Se abre ligeramente la cortina para dejar pasar un poco de luz, parece abatir la obscuridad del recinto y dar un poco de esperanza; misma que es alimentada por algunos rumores en la calle y en algunas voces que se pasean afuera de la penumbra que ha subsistido en el encierro obligado por causa del covid-19. La venta de todas las bebidas alcohólicas está “prohibida”, pero se dice por ahí que ya está permitida en algunos establecimientos, total ya se puso naranja el semáforo.
Las tiendas de conveniencia, aquellas comúnmente llamadas “de la esquina”, son las primeras en percibir la visita de decenas de consumidores con la misma interrogante en sus labios, “¿ya está vendiendo cervezas?”. En algunos lugares la respuesta es un “NO”, pues las autoridades no han emitido una postura definida en este tema; sin embargo en muchas otras la necesidad de cuestionar al encargado es fútil, pues ya exhiben esta bebida producto de la cebada que parece brillar detrás de los cristales de sus refrigeradores.
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Anteriormente ya se ofrecía este producto de manera un poco más “clandestina”, pero ahora ya no existe esa restricción, “ya no hay Ley Seca”, afirman los tenderos, pero el desabasto ha sido el enemigo a vencer, pues no solo ha impedido satisfacer la demanda que tienen estos negocios pequeños, sino que es la causante de que el consumidor pague más por esta bebida; esto ya que los precios de una lata de cerveza de poco más de 400 mililitros oscila entre los 25 y 30 pesos cuando antes costaba menos de 20 pesos.
“Tengo que seguir vendiéndola a 25 pesos, güero, porque no me han querido surtir bien los de la cervecera aquí en Hidalgo, la he tenido que pedir de otros estados. Es que me dijeron que también en las cerveceras despidieron a mucha gente y que están teniendo problemas para poder surtir, por eso las sigo dando a ese precio”, aclara la dueña del establecimiento.
Se intensifica el ruido externo, producto de la mayor afluencia de personas en el lugar, la luz empieza a ganar terreno a la obscuridad, pero no para abatir la sombra en la que se mantiene, la esperanza deja de ser un sueño, la venta de cerveza está en curso, debería ser igual en todos los establecimientos, el semáforo está naranja.
Minisupermercados con logos de vibrantes colores amarillo, rojo y blanco están dispersos por toda la Bella Airosa y su zona metropolitana; son una buena opción para saciar la sed de bebidas alcohólicas, pues además suelen tener promociones, pero al llegar los refrigeradores marcados con el letrero “cerveza” se encuentran cubiertos por una bolsa negra que simula una cortina para ocultarlas. Están a la vista de los visitantes para generar ese deseo. Las puertas pueden abrirse dejando pasar un rayo de luz que se refleja en las latas y botellas al interior, dando esperanza a esta bebida de terminar “azorrilladas” en este espacio frío para mejor saciar la sed de algunas personas.
La luz se hace más intensa, parece que al fin terminará su encierro obligado, las latas de cerveza comienzan a ver la luz de la tienda de conveniencia. Una mano se acerca para tomar su fría capa de latón, pero de pronto un ruido acompaña el cierre precipitado de la puerta cubierta por esa cortina negra de plástico; “todavía no podemos vender cerveza”, dice el encargado; “pero el refrigerador está lleno, se ve que les acaban de traer cerveza”, dice el consumidor; “sí, pero no nos han dado fecha para venderlas”, reitera el encargado.
Detrás del cristal decenas, si no es que cientos de cervezas se quedan detrás de esa cortina traslúcida, el consumidor se aleja con la esperanza de las latas y botellas para salir de su encierro, la venta de cervezas se mantiene “prohibida”, una norma que es selectiva, no inviolable; pero para algunos la penumbra que ha dejado el covid-19 se mantiene y no tienen día para salir del encierro, como esas latas de cerveza que esperan olvidar su tiempo dentro del refrigerador.