Una buena parte de la opinión pública que no comulga con la cuarta transformación o simplemente no tiene militancia en alguno de los partidos ahí asociados considera que el carro completo obtenido por Morena y aliados en las elecciones de 2024, es decir, Presidencia, Cámara de Diputados, Senado y la mayoría de gubernaturas, perfilaba un gobierno de alguna manera “absolutista”, “sin contrapesos”, y, por tanto, peligroso para la democracia.
Diez meses después de esa elección, en la que Claudia Sheinbaum tuvo unos treinta y cinco millones de votos, ha quedado claro que la oposición no existe, fue noqueada en aquella elección de junio pasado, y sigue en la lona. Por tanto, es simple deducir que, en efecto, la Presidenta cabalga sin obstáculos, privilegiando su agenda, con el apoyo de los partidos que la rodean: Morena, Partido del Trabajo y PVEM. No es así.
No debería ser raro ver nombres cercanos al gobierno anterior en el presente, al fin y al cabo son morenistas y Sheinbaum fue la candidata de AMLO, quien, ya sabemos, organizó un reparto del pastel por el que ahora Gerardo Fernández Noroña preside el Senado, Adán Augusto López conduce la bancada guinda en esa cámara y Ricardo Monreal preside San Lázaro. Posiciones clave todas cuyos titulares tienen un denominador común, junto con Marcelo Ebrard, titular de Economía: no son gente de Sheinbaum, sino del tabasqueño.
Y en Gobernación, Rosa Icela Rodríguez; en el Seguro Social, Zoé Robledo; en la Jefatura de Gobierno, Clara Brugada; en la dirigencia de Morena, Andrés López Beltrán; tras bambalinas de Palacio Nacional, Jesús Ramírez Cuevas… Y así continúa la lista de personajes que son la verdadera oposición, la que sustituye al PRI y al PAN, la que responde a los dictados no de la mandataria, sino a los propios, como quedó evidenciado con la votación sobre no reelección y nepotismo en el Congreso.
Hoy la Presidenta, en lugar que promover la agenda propia y defender sus acciones, tiene que salir a tapar en público los hoyos que cavaron las huestes de su antecesor. En lugar de solo ofrecer la mejor investigación posible sobre Teuchitlán, debe dividir su discurso para poner cara por otros, que son la auténtica oposición en curso, la interna.