Por: Oswaldo Gallo Serratos
Ilustración: Patricio Betteo, cortesía de Nexos
El alcance de las decisiones individuales y domésticas no tiene parangón respecto de las que se tomen desde la cúpula del poder, sea político o económico. Frente a la apatía del gobierno federal y de las empresas en lo que concierne a establecer y acatar políticas ambientales relevantes, la protesta social adquiere en México las dimensiones de un imperativo moral. López Obrador declara a sus adversarios “moralmente derrotados”, pero no da señales de tener bien calibrada su brújula moral: olvida que la implementación de políticas ambientales obedece, antes que a nada, a una cuestión de justicia para quienes menos tienen, los primeros afectados por las alteraciones climáticas y los últimos en causarlas. En lo que respecta a la política ambiental, la “cuarta transformación”, además de anticuada, es inmoral.