Son tiempos extraños cuando el mundo recurre a una adolescente para su salvación. La semana pasada, Greta Thunberg, la activista climática sueca, era la favorita para ganar el Premio Nobel de la Paz 2019, pero el primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, se lo llevó.
Hace un año, la adolescente era una completa desconocida; el día de hoy se le compara de forma habitual con Juana de Arco. Más de cuatro millones de personas participaron en septiembre en las protestas climáticas más grandes del mundo, siguiendo su ejemplo.
Con manifestantes que también bloquearon las calles en Londres la semana pasada, al momento de escribir esto, el acceso a Westminster estaba cerrado y está claro que el cambio climático es un tema central de nuestra época. Aunque Thunberg no está relacionada oficialmente con las protestas que organizó Extinction Rebellion, su influencia está en todas partes.
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Sin embargo, que ella fuera nominada al premio dice mucho acerca de las carencias del debate climático. Los esfuerzos para salvar el planeta en las últimas décadas no tuvieron éxito, y las emisiones de dióxido de carbono siguen en aumento. Si la adolescente es la última gran esperanza para la acción, vale la pena preguntarse cómo ocurrió esto.
Idealmente, debió haber un mejor candidato. Tal vez un activista cuya obra de vida salvó a millones de los efectos del aumento en el nivel del mar. O un líder mundial que tuvo éxito en reducir las emisiones contaminantes de su país a un cero neto. O un inventor que encontró la manera de producir energía ilimitada con cero emisiones.
Thunberg probablemente esté de acuerdo con esta evaluación. “Todo esto está mal. No debería estar aquí”, le dijo a los jefes de Estado reunidos el mes pasado en la cumbre de la ONU en Nueva York.
En lugar de los mensajes alegres que marcan las campañas a favor del clima, la tarjeta de presentación de Thunberg es la ira, las acusaciones y el apocalipsis. Estas resultaron ser muy efectivas.
Ella también aprovechó una brecha generacional, señalando a los padres cuyas emisiones por los combustibles fósiles afectarán las vidas de sus hijos. “Si eligen fallarnos, yo digo que nunca los perdonaremos”, dijo en la ONU, observando a la audiencia. Ellos aplaudieron.
Hay algo innegablemente extraño en los adultos poderosos que ovacionan a una adolescente que los regaña. Pero bueno, nada sobre el ascenso de Thunberg ha sido ordinario. Cuando comenzó sus protestas en otoño pasado en Estocolmo, solo eran ella y unas cuantas personas más sosteniendo letreros caseros frente al parlamento sueco. Ahora se convirtió en una superestrella, ya no está fuera del aparato del activismo climático; al contrario, está profundamente inmersa, incluso lo conduce.
Las acciones que alguna vez parecían sencillas, ahora son cuidadosamente coreografiadas. A medida que su fama crece, también hay señales de que Thunberg se vuelve más divisiva.
Durante la cumbre de la ONU, se unió a una demanda legal acusando a cinco países, entre ellos Brasil, Francia y Alemania de violar los derechos de los niños para un futuro seguro, al no actuar contra el cambio climático. El presidente francés, Emmanuel Macron, dijo que la demanda era “muy radical” y advirtió que podría crear “antagonismo”. El mensaje ácido de la adolescente y las críticas al capitalismo significan que, con seguridad, Thunberg se volverá más polémica.
A medida que el Comité Nobel noruego se preparaba para anunciar su decisión para el Premio de la Paz, había un fuerte tema climático para muchos de los principales nombres. Los candidatos no se dieron a conocer formalmente, así que la mejor señal provenía de sitios de apuestas como Oddschecker, donde Thunberg llevaba semanas como favorita.
Otros de los principales contendientes eran la primer ministras de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern; el jefe indígena brasileño Raoni Metuktire y el Consejo Ártico. Pero quien se llevó el galardón fue el primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, por impulsar el fin del conflicto fronterizo con Eritrea.
El Nobel de la Paz siempre se ha sentido más arbitrario y polémico que los otros premios Nobel. A diferencia de los Premios de Química o Física, no se basa en un conjunto de trabajos científicos publicados.
Greta Thunberg, de tan solo 16 años, ya ayudó a desencadenar un punto de inflexión. Las protestas climáticas alcanzan una escala que no se había visto nunca antes. El hecho de que fuera nominada al Premio Nobel de la Paz 2019 refleja el momento desesperado en el que estamos, cuando los niños toman las calles y los abuelos bloquean los puentes. En una era donde las acciones graduales no han sido suficientes, solo quedan opciones más radicales.