Reino Unido “sale del paso”. Este es el tema de un excelente libro reciente de Duncan Weldon, pero eso ya no es suficiente. Este era el argumento de mi columna de hace una semana, que se basaba en Ending Stagnation, un informe de la Resolution Foundation y del Centre for Economic Performance de la London School of Economics.
Reino Unido sufre una tóxica combinación de productividad estancada y alto nivel de desigualdad. Esto significa que “los hogares son 9 por ciento más pobres que sus contrapartes franceses, mientras que las familias de bajos ingresos son 27 por ciento más pobres”. No sorprende que seis de cada 10 británicos “piensen que el país va en la dirección equivocada”.
Entonces, ¿cómo puede orientarse en la dirección correcta? La respuesta sorprendentemente poco inglesa que ofrece el informe es que se necesita una estrategia económica. Es un error decir que el país nunca antes había tenido algo así: lo tuvo en las guerras mundiales, bajo el gobierno de Attlee y de nuevo con Thatcher, pero el tipo de estrategia que recomienda este libro será nuevo. No debe implementarse bajo la sombra de una guerra mundial ni durante su periodo posterior. Tampoco, como lo fue el de Thatcher, debe enfocarse en reducir la presencia económica del Estado. Este plan exige un Estado activo en tiempos de paz. Eso al menos será novedoso.
El argumento a favor de una nueva estrategia económica no solo es el pésimo desempeño económico desde la crisis financiera de 2007-2008. También es que la economía anterior a la crisis era, al menos en parte, una burbuja insostenible. Es, además, que el país enfrenta tantos desafíos más allá del lento crecimiento y la alta desigualdad. Estos incluyen adaptarse al brexit, financiar e implementar la transición verde, reducir la desigualdad regional, gastar más en defensa y manejar las presiones del envejecimiento de la población.
Se cree que el cambio económico se ha ido acelerando. Nada puede estar más lejos de la verdad. La reasignación de mano de obra entre sectores está en su nivel más bajo en más de 90 años. Reino Unido necesita un cambio más rápido. Hasta ahora, mucha atención se centra en aumentar la productividad de las empresas mediocres. En su lugar, los sectores y empresas de alta productividad deben expandirse, extrayendo así la mano de obra, la tierra y el capital de industrias y empresas donde actualmente se están desperdiciando.
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“Nadie lo celebra”, indica el informe, “pero Reino Unido es el segundo mayor exportador de servicios del mundo”. Argumenta que los sectores de servicios con un uso intensivo de habilidades, en los que Reino Unido tiene una ventaja comparativa demostrada, deben ser una prioridad. Estos incluyen exportaciones de propiedad intelectual y servicios culturales, comerciales y financieros. La nación también tiene una ventaja en manufacturas sofisticadas, como la aeroespacial. En resumen, tiene que construir sobre lo que ya hace bien, no soñar con convertirse en un país que no es.
Hasta ahora todo parece sensato, pero esta prioridad parece ideal para profesionales capacitados que trabajan en Londres. ¿Qué significará para los menos cualificados y para los que viven en otros lugares? Una respuesta es que proporcionarán servicios no comercializables a quienes prestan servicios comercializables a escala mundial, pero eso no es suficiente. Por tanto, el informe también recomienda enormes inversiones públicas y privadas en Birmingham y Mánchester, con el fin de cerrar una buena parte de su brecha de productividad con Londres, aumentando sus reservas de capital empresarial entre 15 y 20 por ciento y sus poblaciones en más de 160 mil graduados cada una.
Mientras, los beneficios se distribuirán entre toda la población al mejorar los empleos y ofrecer una red de seguridad pública más proactiva. Lo primero implica aumentar los salarios mínimos, hacer cumplir las normas laborales, fomentar la sindicalización y así expulsar a las empresas de baja productividad. El apoyo al desempleo temporal y la adquisición de habilidades será más generoso, con el fin de alentar a los trabajadores a asumir el riesgo de buscar mejores empleos. En esto entra el modelo es la “flexiguridad” danesa, en la que el Estado apoya a los trabajadores, en lugar de los empleos existentes.
Un elemento crucial es una mayor inversión pública y privada, financiada en parte por mayores contribuciones a las pensiones. Esta inversión también tendrá que ser en habilidades, en especial en los niveles por debajo de un título universitario. Para reforzar todo esto será necesaria una liberalización sustancial del restrictivo régimen de planeación de Reino Unido, así como una reforma fiscal, incluidos no menos impuestos sobre la propiedad y el patrimonio.
Admiro la visión estratégica. Se trata de un cambio bienvenido respecto a los debates habituales y estrechos. De igual manera es bienvenido el reconocimiento de que las cosas no pueden seguir como están; sin embargo, esto plantea dos grandes preguntas.
La primera es si tiene suficiente estrategia de crecimiento y nivelación. Debió centrarse más en el crecimiento de empresas nuevas e innovadoras. También en proporcionar una idea más clara de cómo la promoción de servicios con salarios altos generará ingresos en todo el país. En cambio, puede terminar concentrando más población y riqueza en Londres y el sureste.
La segunda es si alguna estrategia que se desarrollará en al menos dos parlamentos se puede implementar en Reino Unido. El informe señala que Alemania produjo una respuesta estratégica exitosa a la emergencia nacional de la unificación. La diferencia no es tanto que Reino Unido no haga este tipo de cosas. Esto no es del todo cierto, dadas sus movilizaciones en tiempos de guerra. La diferencia es más bien que el país se acostumbró a manejar el estancamiento: esta rana se está hirviendo demasiado lento. Espero estar equivocado, pero cuando veo nuestra política, me temo que no es así. Los debates son tímidos; sin embargo, Resolution merece crédito por intentar persuadir al país y a sus políticos a salir a tiempo de la olla.