Una voz amistosa detrás de mí me dice “¡Patrick!”, cuando salgo de la estación del metro Victoria en Londres. Voy en camino a Olivomare, un discreto restaurante de Belgravia que eligió mi invitado, Sir Win Bischoff. Pero él estaba en el mismo tren del metro que yo, por lo que el encuentro comienza 10 minutos antes, en medio de las bulliciosas calles llenas de humo que conducen a nuestro tranquilo lugar para almorzar. Este se encuentra a la vuelta de la esquina de la casa estucada de Bischoff.
El financiero de 78 años dejará en octubre el cargo como presidente del Financial Reporting Council (FRC), el regulador de auditoría del Reino Unido, después de una carrera de medio siglo en finanzas. Es el epítome del caballero de la City de Londres, todavía vivaz y con las mejillas ligeramente rosadas por años de vinos y cenas.
Pedimos del menú, que se especializa en mariscos de Cerdeña, dos entradas para él: langostinos y atún bresaola. “Algunas de las entradas en estos días probablemente son los platos más imaginativos”, dice. Para mí, una ensalada de berenjenas a la parrilla, luego ñoquis de trufa. Para beber, solo agua mineral, Bischoff no deja ver su reputación enófila.
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Aunque está habituado a la City de Londres, la vida del banquero ha sido itinerante. Se unió a Schroders, en ese momento un banco combinado de inversiones y gestor de activos en 1966, y pasó 34 años allí. Pero fue lejos de la sede de la firma en Londres donde ganó experiencia: en 1970, a los 29 años, estableció su puesto de avanzada en Hong Kong.
“Hong Kong creó de mi carrera”, dice. En 1984, un año después de regresar a Londres, se convirtió en director ejecutivo de Schroders a los 42 años de edad. “Entre los candidatos que habían permanecido en Londres en los 70, había una sensación de negativismo. Por eso creo que se saltaron una generación y me eligieron”.
En el año 2000, después de resistir la incursión de bancos extranjeros en la City, Bischoff logró un acuerdo para vender la unidad de banca de inversión a Citigroup, y dejó el negocio de Schroders solo como gestor de activos. En apenas 16 años convirtió una empresa de nicho, con una valoración de 112 millones de libras (mdl), en un grupo de 4,500 mdl, que vendía su negocio de banca en 2,200 millones de dólares.
Pero el banquero tuvo su mejor momento entre 2007, con el comienzo de la crisis financiera mundial, y 2014, cuando la crisis de la eurozona se había calmado. Como para marcar este momento en nuestra conversación, una mesera entrega el impresionante plato de mariscos de Bischoff, dejando mi delicioso, pero humilde plato de berenjena a la sombra.
Bischoff era el presidente regional de Citigroup en Europa cuando las cosas se empezaron a salir de control en Wall Street. En noviembre de 2007 lo sacaron de ese puesto para que fuera director ejecutivo interino de Citi en Nueva York, durante dos meses tempestuosos.
Una vez que Vikram Pandit, el exbanquero de Morgan Stanley, se convirtió en director ejecutivo, a Bischoff lo nombraron presidente y supervisó la primera fase de estabilización de Citigroup. Aunque estuvo cerca del colapso, el banco fue parcialmente nacionalizado y comenzó un programa radical de contracción.
Mientras termina la primera de sus entradas, le pregunto a Win Bischoff si este fue el punto más difícil de su carrera. “No”, menciona él. Eso ocurrió poco después, cuando regresó al Reino Unido y cambió al puesto de presidente en Lloyds Bank, a finales de 2009.
Llegan nuestros platos principales, demasiado rápido para mi gusto. Pero el restaurante está tranquilo a esta hora y a la cocina evidentemente le resultó fácil entregar las órdenes.
Cuando el banquero se retiró de Lloyds en 2014, a los 72 años, el grupo se había recuperado con firmeza. Parecía que Bischoff iba a dejar su carrera bancaria en lo más alto, pero no fue así.
Solo un mes después, asumió la presidencia del entonces soñado regulador de auditoría del Reino Unido, el FRC. Parecía un último puesto cómodo para un financiero interesado en preservar su estatus en la City. Bischoff niega esto, diciendo que inicialmente rechazó el puesto y se le tuvo que convencer para que lo aceptara.
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De cualquier forma, su gestión estuvo marcada por las críticas. Durante sus cinco años en el puesto, la quiebra del subcontratista Carillion y la cadena de cafeterías Patisserie Valerie fueron puntos bajos. En ambos casos se realizaron auditorías aparentemente débiles (por parte de KPMG y Grant Thornton, respectivamente), que hasta ahora quedaron impunes por parte del FRC. Muchos también descartaron una investigación del FRC sobre la auditoría que hizo KPMG de HBOS antes de la crisis, al considerarla una tapadera.
Desafiado con estos temas, Bischoff parece inusualmente vulnerable. Él juega con el envoltorio del nougat que viene con su café expreso, y evita mi mirada. “A las empresas las tumban la gerencia y los Consejos de Administración”, dice. “Pero tal vez los auditores no fueron lo suficientemente escépticos”. Poco a poco comienza a admitir las deficiencias del FRC y su propia incapacidad para hacer una gran diferencia.
Es difícil dar crédito a que uno de los nombres más importantes de la City —y un habitual que durante muchas décadas bebía vino en los eventos sociales del Square Mile, la mayoría de las noches de la semana— se irá para siempre. Esa elección de agua mineral realmente fue un presagio de cambio.