El mecenazgo de Adán

Ciudad de México /
Luis M. Morales

Vender libros en México es una empresa titánica y lo será cada vez más, porque la educación pública está en manos de líderes sindicales corruptos mimados por la 4T. Para lidiar con ellos, la presidenta Sheinbaum encomendó la SEP a Mario Delgado, un cómplice de la mafia huachicolera sin credenciales académicas para desempeñar su cargo.  Mientras los índices de aprovechamiento escolar se desploman año tras año, Paco Ignacio Taibo subsidia a la clase media con libros gratuitos, cuando el verdadero problema es inculcar a la masa iletrada el deseo de leerlos. En los hechos prevalece la doctrina de Marx Arriaga, el ideólogo de la Nueva Escuela Mexicana que se propuso erradicar el vicio burgués de la lectura placentera. Su cálculo no andaba errado: cuanta menos gente lea, mayor cosecha de votos para el populismo cavernario.

Ojalá los escritores de México tuviéramos un mecenas tan espléndido como Adán Augusto López, el capo impune de La Barredora, que pagó de su bolsillo 17 mil ejemplares de Grandeza, el nuevo libro del enano montado en zancos que lo ha salvado de caer en prisión. No pudo obtener un descuento mayor a 40 por ciento por compras al mayoreo, de modo que su gesto de gratitud le costó alrededor de 5 millones. Sólo así podía convertir en bestseller el enésimo panfleto de su hermano del alma, que ya nos tenía acostumbrados a falsear la historia con fines de propaganda, pero esta vez la viola salvajemente con un objetivo ideológico más ambicioso: borrar de nuestra memoria los sacrificios humanos en la civilización prehispánica. Nunca se cometió crueldad alguna en aquella edad de oro, los enemigos del pueblo bueno propagaron esa patraña para desmoralizarlo, así lo dictamina el mesías y su palabra es la ley.  En obras publicadas por el Fondo de Cultura Económica, Alfonso Caso, Miguel León Portilla, Eduardo Matos Moctezuma, Jacques Soustelle y Michel Graulich documentan con abundantes pruebas la práctica del sacrificio humano y la antropofagia ritual en todos los pueblos originarios de Mesoamérica.  O Taibo quema sus libros en el Zócalo o las bases de Morena lo tacharán de apóstata y será él quien arda en la pira. 

La ignorancia engreída es el común denominador de la 4T.  No sólo AMLO se las da de experto en disciplinas que desconoce: dos incondicionales suyas, la magistrada de la ínfima Corte Yasmín Esquivel y la fiscal general de la República, Ernestina Godoy, plagiaron sus tesis para abrirse camino en la pirámide burocrática. Gertz Manero, el anterior fiscal, plagió también capítulos enteros de las biografías que le valieron una plaza de investigador en el Conacyt. Y como la excelencia académica ya no es un requisito, sino un obstáculo para ingresar a la judicatura, el Tribunal Electoral del Poder Judicial concedió plazas a 32 aspirantes morenistas que no alcanzaron el promedio mínimo exigido en la convocatoria. En el campo del derecho se aprestan a seguir el ejemplo del mago investido con supremos poderes para abolir el pasado. 

El redentor hinchado de soberbia pontifica sin miedo al ridículo, pero la soberbia implícita en el regalazo de Adán Augusto es más ofensiva, pues delata que los turiferarios del prócer ya perdieron por completo el pudor para exhibir sus colosales fortunas. Durante el sexenio pasado el contrabando de combustible nos costó 600 mil millones de pesos por evasión de impuestos, según los cálculos de la procuradora fiscal, Grisel Galeano. Sabemos ya que los sobrinos políticos del ex secretario de la Marina operaron en las aduanas el gigantesco desfalco. Adán Augusto formaba parte del clan, pero Sheinbaum no ha querido llevar las pesquisas hasta sus últimas consecuencias, ni las llevará jamás, porque su gobierno sólo castiga delitos de opositores, sin rasguñar siquiera a los hampones de la familia. Por eso el conde Drácula ostenta con descaro las ganancias de La Barredora. Traducido al lenguaje de la camorra tabasqueña, su arrogante desafío significa: la opinión pública me la pela.

El triunfo de la corrupción transforma al pueblo en populacho, como pudimos constatarlo durante la dictadura del PRI, que renace ahora con más fuerza. Los saqueadores del erario o los matones invictos se ufanan de serlo porque mucha gente los admira y su éxito hace escuela. Como bien dijo el historiador del Renacimiento J.A Symonds, “la corrupción es también una especie de superioridad, cuando es consumada, cínica, consciente de sí misma. Lleva en sí su propia clarividencia, su propia filosofía de la vida, su propio buen sentido. Más aún, se impone a la opinión y fascina a la sociedad”. El sexenio pasado se cometió el mayor latrocinio gubernamental en lo que va del siglo XXI. Los pobres son sus principales víctimas, pero hasta la fecha no se dan por enterados o toleran el saqueo a cambio de migajas.  Perpetuar su letargo es el mayor empeño de la política educativa.


  • Enrique Serna
  • Escritor. Estudió Letras Hispánicas en la UNAM. Ha publicado las novelas Señorita México, Uno soñaba que era rey, El seductor de la patria (Premio Mazatlán de Literatura), El vendedor de silencio y Lealtad al fantasma, entre otras. Publica su columna Con pelos y señales los viernes cada 15 días.
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