Por: Tamara Haydée Segura Herrera y Oscar Misael Hernández-Hernández
Ilustración: Patricio Betteo, cortesía de Nexos
En la prensa y academia mexicanas apenas tomaron visibilidad al iniciar el siglo XXI y, en la frontera de Tamaulipas, en la última década. En esta última región fronteriza, los menores de circuito conforman una subpoblación de niñez migrante vulnerable, pero también con capacidad de agencia dentro de sus posibilidades. La gran mayoría radica en ciudades fronterizas, son de estratos socioeconómicos bajos y de familias “disfuncionales” en las que, a veces, algún familiar realiza actividades ilícitas. Algunos abandonaron sus hogares para irse a vivir con amigos o solos; otros se hicieron responsables del ingreso familiar ante la ausencia paterna. También hay casos de menores de circuito con familias con ingresos estables, quienes fueron enganchados por amigos o conocidos, o bien ingresaron al tráfico de migrantes por la “aventura” de cruzar la frontera. En menor medida, hay casos de menores de circuito que provienen del interior de la República mexicana, quienes fueron “invitados” por supuestos familiares o amigos con la idea de “mejorar” su situación económica.