Cuando un paciente se sienta frente a mí y me pregunta cómo mantener un estilo de vida favorable para la longevidad y reducir el riesgo de enfermedades, mi respuesta casi siempre es la misma: ser constante, no intenso; ser flexible, no rígido.
La salud es un proceso gradual. Así como una planta necesita tiempo y cuidado constante para crecer, nuestros cuerpos responden lentamente a los cambios saludables. Recordemos que las plantas y los humanos somos seres vivos cuyos cambios dependen de procesos bioquímicos, los cuales son lentos. Sin embargo, hoy vivimos en una era donde la paciencia se ha vuelto rara. La gratificación instantánea es la norma, y dispositivos como teléfonos celulares, tabletas y computadoras nos dan acceso inmediato a lo que queremos, generando dosis rápidas de dopamina, una gran hormona que induce el placer pero que en exceso genera adicción y ansiedad.
El problema es que esta necesidad constante inmediatez en placer genera ansiedad por falta de resultados y afecta nuestra forma de ver la salud. Creemos que si no obtenemos resultados visibles rápidamente, nuestros esfuerzos no valen la pena. Esto hace que enfoques extremos —como dietas rígidas o entrenamientos intensos— sean atractivos, pero también difíciles de mantener. La salud no se construye con intensidad de corta duración, sino con constancia a largo plazo.
Productos milagrosos que prometen transformaciones rápidas y espectaculares son tentadores. Sin embargo, intentar cambiar de manera rígida e intensa agota nuestra motivación y nos deja abandonando los buenos hábitos. La clave está en encontrar un ritmo sostenible cuando estamos generando hábitos buenos, uno que nos permita avanzar sin agotarnos en el camino.
Mi invitación es simple: enfócate en pequeños hábitos que puedas mantener de manera constante. Aquí tienes tres prácticas para implementar esta semana:
1. Duerme temprano: Ve a la cama antes de las 11 p.m. y coloca tu celular lejos de tu alcance para evitar distracciones. Si fallas uno o dos días, no te castigues; simplemente busca mantener este hábito.
2. Haz ejercicio: Moverte al menos 30 minutos diarios, cinco veces a la semana, es suficiente para mejorar tu salud. Ya sea caminando, haciendo una clase o practicando un deporte, lo importante es la constancia, no la intensidad.
3. Come frutas y verduras: Agrega frutas con cáscara comestible y hojas verdes a tus comidas cinco días a la semana. Estos alimentos son accesibles y beneficiosos, y consumirlos de forma constante es más efectivo que seguir dietas restrictivas.
Y un último consejo, que me parece el más importante pues es una forma de ayudar a tu cerebro a descansar de la gratificación inmediata: reduce el uso del celular y las redes sociales. Apaga las notificaciones y establece límites en tu tiempo frente a la pantalla. Las redes sociales generan una comparación constante: siempre habrá alguien que parece tener una vida más exitosa, un cuerpo más en forma o más logros. Esta comparación perpetúa la idea de que nunca somos suficientes y nos impulsa a buscar cambios intensos y rígidos.
Date un respiro de las redes sociales y verás cómo tu cerebro se vuelve más paciente contigo, tus hábitos y tus relaciones. Dejar de lado la necesidad de perfección por la comparación que te autoimpones en todos los aspectos de la vida puede transformar tus relaciones interpersonales y traer mayor bienestar a tu día a día.
Entonces sí, mi mejor consejo si buscas vivir más y mejor es: Constancia sobre intensidad y flexibilidad sobre rigidez. El camino hacia una vida saludable no es una carrera, sino un maratón que se corre con paciencia.