Imposible empezar la reseña de una película dirigida y actuada por Clint Eastwood sin recordar su enorme obra fílmica como actor y director. Los Spaghetti Western de Sergio Leone como El bueno, el malo y el feo están marcados por su figura y actuación al igual que los filmes de acción policiaca como Dirty Harry. También impresiona su filmografía como director con obras maestras como Los imperdonables (1992), Los puentes del Madison (1995), Río Místico (2003), Cartas de Iwo Jima y Gran Torino (2008). El más reciente filme The Mule (La mula), producida, dirigida y actuada por Eastwood, se estrena a dos meses de que su creador cumpla 88 años.
La mula está basado en un guión de Nick Schenk (también guionista de Gran Torino) quien adaptó un artículo de The New York Times Magazine acerca de un floricultor estadounidense de 90 años que transportaba cocaína para el cartel de Sinaloa (The Sinaloa Cartel’s 90 –Year-Old Drug Mule 11.06.2014). La película convirtió al personaje real en Earl Stone (Clint Eastwood), a quien conocemos en la primera secuencia como hombre de edad mediana, propietario de un exitoso vivero especializado en el cultivo de lilas. Después de una elipsis de casi veinte años el filme se centra en la vejez del protagonista cuyo éxito y popularidad se han desvanecido. Solo y empobrecido aprovecha la oportunidad de utilizar su vieja camioneta para transportar maletas con droga entre el sur de Texas y las grandes ciudades como Chicago. Lo hace bien y nadie sospecha de un floricultor retirado que atraviesa el país en su camioneta.
El filme sigue la secuencia de los viajes por carretera y muestra cómo Earl disfruta escuchar su música preferida, charlar con otros viajeros y recoger la paga nada despreciable. El viejo Tata, como le llaman los jóvenes, cae bien a pesar de utilizar un lenguaje y expresiones de supremacía blanca que remiten a la era Trump. El filme muestra varias situaciones en las que Earl despierta simpatía y ternura por ser un hombre blanco y viejo. En una de las mejores escenas observamos cómo agentes de la DEA detienen la camioneta de un chofer de aspecto latino que, muerto de miedo, suplica que no lo maten. En sus gritos dice que está viviendo los cinco minutos más peligrosos de su vida.
Lástima que la película construye el proceso de reconciliación de Earl con su familia como melodrama con final feliz y que los personajes femeninos y el ambiente del narco se nutren de clisés gastados. La mula no tiene la fuerza de Gran Torino pero Eastwood aprovechó el personaje real y el título para criticar el estado de las cosas en Estados Unidos de Norteamérica y, de paso, recordar con un guiño a su admirado Don Siegel quien lo dirigió en 1970 en Dos mulas para la hermana Sara.
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