Me pregunto si la película El aprendiz (The aprendice) del realizador iraní – danés Ali Abassi hubiera provocado la misma reacción de los asistentes al Festival de Cannes 2024 si la hubieran visto hace un par de años o después de las elecciones del pasado 6 de noviembre en la que Donald Trump “resultó ganador” de la presidencia de EUA. También me pregunto cómo la veremos dentro de un año o los cuatro, en los que Trump, estará sentado en la silla presidencial y ejerciendo su puesto y poder desde la casa Blanca de Washington. El aprendiz es una película cuya importancia y recepción es imposible de desligar de la realidad. Con su trama que narra la construcción de un personaje que de joven trepa la escalera del éxito y el poder sin mirar atrás ni a los de al lado, el filme crea contexto, describe rasgos personales del joven Donald y el apoyo que encontró en un abogado veinte años mayor que él. Pero la película no sólo se centra en el protagonista y su carrera. Utiliza el biopic ficcionado para armar el retrato de Nueva York a inicios de los años ochenta, mostrar el aceitado sistema en el que se mezclan la esfera social, los negocios, la justicia y la política. La época de la represión con el senador MacCarthy y su persecución del pensamiento libre ha quedado atrás pero sus personajes y su influencia siguen mezclados al poder y los negocios.
Pero regresemos al Festival Internacional de Cine de Cannes y la reacción que el filme causó en su estreno que acaeció durante la candidatura de Trump a la presidencia. Obvio, que los que apoyaron su candidatura levantaron la voz y armaron un escándalo mientras que el mismo Trump tachó el filme como una vil mentira y sus abogados hablaron de denunciar la coproducción entre cinco países europeos, Canadá y Estados Unidos y bloquear la exhibición en salas y plataformas. La reacción provocó que Netflix y Amazon desistieran de adquirir los derechos de transmisión. Sin embargo, el filme sí llegó a las salas de cine, aunque sin la usual campaña de promoción y con una presencia en cartelera relativamente corta.
Para un crítico de cine que debería centrarse en el discurso y no confundir los personajes con personas reales, el análisis del filme se convierte en un reto.
El estilo documental del inicio con una imagen retro y cámara en mano, dificulta aún más tomar distancia del personaje y los hechos reales que describe el guión del estadounidense Gabriel Sherman. Además, ahora que faltan pocas semanas para la toma de posesión de Trump como presidente y que sus declaraciones, amenazas y videoclips llenan los espacios de los medios, nos resulta imposible olvidarnos de las escenas del filme en las que observamos cómo la estrecha relación entre el joven Trump y el abogado sin escrúpulos Roy Cohn (Jeremy Strong) forjó la filosofía empresarial, los objetivos y la estrategia de vida y éxito del próximo presidente de Estados Unidos. Nos es difícil separar al Trump real del personaje de la película si vemos como aprendió y asumió las premisas y reglas de su carrera: ¡Existen dos tipos de hombres, los killers y los loosers! ¡Ataca, ataca, ataca! ¡Nunca confieses un fracaso, siempre niégalo! ¡Siempre declara tu victoria!