El día sin construcciones

Ciudad de México /

Imagínate que corres una maratón y llegas en primer lugar. Entonces los organizadores dicen que los primeros ocho en llegar tienen que correr otros cinco kilómetros para ver ahora sí quién es el mero mero.

Bueno, el futbol es una maquinaria de anhelos que se infla y desinfla semestralmente. Es importante que Cruz Azul sea campeón. ¡Ya! La Máquina Celeste es el equipo que representa a la gente más humilde y cuya chamba diaria nos involucra y da aposento. Hablo de los albañiles. Todo lo que nos rodea fue hecho por alguien que idealmente ha celebrado un gol celeste. Hablo de las personas que construyeron este país. En el sentido literal y sin metáfora alguna. Lo repito: todo lo que nos rodea, preciosas construcciones humanas, fue realizado por un aficionado del Cruz Azul.

Luego vienen los otros albañiles: taxistas y meseros, el que le da grasa a tu calzado, la panadera, la madre de tus ex. La gente más trabajadora y empeñosa le va al azul. Pregúntenle al garrotero de su cantina favorita, pregúntenle a la señora que limpia sus cubículos oficinistas. A la chica de la recepción. Pregúntenle con señas al sujeto que del otro lado del vidrio limpia las ventanas de un piso veinte. La respuesta es: “…a la Máquina”.

Esta humildad se lleva en la sangre, viaja renovándose adentro de uno como la mezcla en los camiones de cemento. Por eso, a pesar de tanta frustración, ahí seguimos, fieles; es como llevar adentro un mole madre. La metáfora se concreta porque, tristemente, se nos ha endurecido de más en las venas el amor al equipo. Es muy triste irle a la Máquina.

Regla de vida: cada quien le va al equipo que se merece. A algunos nos tocó estar del lado de los medrosos, los tibios, los casi casi…. Pero, ¡cómo trabajamos para superar esa hermosa mediocridad! Es temporal, raza de Chacos. ¿El destino histórico de Cruz Azul cada vez se parece más a vivir de las glorias pasadas? Falso. La última vez que la máquina salió campeón de liga era yo virgen. Y la próxima vez que lo sea será por tres años seguidos. Lo sé de cierto.

Es muy doloroso que la institución no haya capitalizado el término cruzazulear a nuestro favor.

Amigos celestes, se viene el día en que dejaremos de ser el hazmerreír de gente poco documentada y más bien mala copa. Se acerca rabioso un presente de contundente gloria, la piel chinita de nuestros hijos-herederos del amor por la liebre. Este proyecto cruzazulino luce serio, contundente y frontal. Si juegan las semifinales y la final de la misma manera en que han jugado los últimos seis meses, no debería haber mayor problema para salir campeones.

Trato de ser sensato y no emocionarme de más. ¡Al diablo!, voy a emocionarme de más, porque el futbol no es de quien lo merece, es del que anota gol, pero cada vez que me subí a un taxi y el chofer me cobró lo justo y yo vi brillar su llavero del azul sentí que ya nos toca. Nos toca por exclusivo derecho de piso. Esto tampoco es metafórico.

Miren a todos lados, ahí estamos presentes. Veo mi ciudad, muégano de edificios en obra negra. ¡Quiero verlos en pausa un lunes, quiero que no se avance un centímetro esta vorágine de cemento horizontal! Anhelo un lunes en el que no se contruirá un centímetro más de ciudad. Ni uno. Hablo del día en que las construcciones en México se detendrán todas de golpe porque los albañiles estaremos abrazados y celebrando.



*Escritor. Sus libros de cuentos han ganado premios nacionales de literatura. “Niños Tristes” (Premio María Luisa Puga de Cuento. 2010), “Perros sin nombre” (Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí. 2012) y “¡Canta, herida!” (Premio Agustín Yáñez. 2015).

Novelas: “Balas en los Ojos”, “El siglo de las mujeres” y "Aquí había una frontera" (Premio Internacional de Novela Sor Juana Inés de la Cruz 2018). Recientemente publicó la novela “La felicidad de los perros del terremoto” con Penguin Random House.

Twitter: @el_neb

  • Gabriel Rodríguez Liceaga
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