El huachicol y Morena: la purga necesaria para sanar

  • Agora
  • Cuauhtémoc Carmona Álvarez

Laguna /

Estamos a tiempo.  Esa es la primera sentencia que debe repetirse en voz alta en el equipo estratégico de la presidenta Sheinbaum, porque hay margen para purgar y sanear las áreas del gobierno que se han pervertido por la ausencia de ética.

Purgar no debe ser un acto de revancha ni una limpieza maniquea: es, en su raíz etimológica y práctica, devolver la salud a un cuerpo que manifiesta síntomas de putrefacción.

En medicina, purgar significa expulsar lo que intoxica. En política, significa transparentar, señalar responsabilidades y restituir la finalidad primera del poder: el bien común.

Los neomorenos —esa fauna política que llegó de los viejos partidos con mañas aprendidas y colas sucias— representan la deformación de un proyecto que nació con lemas éticos y promesas de limpieza: no robar, no mentir, no traicionar. 

Desafortunadamente muchos de ellos no llegaron por vocación. 

Llegaron por ganancia y calculo. 

Y como dice el dicho: “Quien paga para llegar, llega para robar”.

El gran tema que despertó la purga necesaria es el huachicol.

El tráfico ilícito del petróleo y sus derivados —gasolina, diésel, turbosina y petroquímicos— alcanzó niveles desconocidos de corrupción en las estructuras de muchas dependencias del gobierno.

Estas prácticas dejaron una estela de saqueo y descomposición que ningún gobierno puede ignorar. 

El desafío hoy es transformar la denuncia en purga y la purga en saneamiento. 

Porque el huachicol no sólo drenó combustible: drenó la confianza ciudadana, erosionó la ética pública y convirtió a muchos políticos en cómplices silenciosos de un crimen contra la nación.

Dante Alighieri, en su obra la Divina Comedia puso el purgatorio entre el infierno y el paraíso: un monte de dolor y esperanza donde las almas, tras reconocer su culpa, se purifican para ascender. 

La purga política debe ser tránsito, no demolición. Señalar y sancionar a quienes han convertido la política en oficio de rapiña y huachicol es una forma de curación colectiva.

El liderazgo de la presidenta Claudia Sheinbaum cuyos niveles de aceptación rondan el 80 % de aprobación, deberá ir con todo en contra de esta red de corrupción y de complicidades. 

Inocular no sólo como metáfora de investigación penal y administrativa es urgente, es necesaria para demostrar la intolerancia al mal que más aqueja a la política mexicana: La corrupción.

Estamos a tiempo porque la historia política no es un destino inalterable: puede corregirse cuando hay voluntad y cuando la sociedad exige consecuencias. Pero el tiempo no espera la indecisión. 

La purga requerida —médica en su analogía, jurídica en su procedimiento y moral en su finalidad— exige decisión, coraje y coherencia. 

Quienes llegaron a los cargos a servirse y no a servir deben saber que el proyecto que defendemos no admite la pervivencia de esas prácticas.

Purgar no es odio; es reparación. Purgar no es venganza; es profilaxis. 

Y purgar, sobre todo, es restituir la política a su lugar: instrumento para el bien común y no para la satisfacción de apetitos personales.

Estamos a tiempo. Que se purgue y vomite lo indeseable.

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