Lealtad al juego

  • Al Derecho
  • Carlos A. Sepúlveda Valle

Jalisco /

La octava edición del campeonato mundial de futbol femenil celebrado en Francia fue un acontecimiento que tendrá repercusiones en lo futbolístico, en lo social y en lo político.

En lo futbolístico sobresale la calidad del futbol que se practicó, la fortaleza, gran preparación física y buena técnica individual en la mayoría de las jugadoras, en lo colectivo hubo más diferencias, Estados Unidos, el equipo campeón en siete partidos anotó 26 goles y recibió 3 lo que demuestra una apabullante superioridad. Quizá el factor más importante es la lealtad al juego que demostraron las jugadoras, las mujeres no salían a especular descaradamente, a defenderse a ultranza o a “manejar el marcador” como sucede con muchas selecciones varoniles, para las que es más importante el puntismo y las cuestiones tácticas que la lucidez del juego y el espectáculo que ello conlleva.

El futbol de las mujeres es de más ataque, más ofensivo, el balón circulaba en todos los sectores del campo y salía poco del rectángulo, el juego tenía pocas interrupciones, las jugadoras corrían a gran velocidad, al parecer sin cansarse, probablemente muchas de ellas hicieron más kilómetros que la media de los hombres. La deportividad femenil se manifiesta por su lealtad al juego, las mujeres son más “caballerosas” (si por eso se debe seguir entendiendo que son más respetuosas de las reglas y de las rivales), cometen mucho menos faltas, no agreden de manera descarada, cuando reciben faules se levantan rápidamente, no exageran, se quejan menos, y algo muy importante, casi no discuten, obedecen las decisiones del árbitro y no le reclaman; además, las mujeres recibieron mucho menos tarjetas amarillas y hubo menos expulsiones.

Este mundial femenil demostró una nueva faceta de la belleza del futbol que incrementará la afición, fortalecerá los torneos nacionales, y seguramente muy pronto la profesionalización del futbol femenil será realidad en todo el mundo. El crecimiento en lo deportivo y la difusión que ha tenido a nivel global se traducirá en la exigencia de mejores salarios, en marzo se presentó una demanda por parte de seleccionadas de Estados Unidos exigiendo paridad salarial, pero esta pretensión es muy discutible ya que se debe tener en cuenta que el futbol profesional de hombres tiene más de cien años, que los clubes han hecho inversiones multimillonarias en jugadores, y por ahora, parece improbable que un juez pueda ordenar que las percepciones económicas entre hombres y mujeres futbolistas sean iguales.  

En la vertiente política tendrá repercusiones. Megan Rapinoe, capitana de la selección de Estados Unidos, antes de la final, dijo que si ganaban el campeonato “no iría a la puta Casa Blanca”, esta blasfemia tuvo enorme impacto, a tal grado que una vez coronada, Public Policy Pooling publicó una encuesta en la que se le otorgaba a Rapinoe un 42% de intención de voto para la presidencia de Estados Unidos contra un 41% de Trump. Si la lealtad al juego que han demostrado en lo futbolístico lo practicaran en las cuestiones de gobierno no cabe duda que las mujeres pueden ejercer el poder de manera más honesta y eficiente que los hombres.


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