Las polémicas consultas ciudadanas de AMLO

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La encuesta de AMLO sobre el nombre del USMCA cerró con más de 100,000 votos, ahora la consulta sobre el NAIM será la primera prueba de la política del poder popular.

“AMLO prometió que se guiará por la gente y sus funcionarios rechazaron las preocupaciones de que una decisión la podría tomar un grupo de ciudadanos"
Jude Webber
Ciudad de México /

¿Qué hay en un nombre? Para parafrasear a Shakespeare: lo que hemos llamado TLCAN con cualquier otro nombre olería igual de dulce. Este es el problema que se considera en México: el Acuerdo de Libre Comercio con Estados Unidos (EU) y Canadá, que se acordó el mes pasado, tiene el apodo de USMCA, lo cual es impronunciable en español. 

Así que el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, les pidió a sus 9 millones de seguidores en Twitter y Facebook que eligieran algo mejor. Criticado en las redes sociales calificado como una locura, este ejercicio refleja una promesa que hizo después de una abrumadora victoria en la elección presidencial del 1 de julio, en la que obtuvo más votos que cualquier otro presidente en la historia de México. 

Prometió continuar permitiendo que “la gente decida”. En el espíritu de la “democracia participativa”, dijo, “cuando tengamos asuntos polémicos... vamos a preguntarle a la gente”. 

Antes de la encuesta sobre el USMCA, este mes López Obrador prometió someter a consulta popular una decisión mucho más importante: continuar o no con la construcción del multimillonario aeropuerto diseñado por Norman Foster para la Ciudad de México. También prometió celebrar un referendo revocatorio sobre su desempeño a la mitad de su mandato de seis años, el cual comenzará el 1 de diciembre. 

Es una táctica ya probada para este nacionalista de izquierda. Cuando fue jefe de gobierno de la Ciudad de México de 2000 a 2005, los asuntos que se sometieron a una “consulta” incluyeron si se debería adoptar el horario de verano, cuál debería ser el precio de los boletos del metro y si debería construir un segundo piso para una autopista urbana. 

La encuesta para el nombre en español del USMCA se produjo después de que el zar de comercio de López Obrador, Jesús Seade, recomendó que comenzara con una T por lo de tratado y no con una A de acuerdo. El presidente propuso TEUMECA y T-MEC como opciones para el acuerdo, anteriormente conocido en español como TLCAN

Se produjo una avalancha de respuestas. Un bromista invocó un plato nacional al sugerir TACO. El jefe negociador de México para el TLCAN, Ken Smith Ramos, propuso AMECA, que significa “río” en Náhuatl e invoca los flujos de inversiones. La parte de Twitter de la encuesta cerró el domingo antepasado con más de 100,000 votos. T-MEC fue la versión ganadora. 

Independientemente de los méritos de la pregunta, el momento fue incómodo. La encuesta se lanzó dos días después de que los funcionarios descartaron otro tipo de consulta, los llamados “foros para la pacificación y reconciliación nacional” en cinco estados que fueron afectados muy fuerte por la creciente violencia relacionada con las drogas. 

Hacer preguntas es más sencillo que dar respuestas. Y consultar a los casi 130 millones de habitantes de México nunca iba a ser fácil, lo cual podría explicar por qué algunas decisiones polémicas no se someten a una votación pública. 

A pesar del descenso en la producción de gas y petróleo, López Obrador descartó unilateralmente el fracking (la fracturación hidráulica), la polémica técnica de extracción detrás del auge del gas de esquisto de EU. El presidente electo tampoco permitió la discusión sobre sus planes de construir una nueva refinería.

 Y no habrá proceso de licitación para su construcción, como resultado de una enmienda de ley de obras públicas realizada por los legisladores del estado de Tabasco para que el proyecto se adjudique directamente, una decisión que parece ir en contra de la transparencia prometida. 

Escuchar a la gente también es mucho más fácil cuando las cosas van bien. López Obrador ignoró la indignación el mes pasado, cuando llamó a una periodista “corazoncito”, y parece que está a la espera de que pase la tormenta por la reciente boda opulenta de uno de sus asesores más cercanos, un vergonzoso contraste con la iniciativa de austeridad de su gobierno. 

La consulta sobre el Nuevo Aeropuerto Internacional de México —que se llevará a cabo mediante voto voluntario y en una encuesta de opinión del 25 al 28 de octubre— es la primera gran prueba de la política del poder popular. 

En un país donde se estima que 70% de la población nunca ha viajado en avión, se les pedirá a los ciudadanos que elijan entre un centro caro, parcialmente construido y criticado por ser un desastre ecológico, y un plan de reparación y modernización para añadir dos pistas más a una Base Aérea Militar, algo que podría terminar siendo más caro. 

López Obrador prometió que se guiará por la gente y sus funcionarios rechazaron las preocupaciones de que una decisión que podría tener grandes ramificaciones para la reputación de la inversión de México, la podría tomar un pequeño número de ciudadanos desinformados. Javier Jiménez Espriú, el nuevo secretario de Comunicaciones y Transportes, dijo en un debate televisivo el fin de semana antepasado: “Lo que decida la gente será lo mejor”



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