Insectos, el camino de la industria alimentaria a la sustentabilidad

Durante el siglo pasado, la industria alimentaria realizó un excelente trabajo para aumentar la productividad; sin embargo, fue a costa de recursos finitos, lo cual podría cambiar con proteínas más sustentables.

Tecnología de insectos (Shutterstock)
John Thornhill
Ciudad de México /

Durante millones de años, la humilde mosca ha guardado sin saberlo el secreto de dos de los problemas más apremiantes del mundo moderno: cómo producir menos residuos y más proteínas.

Con una eficiencia asombrosa, las moscas convierten los desechos orgánicos en larvas ricas en proteínas de rápido crecimiento, que son devoradas alegremente por pollos, peces y cerdos. Los seres humanos finalmente se ponen al día con la tendencia y comienzan a invertir dinero en el desarrollo de grandes granjas de insectos para industrializar este proceso natural ancestral y vender la producción a los agricultores.

Este cambio hacia fuentes de proteínas más sustentables y una creciente inversión en varios sectores más, como la carne de origen vegetal, la robótica y la nanotecnología, ha sido aclamado como la segunda revolución agrícola. Con suerte, puede desempeñar un papel vital para ayudar a alimentar a los mil millones de personas más que vivirán en el planeta para el año 2030 y combatir el catastrófico cambio climático.

Durante el siglo pasado, la industria alimentaria realizó un excelente trabajo para aumentar la productividad. Pero lo hizo con un costo terrible, en términos de agotamiento de los recursos finitos de combustibles fósiles para fertilizantes y transporte, la deforestación, la contaminación del agua, la erosión del suelo y la sobrepesca. En total, la industria alimentaria representa aproximadamente una cuarta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero.

“Se está produciendo una revolución tecnológica con compañías jóvenes e innovadoras con modelos de negocio disruptivos que buscan soluciones más sustentables”, dice Alastair Cooper, director senior de inversiones de Cibus Fund, una firma de capital privado que se enfoca en la agricultura. “Podemos pasar de un modelo económico lineal bastante desagradable a una producción más sustentable”.

La semana pasada, Ynsect, la compañía francesa de insectos, recaudó 372 millones de dólares (mdd) para aumentar su producción de gusano de la harina de escarabajo en granjas verticales para su uso en las industrias de alimentos para mascotas y fertilizantes. También se invirtieron varios cientos de millones de dólares en otras compañías de tecnología de insectos, entre ellas Enterra en Canadá, AgriProtein en Sudáfrica y Protix en los Países Bajos, que crían moscas soldado negras a gran escala para producir proteína en polvo y aceite.

El mes pasado, el gobierno británico invirtió 10 millones de libras esterlinas en Entocycle, una compañía que está construyendo la primera granja de insectos a escala industrial en el Reino Unido.

Ya en 2003, la ONU puso de relieve los beneficios de los insectos comestibles. Señaló que alrededor de 2 mil millones de personas en 130 países, principalmente en Asia y África, ya incluyen insectos en su dieta. Varias empresas también comercializan insectos para consumo humano en los países occidentales, aunque todavía sufren de un factor de “guácala”.

La mayor parte de la inversión reciente se destina a empresas que atienden a los mercados de alimentos para animales, alimentos para mascotas y fertilizantes. Pero a los operadores de plantas les tomó muchos años perfeccionar la economía de la industria dadas las dificultades de aumentar la escala de la producción, la variada disponibilidad de los desechos previos al consumo para alimentar a las larvas y los cambios de las regulaciones gubernamentales.

Jason Drew, director ejecutivo de AgriProtein, es uno de los pioneros de la tecnología de insectos y es el autor de un libro que se publicará próximamente. Él es en especial un aficionado de la mosca soldado negra porque “no es quisquillosa con la comida” y tiene un ciclo de vida muy corto.

AgriProtein, que cría selectivamente moscas soldado negras para aumentar su rendimiento, está ahora en su quincuagésima octava generación. La construcción de las plantas de insectos a gran escala tienen un costo de entre 40 y 70 millones de dólares, dice Drew. Los productores deben encontrar una fuente confiable de residuos de alimentos en un momento en que muchos minoristas y grupos de consumidores realizan grandes esfuerzos para reducirlo.

Uno de los usos más prometedores de la proteína de insectos es reemplazar la harina de pescado, que es el resultado de moler miles de millones de peces silvestres que se extraen del mar cada año y se utilizan en las granjas de peces. “La acuicultura es insostenible en este momento. Tienes que sacar dos peces del mar para sacar uno de una piscifactoría”, dice Drew. “El futuro está descompuesto y tenemos que repararlo”.

Sin duda, hay una gran necesidad de replantear la forma en que producimos y consumimos alimentos. La proteína de insectos es una buena opción. También es alentador ver nuevas iniciativas, como el premio Earthshot, que entregará cinco premios de 1 millón de libras cada año durante la próxima década para descubrir las soluciones ambientales más inventivas. Pero, como ha demostrado la industria de los insectos, el mayor reto puede ser implementar estas ideas a una escala lo suficientemente grande como para marcar la diferencia.

Sin embargo, aquí hay una pista para aquellos que se sientan tentados a participar en el sorteo: la naturaleza ya inventó muchas de las soluciones más inteligentes. Los humanos solamente tienen que encontrar la mejor manera de copiarlas.

lvm

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