“Mi mayor miedo no es envejecer, es olvidar.” Esta frase la he escuchado mucho en consulta, en pacientes de 50-60 años. No temen las arrugas ni las canas, sino el deterioro cognitivo. Muchos lo han visto en sus padres; otros, en películas como Still Alice o The Father, que nos confrontan con el lado más doloroso de la pérdida de la memoria: la identidad.
Pero, ¿y si te dijera que tus manos pueden ser una ventana al estado de tu mente?
Una revisión de 17 estudios publicada en 2024 encontró una fuerte relación entre la destreza manual y la salud cerebral. En pruebas como el pegboard test, los pacientes que presentaban movimientos más lentos, irregulares y menos automáticos mostraban signos de deterioro cognitivo. Este tipo de evaluaciones podrían ser útiles para detectar cambios tempranos en la función mental y dar seguimiento a su progresión.
Vivimos en una era donde lo digital lo ha conquistado casi todo: escribimos con los pulgares, damos órdenes con la voz y desplazamos ideas con un solo toque. En medio de tanta inmediatez, muchas de las actividades manuales que antes formaban parte de nuestra vida han quedado relegadas. Pero podemos regresar a ellas, no desde la nostalgia, sino desde la conciencia. Cada pequeño movimiento que requiere atención, coordinación y precisión es un estímulo que fortalece nuestras redes neuronales. Y lo mejor es que están a nuestro alcance:
Escribir a mano: Cuando escribimos, especialmente en cursiva, se activan regiones cerebrales vinculadas con la memoria, el lenguaje, la coordinación y la planificación. La escritura cursiva, al requerir fluidez, ritmo y conexión entre letras, entrena habilidades cognitivas complejas que van más allá de simplemente anotar una idea.
Tejer o bordar: Estas prácticas exigen coordinación, concentración y seguimiento de patrones secuenciales. Activan la corteza motora, mejoran la atención sostenida y estimulan la neuroplasticidad, esa capacidad del cerebro de adaptarse y fortalecerse.
Pintar o dibujar: Además de mejorar la destreza fina, promueven la creatividad, un componente cada vez más estudiado en relación con la longevidad. Dibujar estimula regiones del cerebro asociadas con la imaginación, la resolución de problemas y el bienestar emocional. Y si se hace en grupo, suma el beneficio del vínculo social, tan importante para envejecer con calidad.
Jardinería: Plantar, podar, manipular tierra o macetas requiere movimientos manuales diversos, pero también nos conecta con la naturaleza, mejora la exposición a vitamina D3 y fortalece las piernas al mantener posturas como cuclillas o agacharse. Además, tiene un componente emocional profundo: el simple acto de sembrar y ver crecer algo vivo fortalece el sentido de propósito y reduce el estrés. En muchas ciudades incluso existen clubes de jardinería o huertos urbanos, donde se promueve la interacción social mientras se cultiva salud.
No se trata de temerle al Alzheimer, sino de actuar desde hoy para proteger lo que más valoramos: nuestra mente. Cada movimiento que exige atención, coordinación y precisión fortalece las redes neuronales. Y si además conoces tu genética, puedes diseñar un plan mucho más personalizado por medio de tu alimentación y suplementos para cuidar tu mente.
El futuro de tu salud cerebral, literalmente, está en tus manos.
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