“Para emprender un camino de éxito, necesitamos un plan. Para lograr el éxito, debemos ser flexibles cuando el camino está bloqueado” - @simonsinek (Instagram).
Mucho se ha dicho sobre el éxito, y no voy a entrar en una discusión que nos llevará a nada. Lo que sí te diré, es que este concepto es tan subjetivo como los indicadores que usas para medirlo.
Resulta que en un curso que impartí, donde discutíamos de liderazgo y gestión, uno de los participantes comentó sobre lo complicado que resulta establecer metas con los colaboradores.
¿Motivos? Muchos, desde personales hasta organizacionales, y ya te he comentado que eso se atiende desde los planteamientos centrales de la cultura y el clima organizacionales.
Sin embargo, la clave para propiciar cierta participación es
contextualizar los objetivos.
Y es que, desde la percepción de algunos colaboradores, lo que se “les pide” es irreal, no está aterrizado y no hay modo de conseguirlo.
Por ello, la labor principal del gestor es, primero, comprender lo posible y lo probable de lo que se está solicitando; segundo, plantear las rutas para conseguirlo.
Posible significa que algo puede suceder, mientras que probable significa que algo es verosímil y tiene buenas razones para suceder.
Las habilidades del gestor deben facilitar el análisis de lo que se requiere, y estructurar un planteamiento de abordaje que facilite la comprensión de las implicaciones de parte del personal involucrado, y vean lo solicitado como algo viable.
Como se dice por ahí, nada está escrito sobre piedra, todo es modificable según las circunstancias que se presentan.
El uso de escenarios es una herramienta que permite al líder prever situaciones, ser ágil en su gestión y conseguir objetivos.
Entonces, ¿desde dónde realizas tu planeación, lo probable o lo posible?