Una política educativa tendrá una mejor concreción si para su diseño y hechura se cuenta con un diagnóstico claro de la situación, demandas y necesidades. De igual manera, si se tiene en cuenta una evaluación de políticas que permita delinear puntualmente la acción futura. Un conflicto natural en la construcción de una agenda de política es la toma de decisiones respecto a qué permanece, qué se modifica y qué se elimina. Esto es lo que en un proyecto político se advierte como continuidades o rupturas. El gobierno federal entrante tiene de inicio una agenda de cuestiones, que dependiendo de la atención que dé a cada una de ellas, marcará el ambiente y rumbo en la educación para los próximos seis años. Apuntó algunas de ellas.
Una primera cuestión que se tendrá que analizar es la naturaleza del proyecto político en educación. La Nueva Escuela Mexicana ha planteado diferentes puntos de ruptura con los modelos anteriores (derecho humano a la educación, enfoque curricular, libros de texto, metodologías integradoras) pero también ha conservado elementos que denotan continuidad (procesos de admisión, promoción vertical y horizontal, evaluaciones estandarizadas, capacitaciones, operación de consejos técnicos) que se mantuvieron bajo una lógica de mercado, distantes de asociarse con un sentido de transformación. La naturaleza del proyecto político entonces debe ser congruente con sus acciones y estrategias. Políticas que den sentido a la construcción de una educación diferente, acorde a las narrativas sociales que están dándose y a la necesidad de configurar una nueva ciudadanía caracterizada por la acción democrática, justa e inclusiva.
La atención a lo que implica un desarrollo y transformación profesional de las maestras y maestros, se constituye en una cuestión prioritaria. El éxito en la concreción de una política educativa está estrechamente ligado a la formación (inicial y permanente) de quienes serán la pieza fundamental. El gobierno federal entrante debe tener como aliados principales en esta encomienda a las escuelas normales y a las unidades de la Universidad Pedagógica Nacional. La deuda histórica que tiene con estas instituciones debe ser saldada. Una mayor inyección presupuestal, definición de su condición institucional-jurídica y el anclaje al proyecto político educativo son puntos de partida para pensar en una formación de docentes más sólida y pertinente. En paralelo, la revitalización de los centros de maestros es necesaria para reconstituirse como instituciones que acompañen el camino cotidiano que enfrentan las maestras y maestros en materia de gestión, pedagogía, metodología y didáctica.
Una cuestión que complementa la anterior, es la referida al salario y estímulos. Una política salarial que responda mejor a las condiciones de vida. Fortalecer el poder adquisitivo del salario de manera armónica con la inflación que se presenta en la economía. Los estímulos económicos necesitan repensarse en sus criterios para acceder a ellos, sumado a un incremento sustancial de presupuesto para que tengan un alcance mayor. La Unidad del Sistema para la Carrera de las Maestras y Maestros (Usicamm), más allá de desaparecerla y crear una instancia similar (política del disfraz), debe evaluarse en sus atribuciones, procesos y procedimientos para establecer una política más pertinente a las condiciones, demandas y necesidades de los docentes. En paralelo es posible establecer otros apoyos para los docentes: descuentos permanentes en transporte y alimentos; en el equipamiento de recursos tecnológicos en las escuelas, en dotación de materiales y recursos didácticos; y apoyo en el pago de conectividad. Estas cuestiones que parecen menores minan el salario de los docentes de manera sustantiva.
El modelo institucional de gestión, como otra cuestión importante, debe distanciarse de la lógica administrativa y de mercado que lo ha caracterizado. La cultura de gestión directiva y administrativa que prevalece en la estructura del sistema educativo, y que se replica en las estructuras educativas estatales, se han anclado en prácticas verticalistas, autoritarias y universales que son ajenas a la filosofía de transformación educativa. Debemos tener presente que la base para la transformación educativa es la escuela, es en este espacio donde toda la estructura del sistema toma sentido. Es momento de pensar en una organización y funcionamiento escolar diferente, donde la esencia se constituya alrededor de los procesos formativos de los estudiantes, lo pedagógico-didáctico como central y lo administrativo como periférico.