que el gobierno es capaz de hacer cosas importantes. Ahora se trata de proteger el núcleo de la democracia, que se acepten pacíficamente los resultados electorales.

Si eso desaparece en EU, los aspirantes a autócratas de todas partes tendrán carta blanca para hacer lo que quieran. El peligro es grande, ya que los republicanos no son un partido democrático normal. Son más un culto antidemocrático con un presunto déspota como líder.

Espero que Biden tenga éxito, pero hizo una apuesta enorme al éxito de su programa. Quizá sea la apuesta más trascendental que haya hecho cualquier líder democrático en mi vida. El futuro de la democracia está en juego.

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