Los narcisistas en el crepúsculo

Ciudad de México /

En 1979 Christopher Lasch publicó The Culture of Narcissim (La cultura del narcisismo, Madrid, Capitán Swing, 2023), ubicando dicho trastorno de salud mental en el corazón de la cultura estadounidense.

En el esencial ensayo La derrota de Occidente (Akal, Madrid, 2024), Emmanuel Todd señala que esa patología tiene una aplicación aún más amplia porque permite analizar su política exterior: “Resulta sorprendente —escribe— observar hasta qué punto Occidente, tanto su rama norteamericana como la europea, se ha convencido, contra toda realidad objetiva, de que sigue siendo el centro del mundo o, mejor aún, que lo representa en su totalidad”.

Esta ofuscada soberbia, iniciada por el racionalismo de la Ilustración y llevada al extremo por el excepcionalismo estadounidense —una herencia tóxica del puritanismo y su extrapolación bíblica, también patológica—, funcionó como una coartada moral para justificar el salvaje y depredador colonialismo europeo. Y ahora lo hace con la atrabiliaria y ya no encubierta política intervencionista de Trump y su Doctrina Monroe 2.0, cuya nueva fase ya no es “América para los americanos” sino “El mundo (y América en él) para los Estados Unidos”.

La actitud y conducta de Occidente combina ceguera con estupidez, observa Todd. Y esa desconexión de la realidad vuelve indispensable, más que a la psiquiatría, a la geo psiquiatría para entender la “descomposición endógena” de Estados Unidos y Europa por la decadencia de su educación superior, el descenso del coeficiente intelectual general, la atomización mental de su población y sus élites, el debilitamiento de sus creencias colectivas, la erosión de sus bases morales (lo que Todd llama “religión grado cero”), el desinterés y la fuga de cerebros de las ingenierías, la deslocalización industrial que ha empobrecido a grandes masas poblacionales, el fin del sistema meritocrático, el repliegue sobre sí mismas de sus clases altas y la transición al estadio oligárquico donde plutocracias cleptocráticas entregadas al nihilismo dirigen a Occidente.

En sus reflexiones sobre el narcisismo, Erich Fromm señala que las enseñanzas esenciales de todas las grandes religiones humanistas pueden resumirse en una frase: “la meta del hombre es vencer su narcisismo”. El individuo despierto o integrado, la persona completa es aquella que ha logrado sustituir el narcisismo por su relación con el mundo y los demás (“Para poder ser he de ser otro, salir de mí, buscarme entre los otros, los otros que no son si yo no existo, los otros que me dan plena existencia”, escribió Octavio Paz en líneas inefables).

Y sin embargo, ante los harapos humanos y sociales de la posmodernidad occidental y su imperio del caos, el narcisismo cultural y geopolítico es un fenómeno escatológico propio del crepúsculo nihilista de una época histórica altamente riesgosa para la humanidad y el planeta en general. Se trata, además, de un narcisismo maligno encarnado por las élites dirigentes europeas y estadounidenses y sobre todo por su epítome Donald Trump.

Egocentrismo y sentido de superioridad extremos, necesidad insaciable de admiración y adulación, falta de empatía y explotación de otros, manipulación y engaño mediante una política sistemática de mentiras, agresión y crueldad que llega al sadismo, paranoia radical, falta de remordimientos y ausencia de sentido de la moral. Estas características patológicas del narcisismo maligno son consideradas por la psiquiatría contemporánea como la quintaesencia del mal.

Donald Trump, juzgado como delincuente según la propia justicia estadounidense, no es el primer narcisista maligno que la historia registra en una posición de poder, pero sí es quien mayor poder destructivo ha tenido a su alcance. El filósofo Aleksandr Dugin (“Trump: la transformación en zombi”) juzga los últimos movimientos “sombríos y apocalípticos” de la política de Trump y su maquinaria militar como augurios de un plan terminal: “Si la hegemonía de Occidente llega a su fin, entonces que arda en llamas, destruyamos todo, ni para ustedes ni para nosotros”.

El proceso ideológico para este maximalismo ha sido refinado por teóricos de la oximorónica Ilustración Oscura (al modo del Sol Negro de las SS hitlerianas) como el neomonárquico Curtis Yarvin, cuyas ideas contrademocráticas y neoconservadoras nutren a J. D. Vance y a otros miembros de las élites de Washington y Silicon Valley. En ellas resulta esencial la implantación de un “orden global estadounidense posliberal” para acabar con las democracias y erigir una autocracia de sociedad/empresa tecnologizada que las reemplace. Dirigida por especialistas seleccionados de forma científica, sus tareas estarían guiadas por preceptos de la ortodoxia judía como “escuchar y hacer”: la ejecución de acciones sin importar sus costos éticos y humanos.

No es necesario ir muy lejos para encontrar respuestas al narcisismo maligno y terminal. Se trata de su antónimo: la inteligente humildad. Uno de sus componentes es el bien común. El bien a secas.


AQ / MCB

  • Fernando Solana Olivares
  • (Ciudad de México, 1954). Escritor, editor y periodista. Ha escrito novela, cuento, ensayo literario y narrativo. Concibe el lenguaje como la expresión de la conciencia.
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