La electrificación se presenta a menudo como el gran rival del petróleo. Si creemos algunos de los mitos perpetuados sobre la industria energética global, la electrificación y el petróleo operan de forma excluyente, aislados uno del otro, como si se tratara de una lucha existencial entre ambos. “Solo puede haber un ganador”, nos dicen los creadores de tan extendido mito, y el reemplazo es inevitable en la imparable marcha hacia “electrificar todo”.
La OPEP no cree que las fuentes de energía se encuentren atrapadas en un juego de suma cero ni tampoco la historia puede reducirse a una sucesión de “energías que reemplacen a otras”. La realidad nos dice que el petróleo no opera de manera aislada, separado de otros sectores e industrias. Más bien, es tal la versatilidad del petróleo y los productos derivados que estos desempeñan un papel indispensable en múltiples ramos.
Pensemos por un momento en la amplia gama de productos derivados del petróleo que son usados en el propio sector eléctrico. Ya se ha escrito antes sobre la relevancia de estos productos en la generación de energía: las turbinas eólicas y los paneles solares, así como en los numerosos aparatos eléctricos, todos contienen material derivado del petróleo.
Es importante considerar también la multitud de derivados utilizados en la transmisión de electricidad, que son empleados en fabricación, mantenimiento e instalación de cables, cableados aéreos, torres de alta tensión, transformadores, subestaciones y sistemas de control, así como en todos los componentes y tecnologías que conforman esta infraestructura vital.
Un ejemplo muy claro de esto son los materiales aislantes necesarios para garantizar la seguridad de los cables subterráneos y submarinos. Estos son particularmente importantes para la conectividad de parques eólicos marinos con la red. Los cables eléctricos subterráneos necesitan recubrimientos para aislamiento, que a menudo representan alrededor de 40 por ciento del peso total del cable. Los materiales tradicionalmente requeridos para este fin incluyen productos derivados del petróleo como el polietileno reticulado, el cloruro de polivinilo y el polímero de etileno-propileno reticulado.
Abundan muchos otros ejemplos. Un dispositivo esencial en la transmisión de electricidad es el transformador. El camino de la energía eléctrica desde la generación, pasando por la transmisión hasta su uso final, solo se puede completar de forma segura si existe el nivel de voltaje correcto en cada etapa del proceso. Los transformadores son cruciales, ya que transfieren energía eléctrica de un circuito eléctrico a otro o a múltiples circuitos, ya sea aumentando o reduciendo los niveles de voltaje.
Para que dichos transformadores puedan operar correctamente, el aceite para transformadores es crucial. Aísla los transformadores y garantiza que puedan funcionar a una temperatura estable. Estos se fabrican a partir de aceite mineral, un destilado del petróleo. Como ha indicado la Agencia Internacional de la Energía (AIE) en un reciente informe titulado Redes eléctricas y transiciones energéticas seguras, “el aceite mineral se utiliza en todos los tipos de transformadores para aislar y enfriar los devanados del transformador (bobinas de cobre) y el núcleo”. Casi una cuarta parte del peso de un transformador de gran potencia consiste en aceite para transformadores y materiales de aislamiento.
Además, el transporte de equipos por carretera, ferrocarril, aire y agua implicará el uso de vehículos, que son a menudo muy especializados, los cuales consumen gasolina, diésel, combustibles de aviación y marinos. Y los vehículos, así como los buques requeridos para el tendido de cables y el material necesario para construir esta infraestructura crítica, como acero, aluminio, cobre y hormigón, demandan una gran cantidad de productos derivados del petróleo.
De igual forma, resulta crucial considerar la cantidad de materiales necesarios para alcanzar tantos ambiciosos objetivos, dado que la electrificación es una piedra angular de la mayoría de los planes de cero emisiones netas. El mundo genera actualmente entre 27 mil y 30 mil teravatios hora (TWh) de electricidad. Según una investigación de la Comisión de Transiciones Energéticas, en un informe titulado Hacer posible la electrificación limpia: 30 años para electrificar la economía global, esta cifra tiene que aumentar a entre 90 mil y 130 mil TWh para lograr cero emisiones netas de gases de efecto invernadero en 2050. Lo anterior supone un aumento de entre 3.5 y 5 veces de la generación de electricidad en un plazo de menos de 30 años.
La expansión requerida de la red, necesaria para alcanzar tal objetivo, no tendrá precedente en la historia. Como ha descrito la AIE, para lograr los objetivos nacionales en materia energética y climática, alrededor de 80 millones de kilómetros de líneas eléctricas aéreas y cables subterráneos deberán ser añadidos de aquí a 2040. Esto equivale a sustituir toda la red mundial existente o 100 viajes de ida y vuelta a la Luna.
Una expansión masiva de la red eléctrica ejercerá, naturalmente, gran presión sobre las cadenas de suministro y esto puede generar desafíos para el desarrollo de la red en los próximos años. También hay que reconocer que estos riesgos de la cadena de suministro se refieren a todos los materiales utilizados en la construcción de las redes, incluidos los productos derivados del petróleo.
Muy a menudo, analistas destacan los riesgos existentes alrededor de los minerales críticos, mientras asumen un suministro seguro y confiable de productos derivados del petróleo. Como ha destacado la OPEP, la seguridad del suministro de petróleo crudo, con todas las consecuencias para los productos derivados, solo se puede lograr con inversiones adecuadas y oportunas dentro de la industria petrolera. En pocas palabras: los llamados a detener nuevas inversiones en proyectos petroleros ponen en peligro la producción de productos petrolíferos fundamentales para el buen funcionamiento y la expansión de la red eléctrica.
Los países miembros de la OPEP poseen planes nacionales de electrificación muy claros, lo cual forma parte de una creencia compartida de que todas las fuentes de energía serán necesarias para satisfacer el crecimiento futuro de la demanda, así como reducir emisiones, abordar la pobreza energética y garantizar seguridad energética. Creemos que el petróleo seguirá siendo un componente vital de las futuras vías energéticas y esto resulta notable con el hecho de que los productos derivados son estratégicos para el funcionamiento de otros tantos sectores, como el eléctrico.
Esperamos todos que la idea de que las fuentes de energía deben enfrentarse entre sí sea progresivamente desechada y, en cambio, los responsables de las políticas a escala global puedan tener una visión clara sobre las realidades energéticas y la interconexión energética.