“¡Dios no lo quiera!”, reza una popular expresión mexicana que solía evocarse con no poca ironía, todavía en las postrimerías del siglo XX, cuando se pensaba que un político de la élite, es decir, presidente, gobernador, senador, diputado, alcalde, secretario de Estado o líder partidista, se atreviera a expresar su fe religiosa. Era la época del partido único y el tabú Juárez se imponía.
El mayor atrevimiento fue acaso el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con el Estado Vaticano, durante la gestión de Carlos Salinas de Gortari, mientras predominaba ese aire de prohibición a profesar abiertamente una fe, esa de la mayoría de los mexicanos, la católica, siempre de la mano de Benito Juárez, que se moriría de nuevo de saber que se le evoca cual santo fuera. “¡Dios no lo quiera!”, expresaría sin espacio a
la duda.
El tabú Juárez, sostenido en las bases de las leyes de Reforma, gobernó los más fervientes pensamientos religiosos de los políticos mexicanos herederos de la Revolución, que no se movían un milímetro fuera de sus límites históricos ni siquiera en presencia de Juan Pablo II, en sus varias visitas a México, cuyos anuncios y preparación ocupaban de inmediato la atención nacional y opacaban todo, no se diga las constantes malas noticias.
El triunfo del PAN en 2000 cambió el escenario, porque ese partido no padecía el tabú Juárez y Vicente Fox siempre se declaró un creyente de cepa que no dudó en besar a la primera oportunidad el anillo del pescador, esa joya que porta el jefe de la Iglesia católica en turno, aunque ahí se complique la trama, porque ese personaje es también la cabeza de un Estado, el Vaticano.
Cuando Juárez ya es apenas un eco involuntario que puede aparecer citado a un tiempo con el propio Jesucristo desde el primer atril del poder, nada detiene ya a las aspirantes a la Presidencia para expresar su devoción, falsa o convenenciera, y lanzarse al Vaticano a posar con el anfitrión. Aquél, que encabeza una institución con casi dos mil años de grilla como respaldo, embargó día y medio a una candidata la foto del recuerdo para que su contrincante pudiera exhibir la propia al mismo tiempo.
Ambas regresarán, eso sí, con la bendición papal y su foto. ¿A qué personaje más se disputarán?