¿Reino Unido y muchos otros países de altos ingresos corren el riesgo de fuertes crisis fiscales? ¿Y es aconsejable, como recomienda la independiente Wealth Tax Commission (Comisión del Impuesto sobre el Patrimonio), para Reino Unido introducir un impuesto de única ocasión al patrimonio con el fin de reducir la enorme deuda pública después de la pandemia? La respuesta, casi con certeza, es no. Usamos métricas desactualizadas cuando evaluamos los riesgos fiscales actuales. Igual de importante, nos hace falta una profunda transformación en la manera cómo se tendrá que realizar la estabilización macroeconómica. Nos guste o no, no debemos apoyarnos en una política fiscal activa.
No cabe duda de la magnitud del aumento de la deuda pública. En el caso de Reino Unido, la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria pronostica un aumento en la relación entre la deuda pública neta y el producto interno bruto (PIB) de 34 por ciento en el año fiscal 2007-2008, a 109 por ciento en 2023-2024, cerca de dónde se encontraba en 1960, poco después de la segunda guerra mundial. Sin embargo, lo más importante es que los intereses de la deuda que pagó el gobierno (una vez deducidas las tenencias del Banco de Inglaterra) no representan más que uno por ciento del PIB, en comparación con el 2 por ciento en 2007-2008 y también el más bajo en la era de la posguerra.
El pago de los intereses de deuda es, por mucho, un mejor indicador de la carga de deuda que la relación entre el saldo bruto y el PIB. Sin embargo, el costo nominal de deuda también es defectuoso. Lo que importa, en cambio, es el costo real. Sorprendentemente, esto último es negativo: los bancos pagan al gobierno para que les pida prestado. De acuerdo con el Banco de Inglaterra, el gobierno de Reino Unido ahora puede pedir prestado a menos 2 por ciento durante 40 años.
El endeudamiento del gobierno para cualquier programa o proyecto con un rendimiento real de cero o mejor debe ser rentable. Ese tipo de programa puede ser para sostener la demanda acumulada, con el fin de reducir al mínimo las heridas a largo plazo causadas por la pandemia de coronavirus. Puede ser ser inversión en capital físico o humano, y también puede ser beneficioso en materia económica, ahora que la deuda es tan barata, siempre y cuando se implemente de forma exitosa. De hecho, las cosas incluso pueden ser mejores que eso. Como Jason Furman y Lawrence Summers, de Harvard, argumentaron en un artículo reciente, una expansión fiscal exitosa puede mejorar la sostenibilidad fiscal a largo plazo si se implementa en una economía deprimida.
Una forma de pensamiento ligeramente diferente sobre este panorama general es que, siempre y cuando la tasa de crecimiento sea más alta que la tasa de interés real, la deuda debe ser manejable: después de todo, bajo esos supuestos, el valor presente del PIB es infinito. En la actualidad, la perspectiva de la tasa de crecimiento debe encontrarse por encima de la tasa de interés real negativa. Si eso no fuera cierto, el país se enfrentaría a un futuro mucho más sombrío que cualquier cosa que pudiera causar la carga de la deuda pública.
Entonces, tal como están las cosas, la carga de deuda pública no es un problema. Esto es importante porque, como argumentan Furman y Summers, la política monetaria convencional o incluso convencionalmente no convencional ya no puede ser muy efectiva. De hecho, en un artículo próximo a publicarse del que son coautores Summers y Anna Stansbury, de Harvard, se sostiene que puede no haber una política monetaria que logre el pleno empleo sin peligrosos efectos secundarios, incluidos riesgos de una grave inestabilidad financiera. En el mundo del “estancamiento secular”, la política fiscal, sugieren, es la única opción sensata.
En resumen, es un error bastante grande pensar que Reino Unido se enfrenta al armagedón fiscal. Los saldos de la deuda bruta en relación con el productos interno bruto ya no son una métrica útil. No obstante, hay riesgos, y deben ser mucho más grandes para Reino Unido que para Estados Unidos. Nadie tiene que mantener la deuda británica o la libra esterlina. La gente, incluido el pueblo británico, puede decidir deshacerse de esos activos, con lo que se generará un desplome en el tipo de cambio, que se dispare la inflación y una agitación económica y política.
Entonces, ¿qué se debe hacer? En primer lugar, es esencial fijar las tasas de interés bajas. El vencimiento de la deuda pública de Reino Unido siempre ha sido relativamente a largo plazo. El objetivo ahora debe ser que sea lo más largo posible, y con esto aprovechar las condiciones excepcionales de endeudamiento. Es verdad que la caída de las tasas de interés reales ha sido constante durante al menos un cuarto de siglo, pero eso puede revertirse. Se tiene que sacar ahora un seguro contra ese riesgo, en la mayor medida posible.
En segundo lugar, el gobierno necesita un plan sobre cómo cerrar el déficit fiscal estructural una vez que la economía regrese a la normalidad. Esto no es urgente, por el contrario, es mucho más importante sostener la recuperación, pero, especialmente a medida que las poblaciones envejecen, pueden ser necesarios los aumentos de impuestos. Se tiene que planear ahora cómo hacerlo.
Por último, pero lo más importante, el gobierno debe mantener la confianza de que a Reino Unido lo dirigen personas sensatas y competentes. Sin eso, el espacio para utilizar la política fiscal puede desaparecer. El caos de la respuesta a la pandemia de covid-19 no ayudó. Tampoco lo hará un brexit “sin acuerdo”, pero un despliegue fluido de la vacuna y un rápido regreso a una vida económica más normal puede ayudar muchísimo. De hecho hay cosas por las que hay que preocuparse. El nivel de deuda en relación con el PIB no es una de ellas.
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