Pablo Ferrara: mientras estemos vivos, tenemos tiempo

Ciudad de México /
ALFREDO SAN JUAN

El sábado 13 de diciembre de 2025, Monterrey despidió a Pablo Ferrara. Su historia, atravesada por la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), deja una lección: vivir más y mejor es posible cuando el cuerpo ya no coopera como antes.

La ELA es una enfermedad neurodegenerativa que afecta a las neuronas motoras del cerebro y la médula espinal. Provoca debilidad progresiva, pérdida de fuerza, dificultad para caminar, hablar y tragar, y compromete la respiración. Se considera una enfermedad rara: la prevalencia ronda 5 por cada 100 mil personas. El pronóstico es variable; con frecuencia se habla de 2 a 5 años desde el inicio de síntomas, aunque existen excepciones, como Pablo.

Pablo vivió la crudeza de esa estadística… y la rebasó con una certeza que hoy vale como brújula: “Mis días según toda la literatura estaban contados (...) Sin embargo, la lógica al respecto es muy sencilla, mientras estemos vivos, tenemos tiempo”.

En mi trabajo, hablar de envejecimiento saludable no es hablar de “no enfermarse”. Es hablar de conservar sentido, vínculo, dignidad y dirección, aun cuando el cuerpo impone límites. Pablo fue un ejemplo nítido de eso: cuando la enfermedad avanzó, él ajustó la estrategia.

La ELA le quitó movilidad y voz, pero no su propósito. En lugar de detenerse, adaptó su vida: de arquitecto y Ironman pasó a una silla motorizada, siguió construyendo y sirviendo.

Se involucró en proyectos altruistas y, cuando la enfermedad avanzó, utilizó tecnología de comunicación para seguir presente.

En su propio testimonio cuenta cómo, después de escuchar varias veces que “no había nada que hacer”, él y su esposa encontraron en Houston a un neurólogo con algo que lo hacía diferente: empatía.

La respuesta cambió el rumbo: “Yo tampoco te puedo curar, pero puedo enseñarte a manejar todo lo que te va a pasar”. Ese acompañamiento —que enseña, estructura y sostiene— no solo es medicina, es humanidad.

Años después, el mismo médico le dijo algo que rompe el miedo automático que muchas personas sienten ante un diagnóstico: “Ya venciste… ya no eres un enfermo, eres un discapacitado y tu expectativa de vida depende de lo bien que te sigas cuidando”. Y Pablo se hizo la pregunta incómoda que tantos pacientes quisieran poder decir en voz alta: ¿por qué entonces la medicina insiste en sentencia, desesperanza y final inevitable?

Su vida fue un ejemplo de que las personas no se convierten en su diagnóstico. Por eso también buscó espacios donde la discapacidad no fuera sinónimo de pausa. Entre ellos, el fútbol en silla de ruedas motorizada.

Pablo apoyó iniciativas como Powerchair Football México, que usa el deporte para integrar y transformar vidas, creando pertenencia en niños, jóvenes y adultos con discapacidad motriz.

Pablo le dio rostro local a la ELA y la tradujo en acción. Hoy duele su partida, pero también deja una tarea: recordarlo alguien que nos eleva el estándar. Pablo nos enseñó que la vida puede expandirse en significado aun cuando el cuerpo se reduce.

Al recordarlo, el mensaje no es negar la realidad de la ELA. Es honrar a alguien que eligió vivir con intención. Pablo nos mostró que el envejecimiento saludable no se define por “perfección biológica”, sino por la capacidad de adaptarnos, pedir ayuda, aceptar un escenario difícil y aun así seguir construyendo significado.

Que descanse en paz, Pablo Ferrara. Y que su ejemplo nos deje una gran lección: mientras estemos vivos, tenemos tiempo.


  • Ale Ponce
  • Experta en ciencia e investigación de la nutrición con destacadas habilidades en el campo de la nutrigenómica y los alimentos funcionales. Vasta experiencia en el área de nutrición clínica y administración educativa. Publica su columna Vive más y mejor todos los lunes.
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