Si hay una política pública efectiva, con resultados medibles, que ha logrado cambiar conductas desde hace 18 años, es el alcoholímetro que, en dos décadas, consiguió abatir las muertes viales relacionadas con el alcohol.
Entre sus razones de éxito están que implica un efectivo cumplimiento de la ley — el enforcement que le llaman los gringos— al montar filtros, que no retenes, para revisar si quien conduce ingirió alcohol y se sentó frente al volante sin considerar que es una conducta sancionable.
Está también la parte educativa o pedagógica, pues el ejemplo muestra que del alcoholímetro nadie o muy pocos se escapan, y que no hay distinción social por ingresos o influencia. Desde 2003 hemos visto pasar detenidos y sancionados a León Larregui (el cantante de Zoé), a Ari Borovoy, Omar Fierro, Arturo López Gavito, Roberto Sosa, Sergio Sendel, Arlette Pacheco, Fabián Lavalle, Jesús Silva Herzog, Manuel Espino, Cynthia Klitbo, Octagón, Gloria Calzada, El Conejo Pérez, Federico Wilkins, Jorge Emilio González, y Javier Corral, entre muchos otros, tan solo en la Ciudad de México.
Esa pedagogía social funciona gracias a que la selección de las personas que participan en los operativos ha sido muy cuidadosa para evitar actos de corrupción y desde este año se endureció su aplicación, pues el auto del infractor se va directo al depósito hasta que aquel cumpla sus horas de arresto, ya no se permite más que un acompañante lo retire.
El éxito de este programa fue replicado en las principales ciudades y municipios del país y para ello el Consejo Nacional para la Prevención de Accidentes presentó un Protocolo para la Implementación de Puntos de Control de Alcoholimetría, donde se fija que deberá sancionarse a todo aquel que supere los 0.25 mg/L (miligramos sobre litro de aire expirado) en la prueba.
Las sanciones en otras ciudades varían, pero en conjunto se pide aplicar horas de arresto, multa, retiro de vehículo y trabajo comunitario.
¿Por qué no funcionan así otras políticas públicas en temas de salud y movilidad?
En la Ciudad de México, las muertes viales desataron una discusión sobre la efectividad de las fotocívicas que sustituyeron a las fotomultas. Estas últimas, si bien tenían un componente discriminatorio, pues permitían a las personas con mayores recursos evadir la sanción mediante un pago económico, también habían mantenido a raya la epidemia fatal que viven nuestras calles.
¿Están cambiando conductas?, como sostiene el gobierno capitalino. Las cifras aún no respaldan esa afirmación aunque es cierto que los sancionados pasan ahora por un curso en línea de manejo, un curso presencial en la Biciescuela y pagan horas de servicio social. Muchos de ellos modificaron sus hábitos de conducción, como el testimonio que brindó la conductora de radio Gabriela Warkentin.
¿Funcionará mejor endurecer las sanciones? Así lo han propuesto diputados locales en Puebla, en León y en la CdMx.
Más que cambiar conductas lo que urge es evitar muertes, un compromiso de visión cero es imprescindible.
hector.zamarron@milenio.com
@hzamarron